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Había tenido una pesadilla

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Había tenido una pesadilla. Hacía tiempo que no tenía ninguna pero había hecho que se despertara con la frente perlada de sudor frío y el corazón a punto de salirse de su pecho. La risa de Bellatrix resonaba en sus oídos como un eco maldito.

Apartó las sábanas a patadas, peleándose brevemente con ellas y comprobó que estaba amaneciendo. Unas cuantas nubes se paseaban por el cielo pero no parecía amenazar lluvia, cosa extraña en ese lugar.

Sin pensarlo demasiado se vistió con rapidez y salió al exterior. Un paseo le aclararía la mente, borraría los recuerdos.

Funcionó. De hecho le pareció una actividad de lo más relajante caminar por el bosque. La calma la rodeaba mientras la naturaleza despertaba a su alrededor. Pudo escuchar algunos pájaros llamando a sus compañeros entre las ramas de los árboles y los rayos del sol se empezaban a colar entre ellos, aportándole luz y calidez cada vez que uno le rozaba la piel.

Había sido una magnífica idea.

Hasta que tropezó con una rama y se precipitó hacia el suelo. La tierra blanda amortiguó su caída y se sintió agradecida por ello hasta que al intentar levantarse giró el pie y una ráfaga de dolor le hizo dar un pequeño grito.

-Maldita sea. –se lamentó observando su pie derecho que se estaba inflamando por momentos, lo podía notar apretando su bota. Estaba segura de que se había hecho un esguince con la condenada rama.

Miró a su alrededor, no había nada que pudiera sujetar para levantarse. Quizás si se acercaba a un árbol podría apoyarse en él...pero, ¿cómo volvería a casa? Estaba segura de haber caminado un buen rato. Lamentó no poder usar la magia aunque de poco le habría servido ya que se había dejado la varita en casa. Además, ¿quién atendería a su llamada? Ningún muggle iría corriendo si veía chispitas de colores en el cielo.

Un crujido la sacó de sus pensamientos. Giró la cabeza con tanta rapidez hacia el ruido que su propio pelo la golpeó en el rostro. Poco a poco, de la espesura del bosque, un enorme lobo marrón se mostró ante ella.

Mierda, mierda, mierda, pensó la bruja con el pánico burbujeando en su pecho. Sólo ella tenía la suerte de encontrarse con un animal de tamaño gigantesco.

Por las barbas de Merlín, ¿cómo de grande era ese lobo? Parecía un caballo.

Pero cuando sus ojos se encontraron el corazón de Hermione dejó de latir asustado. Una calidez extraña se extendió por su cuerpo. Aquel lobo no era normal. No sólo por su tamaño sino por sus ojos. Había demasiada inteligencia en ellos. Era mágico. Estaba segura de ello.

El lobo se acercó a ello con lentitud, como si no quisiera asustarla. Sus patas no sonaban al posarse en el suelo, había un repentino silencio en torno a ellos. Agachó la cabeza y olisqueó su pie dañado.

-Es un esguince, he tropezado con una rama. –murmuró Hermione, aunque se sintió un poco tonta al decirlo. Pero había estudiado lo suficiente sobre animales mágicos como para saber que, en cierto modo, la entendería. –No puedo ponerme de pie.

Colisión de mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora