EPÍLOGO

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      En la Prisión 42 de la Zona Negativa. El huésped de la celda 545, vestido de sport veraniego, disfruta de un bello atardecer en el amplio jardín de su antigua casa de campo, al norte del estado de Nueva York, tumbado en la hamaca, sorbiendo un vaso de zumo tropical, cuando una figura intangible atraviesa la puerta blindada de diez centímetros de espesor y el escudo de fuerza cargado de electricidad, sin activar la alarma.

      —Hola, Norman —dice la proyección astral de Peter Parker.

      El preso escupe el zumo que tenía en la boca.

      —¿Parker? ¿Pero qué? —Se limpia la baba—. ¡Basta de trucos, Stark! —vocifera, dejando caer el vaso sobre el inexistente césped, reproducido por luz sólida.

      —No te alarmes, soy Peter, no formo parte de la programación.

      —¿Có-cómo? —dice Norman, negando con la cabeza—. ¡No! Eres un producto de mi cabeza... No eres real. —Norman se agita, dejándose caer de la hamaca. Comienza a golpear su cabeza contra el suelo violentamente.

      —¡Soy yo! —Peter intenta detenerle con las manos, pero al carecer de forma física, traspasa el cuerpo de Norman—. Ups... —se asombra—. ¡Para! ¡Es mi proyección astral! Es cosa del doctor Strange.

      —¿Una proyección? ¿No... no eres otro delirio? —pregunta Norman, mirando de reojo la figura casi fantasmal.

      —Soy Peter. El mismo al que intentaste destrozar la vida hace escasos días. Tu amigo y vecino Spidey —dice, alzando los brazos hacia los lados para mostrarse por completo. Poco a poco, Norman se incorpora, desconfiado—. Solo quiero hablar. Tenemos unos minutos antes de que las cámaras vuelvan a funcionar y de que eso que llevas al cuello alerte de tu repentina subida de pulsaciones.

      —¿Ha... hablar?

      —Eso es; hablar.

      El rostro de Norman cambia, pasando del miedo a la furia.

      —¡Eres un cobarde! —le grita, lanzando una patada a la forma astral de Peter, que le mira en silencio—. ¿Cómo osas presentarte ante el Dios Duende con trucos de magia? ¡Da la cara como un hombre!

      —Después de lo que me has hecho todo este tiempo escondido entre las sombras, ¿me llamas cobarde?

      Norman le mira desafiante.

      —Ya veo lo que pretendes... Pero no vas a lograrlo. No vas a hacer que pierda los papeles. Porque eso echaría por tierra cada uno de mis minuciosos planes. ¿Crees que tú y tus patéticos amigos habéis destruido mi obra?

      —Con tu cacareada obra solo has conseguido traer dolor y muerte a quienes te rodean —dice Peter, que torna su rostro cabizbajo—. Lamento lo de Kolina...

      —No pronuncies el nombre de mi amada con tu sucia boca —dice Norman intentando contener la ira. Desesperado, observa los ojos traslucidos de su adversario—. Tú y tus amigos... me la habéis arrebatado.

      —Nosotros no empujamos a una buena persona a cometer esos actos.

      —¡Kolina! Mi querida Kolina. Mi bello ángel. —Norman muestra su dolor de forma sobreactuada—. Pudisteis sacarla de la isla. Igual que a los niños... La dejaste morir. ¿De eso se trataba, Parker? ¿Es tu venganza por lo de Gwen?

      —Jamás usaría a la persona que amas para atacarte. De lo contrario te habría dicho: ahora sabes lo que se siente cuando te la arrebatan... —dice Peter, apenado—. Pero no estoy aquí para eso...

SPIDER-MAN: UNA VIDA MÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora