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Su magia no había vuelto. Sabía que no porque había intentado conjurar un lumos y fallado estrepitosamente. Pero la sentía más viva que nunca en su interior. La noticia de que estaban juntos se extendió como la pólvora, Jacob le había explicado lo de la comunicación mental entre lobos y la imposibilidad de tener un secreto.

-¿Por qué querrías guardar esto en secreto? –bufó Nikki cuando lo escuchó quejarse de ello en la cena de domingo en casa de Sam y Emily.

-Aunque estaría bien que guardaras otros...pensamientos. –masculló Seth mientras devoraba su cena.

Hermione enrojeció tanto que pensó que habría una alta posibilidad de que su cabello se hubiera vuelto pelirrojo.

-A mí no me molestan. –añadió Jared dándole una sonrisa socarrona a Hermione, visiblemente divertido ante su vergüenza.

-Cierra el pico, idiota. –le gruñó Jacob lanzándole un trozo de zanahoria a la cara.

-¡Eh! ¡Nada de tirar comida! –les advirtió Emily, alzando el tenedor para amenazarlos. Cuando la paz volvió a reinar su rostro se suavizó y miró de reojo a su marido, sentado a su lado. –Además, Sam y yo tenemos algo que deciros.

Todos volvieron automáticamente la atención hacia ellos, hasta la bruja había olvidado su vergüenza.

Sam carraspeó, tomó la mano de su mujer para después mirar a toda su manada, su familia, incluida la más reciente incorporación.

-Em está embarazada. –anunció con ese tono serio y grave que lo caracterizaba pero todos podían ver el brillo de emoción en sus ojos.

Se hizo el silencio entre los comensales. Algunos abrieron la boca sin saber qué decir, otros miraban alrededor como si pudieran encontrar en el mobiliario las palabras adecuados.

-¡DIOS MÍO, FELICIDADES! –fue el grito de Nikki lo que los hizo reaccionar a todos.

De repente hubo una explosión de movimiento, de gritos de alegría y de brazos intentando rodear a la pareja. Hermione se vio sumergida en toda esa algarabía como si fuera una más, las emociones intensas eran contagiosas tanto las buenas como las malas. Y ella sólo había tenido buenas últimamente.

Quizás por eso se confío. Creía que las pesadillas no la encontrarían de nuevo. De hecho no lo hacían cuando Jacob estaba a su lado. Pero una noche, Jacob salió con la manada a correr por el bosque. Y las pesadillas finalmente la alcanzaron.

Cuando se despertó, con la frente perlada de sudor frío y dando grandes bocanadas para intentar llenar sus pulmones de oxígeno un rayo partió el cielo en dos. Se levantó, intentando calmarse sin mucho éxito. No le gustaban las tormentas. Nunca había sido gran fan pero desde de la guerra las detestaba.

Caminó hacia el salón e intentó encender la luz. No lo consiguió. La tormenta parecía haber provocado que se fuera la electricidad.

Se sentía cada vez más nerviosa. Podía notar una punzada en su pecho que poco a poco se estaba convirtiendo en una presión cada vez mayor. Otro rayo iluminó brevemente la estancia y creyó ver una figura en una esquina del salón.

Colisión de mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora