20. Porque eres mío ཻུ۪۪⸙

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Hermione estaba sentada a la mesa, mirando a su marido por la espalda mientras preparaba café para cada uno. Por su culpa, ahora prefería el café que al té, pero sólo si él le añadía dos de azúcar y un chorrito de leche.

No le entendía. En absoluto. Él sabía cómo prefería sus bebidas. Le dejaba llevar a la cama sus camisas blancas perfectamente planchadas. Le hacía el amor febrilmente, abriéndose a ella a través del vínculo de sus almas, y aun así no le decía las palabras.

Ella se dijo que no las necesitaba. Sus acciones seguían mostrándole todo lo que necesitaba saber, y tenía que ser suficiente. Esta mañana había aceptado el puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras de McGonagall, e incluso había informado a la directora de que Hermione y él necesitarían una vivienda adecuada, dado que eran un matrimonio. La emoción de aquella directiva le había puesto los pelos de punta. Su propio espacio, juntos, había sido algo que ella había anhelado más de una vez. Saber que Severus también lo deseaba le hizo dar un vuelco el estómago.

Pero él no decía las palabras. Y había sido algo cortante con ella toda la mañana, como si tuviera una preocupación subyacente. Merlín, ella podía sentirlo a través de su vínculo, pero el obstinado hombre se negaba a hablar de ello.

Para ser justos, ella tampoco expresaba sus sentimientos. Tenían una reunión con Kingsley dentro de una hora y, antes de que Harry se fuera a trabajar, le había dicho que Kingsley planeaba darles una anulación por la ayuda de Severus en la lucha contra el remanente de los seguidores de Voldemort. Al parecer, el Wizengamot tenía en muy alta estima esta muestra de lealtad por parte de Severus -aunque, por supuesto, no tenían ni idea de que la razón por la que había actuado de verdad era por ella- y estaban dispuestos no sólo a exonerarlo, sino también a ofrecerle un puesto en el Ministerio.

La sola idea de perderlo le hacía doler el estómago. Por encima de su cadáver rompería sus lazos con ella. Ahora era suyo, maldita sea, dijera o no la palabra con "A".

Terminaron su café en silencio, y Hermione se preguntó por qué estaba siendo tan terca consigo misma al no discutirlo con él. No podía soportar la idea de convencerlo de que viviera con ella si él no lo deseaba de verdad. Aceptaría cualquier resultado que él eligiera al final, aunque le dolería más que el Cruciatus si decidía separarse.

Se aferró a él con fuerza mientras se dirigían al Ministerio y luego al despacho de Kingsley. No quería soltarlo. Quería que él supiera que no quería soltarlo y, sin embargo, no se atrevía a decirle nada.

Kingsley sonrio a modo de saludo mientras se levantaba de su asiento. Bordeó el enorme escritorio de roble para reunirse con ellos en el centro de la sala y estrechó la mano de Severus con firmeza y expresión complacida. Luego tomó la mano de Hermione en señal de saludo y la acarició afectuosamente mientras la conducía a una silla para que se sentara. Severus se sentó a su lado, encaramado en el borde y con cara de no tener tiempo para reunirse con el Ministro en persona.

"Me complace comunicarles a ambos las emocionantes decisiones tomadas por el Wizengamot en el transcurso de los últimos días", dijo Kingsley, encaramándose al borde de su escritorio y mirándolos. "Severus, tu ayuda para encontrar y derrotar a los restos de los seguidores de Voldemort, unos muy peligrosos, ha causado una gran impresión en el Wizengamot. Por fin tienen claro que se puede confiar en ti".

Hermione resopló con fastidio. "Debería haber estado claro desde el principio".

Kingsley casi dejó que su expresión de alegría flaqueara, pero rápidamente continuó con su resumen. "Sea como fuere, ahora han decidido que seas exonerado".

Hermione se acercó a Severus y le agarró la mano. "Es maravilloso", dijo en voz baja, con una suave sonrisa. Se le revolvió el estómago y trató de controlar sus emociones.

𝐏𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐫𝐞𝐬 𝐦𝐢𝐚 || 𝐒𝐞𝐯𝐦𝐢𝐨𝐧𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora