11. Mejor deja de hacer cosas ཻུ۪۪⸙

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Severus se encontraba en el último lugar en el que quería estar. La Mansión Malfoy era un inquietante recordatorio de la época más oscura de su vida, y parecía alimentar la agitación en su interior. La oscuridad arremolinada lo encapsulaba, asfixiándolo.

"Severus", lo saludó una voz, y se volvió para ver a Draco caminando hacia él. El joven mantenía la cabeza alta a la manera de los Malfoy, pero el muchacho estaba demacrado, con ojeras negras y la túnica mal ajustada. La vida de posguerra le había pasado una factura tremenda a Draco, y Severus sentía que la culpa, siempre punzante, le destrozaba las entrañas. Él también había sido un mortífago, tenía la misma marca en el brazo y, sin embargo, estaba a salvo en la casa del Niño que Vivió, disfrutando de las delicias del cuerpo de su esposa, mientras su ahijado se consumía sin su familia y sin el respeto que su nombre siempre le había proporcionado.

Estrechó la mano de Draco y lo siguió hasta el estudio, un lugar en el que Severus se había reunido con Lucius muchas veces a lo largo de los años. Lucius había sido un pésimo amigo para él, tratándolo constantemente como si fuera un campesino, pero era uno de los pocos a los que Severus sí contaba como amigo. Durante su época de espía, Lucius sospechaba de su lealtad, pero a pesar de su necesidad de complacer al Señor Tenebroso, Lucius nunca le había planteado esas sospechas al enloquecido megalómano. Narcissa había sido más de tratarlo con amabilidad, y ahora se había ido, habiéndose unido a Lucius en Azkaban. Draco no había cejado en su empeño de conseguir su liberación, recopilando todas las pruebas posibles de que al final se habían separado del Señor Tenebroso. Si el propio juicio de Severus servía de indicio, no había muchas esperanzas para ellos.

Draco le tendió un vaso de whisky de fuego y luego se llevó rápidamente las manos temblorosas a la espalda. Severus notó el hábito ansioso y no dijo nada, pero sintió pena y remordimiento por no haber sido capaz de proteger eficazmente a aquel muchacho.

"Entonces", empezó Draco, mirando a Severus con curiosidad, "¿por qué has venido?".

No era el momento de compadecerse; Draco lo tomaría como lástima, y Severus sabía demasiado bien lo que se sentía.

"¿Te ha contactado algún mortífago?" preguntó Severus sin rodeos.

La expresión de Draco se ensombreció, sus ojos grises se tornaron tormentosos. "Si es por eso por lo que has venido, puedes verte fuera. Lo he perdido todo. Tienes cojones de preguntarme eso".

Severus levantó una mano tranquilizadora. "No sería improbable, por mucho que ambos quisiéramos olvidar nuestra relación con ellos. Sólo pregunté por tu seguridad y la de los demás". Dio un sorbo al whisky y dejó que le quemara la garganta mientras pensaba en la seguridad de Hermione, que no se le había escapado de la cabeza ni un momento a pesar de lo enfadado que estaba con ella.

Cambiando rápidamente de tema, Severus se encontró solemnemente con la mirada de Draco. "Necesito acceso a tu biblioteca".

Draco lo miró perplejo, habiendo apoyado una cadera contra el gran escritorio de caoba de su padre. "¿Por qué necesitarías acceso a algunos de los libros más oscuros de Gran Bretaña?"

Severus prefirió ignorar el ligero tono burlón de su ahijado. "Son los tomos más antiguos los que busco, no necesariamente los que contienen magia oscura".

"¿Qué estás tramando, Severus?" le preguntó Draco, con los ojos entrecerrados.

Severus permaneció en silencio. No era tanto que guardara un secreto, sino que no tenía ningún deseo de insistir en por qué estaba aquí, todavía investigando una forma de restaurar a los Granger cuando su esposa, emocionalmente infiel, lo había herido tanto el día anterior.

Draco cruzó los brazos sobre el pecho, una pizca de sus viejos días arrogantes de la escuela arrastrándose en su expresión. "¿Cómo va la vida?", preguntó, con un tono casi sugerente.

Una ceja oscura se levantó. "¿Cómo dices?" preguntó Severus con un atisbo de sorna, como si advirtiera al chico de que dejara el tema. Tenía la incómoda sensación de que sabía adónde iba todo aquello y no estaba ni remotamente de humor para discutirlo.

Draco insistió, con una sonrisa de suficiencia evidente. "¿Qué tal la vida... con Granger?".

Los ojos negros de Severus brillaron peligrosamente ante el joven que tenía delante. Hace unos años, podría haber servido para advertir al joven de su actual rumbo, pero no parecía estar funcionando; una noción bastante desconcertante.

"Debe ser insoportable. Insufrible, incluso. Y en la casa de Potter, nada menos". Draco lo estaba irritando deliberadamente, algo verdaderamente estúpido. Severus le doblaba la edad y, sin embargo, Draco hacía que Severus se sintiera avergonzado, como si fuera una especie de traidor o tonto por relacionarse con los antiguos rivales de Draco.

"No puedo ni imaginarme intentando consumar un matrimonio con esa mugre. Probablemente fría como un pez", insistió Draco con desdén.

Severus avanzó amenazadoramente, ya harto. "Vas a cesar, Draco".

Hermione era todo menos fría. Era calidez, luz, todo lo bueno del mundo, incluso cuando se mostraba altiva, incluso cuando era difícil. Incluso cuando estaba ocupada concentrándose en su ex novio.

"Has llegado a quererla", acusó Draco, mostrando su disgusto en el rostro. "Me preguntaba por qué habías tardado tanto en venir. Estábas gozando".

Severus se encontró echando mano a su varita, la oscuridad en su interior arremolinándose peligrosamente. Ante la mirada de Draco, cerró los ojos y respiró hondo, recuperando la compostura. Se envolvió la túnica con fuerza y cruzó los brazos sobre el pecho, sintiendo cómo sus muros de Oclumancia se erguían a su alrededor para protegerlo con la misma solidez y fiabilidad con la que siempre lo cubrían sus túnicas. Había permitido que el vínculo del alma lo volviera más emocional y las burlas de Draco demostraban que eso era definitivamente una desventaja para Severus.

"Tardé meses en curarme, Draco", dijo con frialdad. "Lamento que estés en esta situación, y haré lo que pueda para ayudar a tus padres. Pero eso no viene al caso. ¿Me das acceso a tu biblioteca, o me voy ya?"

Draco lo miró consternado. "Has cambiado".

Severus suspiró cansado. "El cambio es inevitable, Draco, y todos debemos adaptarnos a este nuevo mundo. ¿De qué me serviría revolcarme en la miseria, lamentando mi destino? Esperaba morir, lo deseaba, pero no lo hice; y ahora, no del todo por mi propia voluntad, estoy atado a una antigua alumno. Atado, Draco. No puedo cambiar lo que es, pero puedo intentar no ser una desgraciado por ello". Por supuesto, era más fácil decirlo que hacerlo, pero Draco no necesitaba conocer los detalles de sus problemas actuales.

El chico lo miró boquiabierto, pero luego cerró la boca y señaló la puerta con la cabeza. "Haz lo que quieras con la biblioteca. Tienes suerte de que el Ministerio no te lo haya confiscado todo. ¿Cuánto tardarás en investigar?"

"No estoy seguro", contestó Severus, preguntándose aún por las palabras que habían salido de su propia boca. Su conflicto interior lo atormentaba. Abrirse a Hermione había sido una revelación y no quería volver a mantener sus escudos en alto constantemente, pero ¿cómo podía permitirse sentir de verdad cuando parecía una debilidad hacerlo?

"Tendré una de las habitaciones de invitados preparada para ti, si necesitas quedarte", se ofreció Draco.

"Gracias", le dijo Severus con sinceridad. Se dio la vuelta y salió de la habitación, con las emociones a flor de piel. Sin duda estaba disgustado con Hermione por su reacción ante Weasley. Pero sus reacciones hacia él eran genuinas, Severus lo sabía; ella no podía engañarlo cuando sus mentes estaban casi fusionadas mientras hacían el amor. Ya había luchado por una mujer y había perdido una vez; no le apetecía volver a hacerlo. Pero estaba ligado a ella y no iba a perder la oportunidad de que lo suyo funcionara. La conquistaría, costara lo que costara. Ella le pertenecía a él y a nadie más. Era suya.







𝐏𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐫𝐞𝐬 𝐦𝐢𝐚 || 𝐒𝐞𝐯𝐦𝐢𝐨𝐧𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora