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Abigail le sonríe al teléfono mientras camina por el departamento, con una taza de café en la mano, va a la habitación de Simba, le tira una almohada y le prende la luz para despertarlo, volviendo a la mesa en la cocina. Desde que están conviviendo ella le dijo las reglas, nada de mugre y trastos para lavar, lo que se ocupa se lava, te levantas cuando voy a despertarte o te dejo, nada se traer gente cuándo no estoy, hay cosas demasiado importantes en la laptop que tiene, como para correr el riesgo de que se la roben. Así es como Simba, se dió cuenta de que había elegido un infierno peor que el que lo podría haber tocado, entonces ese mismo fin de semana alquiló una habitación en el camino que Abigail toma para el trabajo, y se libró de ella.

—El día que saliste hecha toda una bichota, estuviste muy contenta ¿A quién le sonríes así? ¿A ella?

—A tu hermana —le responde ella.

—Sabes que no es gracioso, ya que te la tiraste.

—Fue antes de saber que era tu hermana y conocerte.

—¿Entonces?

—Se llama quete.

—¿Quete?

—Que te importa, metete en tus asuntos.

—Que nombre tan largo —le sirve una porción de pie de frutilla— Madox viene este fin de semana, iremos a una fiesta a ver chicas —ella le levanta una ceja y deja el teléfono— ¿Podremos ir a una fiesta?

Le da una probada al pie y masticando lentamente, sube la pierna, colocando el pie en el borde de la silla, pegándose la misma al pecho, una mala costumbre que mantiene desde que era una niña y que su madre odiaba, porque nunca, ni siquiera un vestido fue impedimento para que ella hiciera eso. Lo mira y él se queda espectante.

—¿Crees que soy estúpida o ciega?

—Por su vida no respondió a eso— ¿De qué hablas?

—Irán siempre y cuándo se cuiden de no manejar ebrios, no querrán tener un accidente que sobrevivan y que luego mueran accidentalmente... en mis manos, por estropear el auto.

Simba toma su café en silenció a su lado, él también tiene su propio toc y es tocarse todo el tiempo el cabello rapado corto como lo lleva, por eso se lo cortó en realidad y lo lleva así. Llegan a la sucursal los dos juntos.

—¿Hasta cuándo nos quedaremos? —le pregunta él llegando al taller.

—Jefa tenemos un problema —se presente un trabajador.

—¿Que hablamos? No digan un problema, tenemos una oportunidad.

—Jefa se nos ha presentado tremenda oportunidad.

Miraron el taller y ven como la entrada ha sido forzada, la persiana de metal doblada y casi están desvalijados. Fingiendo calma se pone a ver las grabaciones, y uno de los empleados a los que habían echado hace poco, al cual reconoció por los tatuajes de su brazo, entra desactiva la alarma y con otros 5 hombres entran y salen cargando un camión con un logo casi borrado de algo y sin patente. Se pasa el vídeo a su teléfono y se lo envía a amigos y contactos de confianza, meter a la policía en esto solo demorará las cosas por temas legales.

Toma una moto BMW y le avisa Úrsula de todo, siempre la tiene informada.

—¿A dónde vas?

—Traeré lo que se llevaron, este taller está a mi cargo, no pueden desaparecer cosas.

—Voy con...

—No, tú te quedas —lo frena con una mano en pecho y él intenta refutar—. Familia Simba, no voy a arriesgarte que te pase algo. Yo puedo sola, vengo en unas horas.

No lo deja contradecirla, Simba es como un hermanito menor para ella y sí, sabe separar las cosas del trabajo y la familia, cuando se le canta el culo en realidad, para eso manda ella, y porque jamás arriesgaría a sus hermanos a esto. Se marcha dejando a cargo a Simba que pone a todos a desayunar, sin herramientas no pueden trabajar. Con la lista en mano se sube a una de las motos y sale al encuentro con su gente de su vida anterior, gente con la que sigue en contacto y a la que le arregla los autos muchas veces gratis a cambio de pedirle estos tipos de favores en el futuro, para equilibrar la balanza.

—¿A dónde va? —le pregunta uno de los mecánicos más viejos del taller.

—Va traer de nuevo lo que se han robado.

—Pero, eran maleantes, hombres peligrosos.

—No te preocupes ella es: TERRANEITOR la máquina más poderosa que jamás ha existido, con tracción 4 x 4 y dos turbos motores. —el hombre lo mira extrañado, él se aclara la garganta—. Ella estará bien, ahora ellos, no lo sé.

Con la información del lugar, más la ventaja de haber sido una corredora clandestina, consiguen la dirección. Un tropel de autos modificados, más un camión, paran en la entrada de un galpón. Aunque le hab aconsejado no bajar, ella se coloca su gorra negra desteñida de la suerte, recogiendo su cabello en una coleta, se pone sus lentes negros y baja con un bate de baseball que dica DIÁLOGO.

Entran al lugar dónde el grupo de hombres con otros más, se mofan de su hazaña y ya están negociando el precio de las partes robadas, mientras toman cerveza y se ríen jugando a las cartas.

—Ding Dong —dice Abigail y de una patada hace caer al hombre de costado que a su paso se lleva la mesa con él— buenos días, hijos de puta.

—Qué... No pueden entrar aquí.

—Solo vengo a recuperar lo que me robaste.

—Espera, espera —dice de espaldas al suelo sin darle importancia a los demás hombres que la apuntan con sus armas— podemos negociar, sacaremos buen dinero y es más pueden llevarse algunas piezas ustedes —les dice a los hombres que vinieron conmigo—, para modificar sus autos.

—Yo soy leal a los míos Randall —empuña a diálogo— solo vine hablar ¿Ves? —le nuestra lo que dice el bate— nos lo llevaremos todo.

—De acá no van a salir con nada —uno de los hombres le quita el seguro a su revolver.

—¿Crees que me importa que me apuntes con ese revolver? Aquí vinimos solos, sin la policía. Me pregunto cuanto tiempo les llevará encontrar sus cadáveres —hombres armados y con hierros salen entre los vehículos— somos unos 30 contra 6 ¿Cuántas balas tienen antes de quedarse sin municiones? Bajen sus armas —a regañadientes las bajan— en cuanto a ti —golpea con el bate con fuerza varías veces a Randall— no te quiero cerca de BMW, y si te metes conmigo, te meteré aún vivo en un maletero y te empujare al mar, mientras te ahogas ¿Estamos claros? —el hombre en posición fetal asiente—. Carguemos todo en los camiones gente, pueden quedarse con lo que sobre.

En 5 horas Abigail estaba de vuelta con un camión descargando todo lo que se habían robado, corroborando que estuviera cada cosa que habían tomado.

—Bueno a trabajar que tenemos que entregar esos autos hoy.

Simba la ve con más respeto que antes, sabía de su pasado delictivo, pero no sabía del alcance de sus contactos.

Dulce como la mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora