7. Yo cuidaré de ti ཻུ۪۪⸙

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Era la mañana anterior a su cópula semanal, y Severus la esperaba con impaciencia.

Se había despertado el sábado pasado con la cama vacía y una nota de su esposa que decía: "Me imaginé que necesitarías descansar, así que decidí dejarte dormir hasta tarde. Volveré para cenar". A pesar de su comentario descarado y de la vergüenza de haberse despertado cerca de la tarde en su cama, él apreciaba que ella le hubiera hecho saber que estaba fuera y cuándo volvería. Tal vez empezarían a progresar lenta pero constantemente en este nuevo mundo.

Su desfloramiento había sido toda una revelación. Nunca en su vida había presenciado la verdadera reacción de una mujer a sus caricias, puras y sin adulterar. Tan fuerte como había sido la Oclusión, las emociones de ella le habían asediado, como un ariete contra la más sólida de las puertas de un castillo. Él había resistido todo lo posible, pero había resbalado y se había perdido en su cuerpo, en su respuesta a él, y ella lo había atrapado. Ella había sabido que él estaba abierto, y eso le había aterrorizado. Al final se sintió un poco culpable por haberse encerrado en sí mismo, pero se alegró de haber ido en contra de su instinto de huida y haberse quedado con ella.

Si a la noche siguiente se hubieran encontrado a solas, el reencuentro habría sido incómodo, pero Potter los acompañó a cenar y la conversación fluyó libremente. Sobre todo entre sus compañeros, pero a menudo pedían la opinión de Severus sobre el asunto que se estaba tratando. Él no estaba seguro de cómo se sentía al respecto. No le gustaba socializar y no le apetecía jugar a las casitas con ellos. Pero en el fondo, la parte de él que había sido rechazada durante tanto tiempo, la parte que reprimía a toda costa, le susurraba lo que podría ser en el futuro que le habían dado. O mejor dicho, que le habían impuesto.

Hermione le dio las buenas noches tímidamente, y así continuó la rutina durante toda la semana. Nunca se encontraban a solas, pero sus conversaciones durante la cena se hacían cada vez más profundas, y él aprendía más cosas sobre su esposa que sólo conseguían -por mucho que intentara resistirse a los sentimientos- embelesarlo aún más. Ella siempre había memorizado y regurgitado información, pero a él le agradó descubrir que había aprendido a interiorizar y procesar la información, y que realmente era una persona brillante que podía desafiarlo en muchos temas diferentes. Era muy tonta, hacía resoplar a Potter más veces de las que podía contar, y tenía una risa tintineante que le iluminaba toda la cara. Cuando no llevaba túnica, vestía unos horrendos jerseys holgados que sacaban de quicio a Severus; no sólo por lo feos que eran, sino porque no dejaba de imaginarse su cuerpo debajo. Sin embargo, a pesar de la luz que parecía aportar a los que la rodeaban, él podía identificar una tristeza subyacente en ella, hasta el punto de que en más de una ocasión había considerado la posibilidad de abrir su conexión de lazos del alma para sentirla.

Por la noche, daba vueltas en la cama, añorándola, soñando con su pelo alborotado esparcido por las almohadas, su piel suave, su cálido calor. Era una especie de tortura, no muy distinta de las fiebres que había sufrido mientras luchaba contra el veneno de Nagini. En lugar de dejarse vencer por la frustración, como habría hecho en otra vida, prefirió pensar en la anticipación de su cita del viernes por la noche, planeando cómo la tomaría a continuación, preguntándose si ella lo estaría deseando tanto como él.

Se había despertado temprano y había sentido la excitación de saber que era viernes una vez más. Con la esperanza de pillar a Hermione desayunando, aunque fuera con Potter el Tercero, se dirigió a la cocina.

Abrió la puerta y la visión que tenía ante sí le hizo hervir la sangre de furia.

Ronald Weasley estaba detrás de Hermione, intentando enseñarle a hacer una tortilla, y se reían juntos mientras sus brazos la aprisionaban.

𝐏𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐫𝐞𝐬 𝐦𝐢𝐚 || 𝐒𝐞𝐯𝐦𝐢𝐨𝐧𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora