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Lo primero que ve al llegar a su apartamento es el ramo de flores ya seco, debajo de la ventana, al final se lo trajo. Lo toma y lo tira a la basura. Deja su cartera en la mesa junto a un montón de vajilla sin lavar y mugre que venía juntando desde hace días.

—¿Cómo llegamos a esto Hannah? ¿Cómo llegamos a odiarnos tanto? —su teléfono suena otra vez y otra vez es su madre—. Qué pasa mamá —escucha su perorata de lo ocurrido en su casa— tengo que colgar —abre la puerta y toca el timbre de su propio departamento— me llegaron visitas, luego hablamos, chao.

Mira de vuelta hacia el basurero dónde vive ahora, toma una lata de cerveza del refri, ahora el alcohol es su sustento diario. Comienza sacando bolsas y limpiando, juntando toda la mugre, mientras deja la vajilla sucia en el lavabo para el último, antes de limpiar el piso. Termina de limpiar la cocina comedor, pasa a la habitación cambiando sábanas, luego el baño y así junta cinco bolsas de basura, el lugar huele bien y ella apesta.

Mira otra vez la foto, pero esta vez no la rompe en dos, la toma y la deja en su librero.

Pasado

Con Hannah teníamos un acuerdo explícito que puso ella, nada de meterse con los amigos de la otra, yo no tuve problema no tenía muchos amigos, ni amigas, pero ella convocaba multitudes, era la popular de la escuela, el tipo de chica que se metía con chicas como yo, las calladas y tímidas. Pero todo cambio el día que me hice amiga de James. Ni siquiera íbamos a la misma escuela, pero eramos ratones de biblioteca, él se quedaba a pasar el rato para huir de la gente que queria acercarse a él por interés y yo disfrutaba del silencio y un buen libro en mis manos.

Nuestro interés en común nos había acercado con el tiempo, nos recomendabamos libros y nos desafiabamos mutuamente a enseñarnos cosas que el otro no supiera en cualquier área. Podíamos ser nosotros mismos cuando estábamos solos, en nuestro universo privado de libros, hasta que claro ella supo que yo tenía un amigo y luego se enteró de quien era él.

—Montserrat dame su número —me lo exigió mientras vamos caminando a casa.

—No, no lo tengo.

—Mientes.

—Tú dijiste que nada de meterse con los amigos y James es mi amigo, eso lo deja fuera de tu alcance —yo no quería perder al único amigo con el que podía compartir mi obsesión por los libros, la historia y la ganas voraces de aprender cosas nuevas—. Así que consiguete a otro.

—¡Sabés que es una buena oportunidad para que nos conozcamos!.

Desde que las hormonas hicieron sus milagrosos cambios en su cuerpo, Hannah se transformó en una persona, pero cruel. Hacia tan solo un año atrás éramos inseparables y ahora había una distancia infranqueable entre nosotras. Pero ahora yo también estaba recibiendo el milagroso cambio y a pesar de usar ropa holgada se me notaba, lo peor fue que en las clases de gimnasia debíamos usar ropa más cómoda y yo transpiraba demasiado con remeras demasiado grandes, su novio de turno vió lo que yo escondía bajo toda esa tela excedente que ahora me quedaba bien, porque tuve que usar ropa de mi talla y entonces ella enloqueció cuando él se fijo en mi, como que él no pudiera controlar sus impulsos hormonales fuera mi culpa.

—Es mi amigo, no te metas con él.

—No entiendes que ni siquiera hago esto por mí.

—Eres una interesada, claro que haces esto por ti.

Me pasa por al lado tirando la mochila con los apuntes al suelo, yo me agacho a levantar todo y se me acerca un perrito que acaricio, antes de caminar detrás de ella de vuelta a casa.

Presente

Se tira en el sillón exhausta, tapandose con el brazo los ojos del sol que aún no termina de ocultarse por la ventana. Se decide levantarse a bañar, mañana es día laboral y se paso la mayor parte del fin de semana borracha y limpiando, puta vida adulta. Que exhausto es ser adulta.

Baja a comprar algo para cenar, cuándo al regresar ve la puerta del departamento abierta, genial lo que le faltaba era que le entraran a robar. Hay una mujer parada de espadas a la puerta, su cabello negro con rulos grandes casi le llega a la cola, su contextura es pequeña.

—Disculpa ¿Se te perdió algo? —su cuerpo se tensa y corta la llamada, insultando a quién estaba del otro lado en español.

—¿Montse?

—Abi ¿Qué haces en mi departamento?

—Te juro que no es lo que crees —dice tomando su mochila— no vas a creerme en realidad, pero... —baja la vista avergonzada— mi amigo me invitó a una reunión en el departamento de su amigo, y olvido decirme que habían cambiado los planes y me pasó mal la dirección, yo golpee y la puerta se abrió, entré y te juro que no sabía que era tu departamento. Dios debes pensar que soy una acosadora o algo así, mira te anoto el número de él y le llamas o te muestro los mensajes -se pone nerviosa- para que veas que es cierto.

—Cierra la puerta con el pie, y deja las bolsas en la mesada al lado de la heladera— Bueno supongo que el destino si quiso que nos encontraramos. Primero la boda y ahora allanas mi casa ¿entrar por equivocación en lugares, es una costumbre tuya o?

—Al parecer solo me pasa contigo. Perdón, mejor me voy.

—La toma del brazo sin dejarla ir, otra vez— Compré algo para cenar ¿Quieres quedarte a comer, o prefieres ir a lo de tu amigo?

—Cocino yo, por la molestia de siempre, estar apareciendo de repente en tu vida ¿Qué te parece?

—Perfecto, voy a bañarme entonces. No me robes la TV, tampoco tengo mucho dinero y definitivamente no te lleves mi auto.

—Tranquila traje el mío esta vez ¿Tenias pensando comer algo en particular?

—Sorprendeme.

—Creo que te vengo sorprendiendo bastante —ambas rieron.

Le muestra donde están las cosas en la cocina, dándole permiso de que revise los cajones mientras no está.

Se pregunta porque en vez de haber llamado a la policía o haber pensado que quizás Abigail sea una acosadora, ella se alegró de verla. Eligió creerle y hasta la ha dejado sola en la cocina, de su departamento a una mujer que ha visto una sola vez y está en su departamento, con sus cosas, su laptop que tiene documentos importantes, las llaves de su auto, y todas las claves y cuentas bancarias en su teléfono.

A medida que va cayendo en la cuenta de todo esto, se da cuenta de la alarma que suena en su interior, ahora sí espabila y sale en toalla a la cocina, pero no hay nadie, aunque ve su mochila en la silla del comedor, vuelve tropezandose con sus pies cuándo la puerta de calle se abre y entra de nuevo Abigail. Se reprende por haber pensado que ella podría robarle, aunque no es un pensamiento fuera de lo extraordinario ya que solo se han visto una sola vez y aunque la hayan pasado muy bien, en esencia siguen siendo desconocidas.

Dulce como la mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora