07. EL PLAN (Parte 1)

27 2 1
                                    


       En la sala oculta, los encapuchados monitorizan a Peter y Mary Jane; que duermen. Analizan sus ondas cerebrales en busca de respuestas sobre los recuerdos implantados que ambos deberían compartir.

       —Quiero ver lo que Peter está soñando —dice una voz autoritaria.

       Una de las pantallas muestra la recurrente pesadilla de Peter, donde la melena de rubio platino deja entrever el rostro de Gwen. Tras ella, un niño y una niña que visten el traje de Duende Verde. El niño, de nombre Gabriel, lanza una sonrisa despiadada mientras su hermana Sarah es atravesada por un aerodeslizador de duende. Entre sudores fríos y un grito sordo, Peter despierta, haciendo realidad el temor de los encapuchados. Los datos recogidos demuestran que algo no está funcionando como debería.

       —Activa el gas somnífero —ordena la voz.

       Amanece en la casa de los Parker. Peter despierta de forma tranquila y pausada. Abre los ojos profiriendo un bostezo digno del tigre de la casa, al tiempo que estira los brazos; golpeando las manos contra el cabecero de la cama, que a su vez choca contra la pared. Sobresaltado por el ruido, termina de despertar. Se encuentra en la habitación que tiene junto a Mary Jane en casa de tía May, en Forest Hills. Se sienta al borde de la cama, apoyando los pies en el suelo. Nota algo en el izquierdo.

       —¿Eh? —Peter ojea la planta del pie, con el apósito adherido. Palpa la tira adhesiva con el dedo gordo del pie derecho. Con cuidado se la quita; encontrando que está totalmente curado—. ¿Qué diablos...? —intenta recordar. Llegan a él destellos de lo ocurrido durante la noche junto a Mary Jane y una niña... Echa un vistazo a la habitación, topándose con que la mesita de las fotos está junto a la cómoda, el lugar que le corresponde.

       Aun así, algo no encaja. Se incorpora. Camina hacia la ventana para abrirla y airear la habitación. Por la noche no pudo verlo bien, pero el patio delantero tiene un acceso empedrado para coches que no recuerda, y, además, está ocupado por dos vehículos. Extrañado, encara la puerta de la habitación. La abre despacio. El pasillo le es muy familiar, aunque percibe sutiles diferencias, como las letras que ahora adornan la puerta de la habitación de su tía. A punto de entrar en el cuarto, oye unas voces provenientes del piso de abajo. Decide esclarecer de quién se trata. Despacio, avanza hasta las escaleras y presta atención mientras baja.

       —Confiesa, seguro que lo echas de menos. Los flashes, las pasarelas... —dice una voz de mujer.

       —En absoluto, si acaso actuar sobre el escenario. Ya sabes que Peter pasa mucho tiempo fuera de casa desde que aceptó su nuevo puesto; y me gusta pasar el mayor tiempo posible con May Anne. Como tengo la excedencia; no me corre prisa.

       «¿Nuevo puesto...?», se pregunta Peter. «¿Tiempo con May Anne? ¿Qué demonios está pasando?».

       —Pues yo estoy aburrida de Oscorp y quiero nuevos retos...

       Peter reconoce a la persona que está junto a Mary Jane.

       —¿Liz? —dice, asomándose por encima del pasamanos. Las dos mujeres están sentadas en la mesa del salón comedor tomando café.

       —Por fin despiertas, dormilón —se apresura a decir Mary Jane—. Ven, hay café recién hecho. ¿Qué tal ese pie?

       —Bu-bueno días... —dice Peter, que alcanza el suelo del hall.

       —¡Buenos días, Petey! —responde Liz Allan Osborn; antigua compañera del instituto que, tras graduarse, se marchó de Nueva York. Al cabo de unos años, volvió, sumándose a la pandilla de Peter y compañía, donde conoció a su difunto marido Harry Osborn, quien fue el mejor amigo de Peter. Juntos, Liz y Harry, tuvieron al pequeño Normie, que ahora tiene ocho años. Liz, con su cabello rubio recogido y ojos azules, viste de manera informal. Observa a Peter con toda normalidad mientras sorbe un poco de café.

SPIDER-MAN: UNA VIDA MÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora