14. VIDAS ALTERNATIVAS

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Peter y Emma cruzan el portal, adentrándose en el hall del Sancta Sanctorum, donde aguarda Wong, con su característico kimono oriental verde y su cabeza afeitada.

—Señor Parker, señorita Frost, sean bienvenidos. Si hacen el favor de seguirme, los llevaré hasta mi maestro. Por aquí —dice el ayudante, indicando las escaleras.

Emma y Peter siguen a Wong hasta una de las salas de estar de la primera planta, donde los hace pasar y les ofrece un té verde con mantequilla acompañado de tsampa, junto con tarta de maíz.

—El maestro llegará enseguida. Les ruego que no toquen ninguno de los artilugios que hay en la habitación mientras esperan —añade, cerrando la puerta tras de sí.

La sala es amplia, con decenas de objetos exóticos y esotéricos adornando muebles y paredes. En el centro, sobre una gran alfombra roja con bordados negros y blancos, hay cuatro sillones orejeros formando un rombo alrededor de una mesita circular, donde está el té y la tarta cortada en porciones. Emma se sienta en uno de los sillones para disfrutar del tentempié. Peter, por el contrario, curiosea el lugar, centrándose en un reloj de arena de dos metros de altura situado en la zona noreste de la sala.

—Deberías probar esto. Está delicioso —dice ella.

—No tengo hambre —responde Peter parándose frente al reloj de arena.

—No has comido nada en horas, así que deja de husmear y disfruta de esta delicatesen.

—Me parece increíble que vayamos a ver a Stephen, así, de repente —dice él, dando con los nudillos al cristal del reloj, mientras gira alrededor del mismo—. La última vez que le vi fue en aquella reunión masiva de superhéroes que Tony organizó en la Torre Stark... —Mira a Emma a través del cristal—. ¿Sabes? Stephen pudo evitar todo es... —Peter enmudece al ver como la arena del recipiente se detiene, permaneciendo suspendida en el aire—. ¿Has sido tú? Dime que has sido tú.

—No tengo poderes telequinéticos —advierte ella, extrañada.

—¿Por qué tocas Peter? Dijo que no tocaras... —se dice Peter a sí mismo en voz alta, notando una vibración.

—Espero que os gusten las entradas triunfales —irrumpe la voz de Strange, junto a un juego de luces que se extiende por la habitación, seguido de una humareda granate con olor a azufre quemado. Su figura se materializa, singular e imponente, flotando en medio de la sala. Va ataviado con su particular túnica azul marino, con el símbolo del tridente mágico en el torso, de largas mangas holgadas que se estrechan en los antebrazos dando paso a unos guantes, amarillo fuego, de cuero fino. A juego con estos luce un largo fajín anudado a la izquierda de la cintura, manteniendo a raya la amplia túnica, que se deja caer por debajo del fajín hasta los muslos, cubriendo parte del pantalón elástico negro aterciopelado que envuelve sus piernas hasta la punta de los pies. Atuendo que llamaría aún más la atención si no fuera por la prominente capa de levitación carmesí que sobrepasa en tamaño al propio doctor, con dos solapas serpenteantes en la parte superior y encajes dorados que se extienden por los bordes del tejido, describiendo intrincados laberintos que le llegan hasta el cuello, donde reposa su colgante y amuleto mágico llamado Ojo de Agamotto.

—Al fin nos vemos, Peter. Esperaba tu respuesta —dice Stephen, mirando a la nada.

—Eras tú quien tenía el móvil apagado o fuera de cobertura —contesta él, caminando hacia el centro de la sala, intentando ahuyentar el olor a azufre con las manos.

—Si no replica, revienta... —murmura ella.

—Eso es buena señal, ¿verdad, Emma? Bienvenida a mi hogar —pronuncia el Hechicero, a quien ella agradece con un gesto—. Sé de tu aflicción y de tus intenciones, Peter —añade, aún en el aire, desviando la mirada hacia él.

SPIDER-MAN: UNA VIDA MÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora