Salimos a la superficie. Yo, sujeta de la mano de Dylan.
Los Asesinos de La Aldea nos observaban, fríos, calculadores. Una de ellas, de cabello negro azulado natural, piel pálida como el mármol y ojos que hipnotizaban oscuridad, deslizó su dedo por mi cabello, llevándoselo a la nariz.
—Huele al efluvio de Dylan... pero también a ella —dijo, con los ojos dilatados, como si el hambre despertara en ella—. Y esa combinación es... exquisita. La belleza pura.
¡La Ponzoña funciono!
Saldría con vida de allí. ¡Ojalá!, gritaba mi conciencia.
Mi mano libre se alzó temblorosa hasta aferrarse al brazo de Dylan. Su piel ardía, firme, una promesa de fuerza implacable que me envolvía en su dominio.
Sus ojos, oscuros y asesinos, no parpadeaban, clavándose en mí con una intensidad que me desnudaba, me exponía. No era un refugio; era una jaula, y no podía —no quería— soltarme de él. Menos allí, rodeada de sombras y homicidas en las entrañas de la Aldea.
Lo positivo: contenía un 50% del efluvio de Dylan.
La Ponzoña se volvió alquimia en mi cuerpo, una reacción química que fundió su esencia con la mía. El resultado: un olor denso, embriagador, casi tangible. Cada molécula parecía una trampa, un susurro que llamaba a quienes lo percibían.
«Adictivo», dijeron, como si mi piel exhalara un reclamo invisible, un rastro que ardía en las narices y encendía el instinto de pertenencia.
La muchacha, que extrañamente vestía telas finas y negras, con un tipo de pájaro negro en su hombro, no me quitaba los ojos de encima. Su mirada era un filo que cortaba el aire entre nosotras. Se inclinó, su presencia helada colándose en mi interior como una daga. Su nariz rozó mi cuello, aspirando mi fragancia natural con descaro, como si reclamara algo que no le pertenecía.
Avanzábamos entre los susurros de los asesinos, cada paso marcando el descenso hacia un abismo que parecía inevitable. Su voz rompió el silencio, suave, pero afilada:
—Su sudor es tan... fresco, como la brisa marina.
Olía riquísimo, la esencia corporal virgen combinada con la Ponzoña y efluvio de Dylan creo un perfume natural perfecto. O eso dijo Christian.
—Es un perfume —la muchacha sostuvo la sonrisa. Avanzo y se inclinó sobre mi hasta que pude sentir el movimiento de su aliento sobre mi rostro—. ¡Es joven y virgen! ¡Hay besos para todos!
Dylan se detuvo. Y ella avanzo a mí, frente a frente. Acerco sus labios a los míos, olfateando la piel rosa de ellos.
Yo permanecí quieta, mirando bajo mis pestañas la agonía de una deliciosa expectación.
—Su aliento es... —dijo con suma fijación en mis labios. Y su nariz entre mi nerviosismo. Contenía la respiración rota. Y el aliento le rebotaba en sus mejillas pálidas. Y es allí que dedujo el olor—. En un sentido es dulce. ¡Dulce como la miel!
Por mi parte, caí en una especie de parálisis de miedo. Solo cuando el hombre se encuentra cara a cara con semejantes asesinos puede comprender su verdadero significado.
—¡No, no me toques! —murmure nerviosa cuando alzo su mano con uñas largas y rojas a mis mejillas.
Los ojos de ella se desorbitaron ante mi reacción. El aire se volvió denso, como si cada palabra suya fuera un lazo apretándose alrededor de mi cuello. Me aferré al brazo de Dylan, buscando refugio en su fuerza, pero también sintiendo la amenaza que venía de todas las direcciones. Los ojos asesinos que nos rodeaban me quemaban la espalda, haciéndome consciente de que el peligro estaba al alcance de un aliento.
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DESCONOCIDO
Mystery / ThrillerUN DESCONOCIDO UN MUNDO DESCONOCIDO Y UNA CHICA DISPUESTA A CONOCERLO (Videojuegos, películas clásicas de asesinos, libros, diálogos, series, animes, manga, lo que he escuchado decir de personas reales, de mi creatividad. Un día quise soltarlo y es...