40 | san francisco, yey

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─── ❝ san francisco, yey ❞ ───

chapter 40, the titan's curse


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—AVISENME CUANDO ESTO haya terminado —les dijo Thalia, apretando los párpados.

La estatua los sujetaba con fuerza; no podían caer, pero aun así ella se aferraba a su brazo de bronce como si le fuera la vida en ello.

—Todo va bien —la tranquilizó Percy.

—¿Volamos... muy alto?

Cornelia miró hacia abajo. A sus pies desfilaba a toda velocidad una cadena de montañas nevadas. Percy estiró una pierna y le dio una patada a la nieve de un pico.

—Nah —dijo Cornelia—. Ni tan alto.

—¡Estamos en las Sierras! —gritó Zoë. Ella y Grover volaban en brazos de la otra estatua—. Yo he cazado por aquí. A esta velocidad, llegaremos a San Francisco en unas horas.

A pesar de tener los ojos cerrados, Thalia resopló levemente divertida. Cornelia sonrió.

—¡Ah, qué ciudad! —suspiró el ángel que los llevaba—. Oye, Chuck, ¿por qué no vamos a ver a esos tipos del Monumento a la Mecánica, ese grupo escultórico de bronce que hay en el centro de la ciudad? ¡Ésos sí que saben divertirse!

—¡Ya lo creo, chico! —respondió el otro—. ¡Decidido!

—¿Vosotros habéis visitado San Francisco? —preguntó Percy.

—Los autómatas también tenemos derecho a divertirnos de vez en cuando —repuso su estatua—. Los mecánicos nos llevaron al Museo Young y nos presentaron a esas damas esculpidas en mármol, ¿sabes? Y...

—¡Hank! —lo interrumpió Chuck—. ¡Que son niños, hombre!

—Ah, cierto. —Si las estatuas de bronce pueden sonrojarse, Cornelia juraría que Hank se ruborizó—. Sigamos volando.

Aceleraron. Era evidente que los dos ángeles estaban entusiasmados. Las montañas se fueron convirtiendo en colinas y pronto empezaron a sobrevolar tierras de cultivo, ciudades y autopistas.

Grover tocaba sus flautas para pasar el rato. Zoë, aburrida, comenzó una competencia con Cornelia de lanzar flechas a las vallas publicitarias que desfilaban a sus pies. Cada vez que pasaban por un gran centro comercial (y los vieron a docenas), ellas le hacían unas cuantas dianas al rótulo de la entrada a ciento sesenta por hora.

Thalia mantuvo los ojos cerrados todo el trayecto. No paraba de murmurar entre dientes, como si estuviera rezando.

—Antes lo has hecho muy bien —la animó Percy—. Zeus te ha escuchado.

No era posible saber lo que pensaba Thalia con los ojos cerrados.

—Quizá —respondió—. ¿Y tú cómo te has librado de los esqueletos en la sala de los generadores? ¿No has dicho que te tenían acorralado?

Les habló de aquella mortal, Rachel Elizabeth Dare, que al parecer era capaz de ver a través de la Niebla. Thalia asintió.

—Hay mortales así —dijo—. Nadie sabe por qué.

—Cómo tú madre, según me contaste —agregó Cornelia mirando a Percy.

Él asintió, pensativo.

—Bueno, esa chica era un poco pesada —continuo—. Pero me alegro de no haberla pulverizado. Lo habría sentido mucho.

DAYLIGHT ─── pjo¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora