11. REDENCIÓN

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       El zumbido se convierte en una sucesión de aerodeslizadores que emergen de la gruta, pilotados por una veintena de hermanos caracterizados como protoduendes de color grisáceo. Se lanzan en picado sobre sus cinco objetivos, con disparos láser, bombas calabazas y lanzallamas.

       —¡Tú mandas, Rhodey! —dice Tony.

       —¡Formación en equipo de dos y en constante movimiento! —responde—. Tony y Nat, al norte, Feli y yo, al sur. Los voladores derribamos a los pájaros y os los servimos en bandeja para que los rematéis en tierra.

       —¿Y qué pasa con Peter? —cuestiona Felicia, dándose la vuelta, buscando al arácnido.

       —¡Saben cuidarse solos! —evidencia Natasha, señalando al nuevo Spider-Man, que ataca por libre, disparando telarañas a varios deslizadores, taponando las salidas de aire de los propulsores y haciendo que los protoduendes se estrellen.

       Los Vengadores se dividen, esquivando los diferentes ataques de los enemigos. Tony neutraliza algunos planeadores y a sus pilotos, que caen a tierra, donde no son rivales para la maestría, en artes marciales, de Natasha, ni para sus muñequeras, que incluyen una descarga eléctrica conocida como la mordedura de la viuda o un aerosol somnífero llamado el beso de la viuda.

       Felicia y Rhodey operan de igual forma, con la salvedad de que el nuevo traje de Gata Negra tiene garras retráctiles de cinco centímetros que inyectan una toxina paralizante, además de un látigo-garra, reforzado de vibranium flexible, con un dispositivo en el mango que produce descargas eléctricas. Todo un arsenal que Felicia utiliza de forma casi placentera contra aquellos que han puesto en jaque a la persona que más le importa: un Peter que, inconsciente de sus actos, lucha, unido al Simbionte, en una nueva entidad arácnida que hace estragos entre los lacayos de Norman. La contienda se vuelca a su favor.

       —¿Esto es todo? —cuestiona Rhodey, a través del intercomunicador.

       —¿No has aprendido nada después de tantos años? —dice Tony, disparando una descarga sobre un enemigo.

       —¡Ahora es cuando todo se tuerce! —garantiza Natasha.

       Tony interviene.

       —Antes de que eso pase, sugiero que acabemos con estos duendecillos, entremos ahí abajo, cojamos a los rehenes y salgamos pitando de aquí...

       El suelo de la isla vuelve a temblar.

       —¡Stark! —grita el arácnido—. Son las puertas del hangar. Si se cierran, nuestra familia está perdida.

       —Voy a entrar —dice Tony.

       —¿Así sin más? —cuestiona Rhodey, derribando otro aerodeslizador.

       —¡Así sin más! —responde—. ¿Podréis mantener a estos tipos a raya?

       El temblor prosigue.

       —¿Esperas una invitación? Aquí arriba está todo bajo control... —interviene Felicia, golpeando a un soldado duende.

       —¡Es una locura! —exclama Rhodey.

       —Lo sé... —dice Tony.

       —¡Las puertas se cierran! —apremia el nuevo Spider-Man.

       —No me parece buena idea separarnos —recalca Rhodey.

       —¡Coincido con Rhodey! —responde Natasha—. Pero no veo otra alternativa.

SPIDER-MAN: UNA VIDA MÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora