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—¿Cómo estas? —su tono dulce hizo que me arrepintiera de mi elección, si debí cerrarle la puerta.

—En este momento acostada tratando de encontrar paz en mi encierro habitacional.

Él solo sonrió volviendo a su habitual postura, no lleva traje esta vez, si no un pantalón de tela café y una camisa blanca recogida hasta los codos.

—Una vez escuché una respuesta similar.

—Supongo que la merecías.

—En serio, ¿cómo te sientes luego de esto? —su mirada, aunque seguía siendo suave, ya no tenía la chispa diversión.

—¿A que te refieres con "esto"? —levanté mi torso acomodando las almohadas en la cabecera de la cama para sentarme bien. Aún tengo una intravenosa en mi brazo por la cuál pasan todas los hierros y vitaminas que mi cuerpo aún necesita.

—Esto, el hecho de que hayas pasado inconsciente nueve diez y que ahora estés despierta como si nada, que la doctora Ormon haya actuado normal como si esto fuese algo cotidiano ¿Qué ocurre contigo? —preguntó despacio. No hay reproche en su voz solo las ganas de saber todas las respuestas a sus dudas.

No sé si quiero seguir hablando con medias verdades. Las palabras que me recordó aquel ser ese día en el ascensor rondan por mi cabeza más de lo que lo han hecho en los últimos años.

Nadie va a recordarme, nadie lo haré. Entonces ¿Por qué seguir mintiendo en vez de comenzar a hablar con la verdad? No quiero seguir sintiéndome mal por todo y todos, no quiero seguir sintiendo ese dolor inexplicable en mi garganta, ya no me quiero tragar las palabras, quiero dejar que salgan sin importarme cuál sera su causa, sin importarme la reacción de las personas al escucharlas. Realmente no quiero silenciar mi voz.

No me silencies a mi entonces, escucha lo que digo en vez de ignorar cualquier palabra. Eso puede ayudar.

No, tu no ayudaras. Sé que solo me harás sentir mal.

Pero... si soy solo tu consciencia ¿o es que lo has olvidado? Solo digo lo que tu expresas, no te mientas, soy tu voz interna.

Silencia tu voz. Silencia tu voz.

—¿Pollet?

—Perdón —sacudí mi cabeza. No quiero arrastrarlo pero tampoco quiero alejarlo, es la única compañía y su calidez es algo a lo que me estoy acostumbrando y no solo me refiero a la que me hace olvidar el frío.

—¿Te sientes bien?

—Yo... No, bueno si, solo estoy cansada —él no respondió nada más, solo me observa con preocupación y curiosidad. —No sé lo que ocurre conmigo, bueno no lo sé con exactitud —hice una pausa pensando bien mis palabras y al ver que él no pensaba soltar palabras hasta que terminara de hablar, continué. —La doctora Ormon prefiere llamarlos episodios, ya sabes a "esto", suele ocurrir con frecuencia pero no con tanta como para preocuparse, entro en una inconsciencia que desconozco y mi cuerpo no coopera para que despierte mi mente así que solo me pierdo en la oscuridad.

No es mentira, todo eso es verdad sin embargo no sé si quiero seguir conversando o si quiero emplear medias verdades en todo esto.

—Entonces no es la primera vez —comprendió sentado en el mismo sillón donde lo vi cuando volví. Negué sin saber que más decir. —¿Y que pasa cuando vuelves?

—¿A que te refieres? Digo, que es "cuando vuelves" —hice unas leves comillas en el aire con mis dedos.

—Cuando despiertas ¿qué sientes?

—Pues dolor ¿no? —él me observo con confusión, frunciendo ligeramente su ceño. Esa es una nueva imagen de él para guardar.

No sabía que guardabas imágenes de él.

Destinados a serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora