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Desperté al siguiente día con la idea de haberse sido aplastada por un camión, un gran camión.

Mi respiración la siento pesada y demasiado caliente, llevo mi mano hasta mi frente y no me siento diferente, así que no creo tener fiebre.

Cada parte de mi cuerpo la siento adolorida y a pesar del frío que me esta hincando cada parte de mi cuerpo me obligo a levantarme de la incomoda cama. Que noche pesada y larga ha sido esta. Bufo sin ganas de nada y menos de darme una ducha pero es que he despertado empapada de sudor, de la manera mas literal, incluso las sabanas están mojadas con mi sudor. 

Como decía, noche pésima y mañana de la misma manera.

Me muevo con lentitud hasta llegar a la puerta del baño, siento que nomas necesito dar un paso en falso para caer de bruces en el suelo, así que me voy sosteniendo de las paredes y cuando ingreso al baño cierro la puerta con seguro, privacidad y tranquilidad es lo que necesito. Por otro lado, no pasan de las seis así que no creo que las enfermeras se acerquen con el desayuno y las pastillas.

Saco la prenda inferior de mi cuerpo casi gritando, el roce de la ropa contra mi piel es ardiente e incomodo, se siente como si estuviera pasando por un camino lleno de ortigas con la piel desnuda. Inhalo una gran cantidad de aire para sacar el abrigo que tengo puesto, me toma varios minutos recuperarme de eso y luego voy con la blusa blanca de tiras, respira, respira, respira. Cada roce quema de manera indescriptible mi piel, es irritante y duele.

Me esfuerzo por no llorar pero el dolor es insoportable, y el frio que siento ya esta clavado en lo profundo de mi cuerpo haciéndome temblar. ¿Por qué estoy pensando que no pasaré de hoy? Tengo que sobrevivir así este destinada a morir.

Tal vez ya no te queden energías para la vida, ¿no lo has pensado?

¿Qué se supone que tengo que pensar?

El hecho de que tu cuerpo ya no se siente cómodo en este plano, el hecho de que te estas desgastando.

No. Pero tampoco debería importarte si así fuera, no creo que este bien que sigas en mi contra.

Silencio. Aquella voz dentro de mi cabeza no volvió a decir nada más pero la siento inquieta removiéndose por toda mi cabeza, queriendo soltar palabras que no estoy lista para escuchar.

Con mucho esfuerzo ingreso a la regadera, inhalo y exhalo varias veces hasta que me siento lo suficientemente fuerte para recibir el agua sobre mi pero aun así se vuelve todo un reto no salir corriendo cuando siento las primeras gotas caer con fuerza en mi piel. Siento como si estuvieran pasando cuchillas finas sobre mi, con la intención de hacerme sangrar y abrir capa por capa mi piel.

Y no, no exagero, realmente lo siente así.

—Vamos, no llores —me susurro con dificultad, tratando de infundirme fuerzas. 

Paso el jabón por todo mi cuerpo con delicadeza restregándome suavemente cada parte, limpiándome a conciencia. No se cuanto tiempo pasa pero estoy con el cepillo dental en mis manos cuando escucho dos golpes en la puerta del baño. Oh vamos, debe ser una broma.

Enjuago mis dientes y me apresuro a vestirme. Seco todo mi cuerpo y cabello con delicadeza ya que noto la toalla como si fuese lija lista para arrancarme la piel. Dos golpes más, gritaría para hacerle saber a la persona del otro lado de la puerta que estoy bien pero la voz no me sale alta y algo me raspa con todas las fuerzas dentro de ella cuando intento hablar fuerte. 

Abro la puerta cuando ya me he puesto todas las prendas limpias, necesarias. Salgo descalza porque no ingresé al baño con un par limpio de medias.

Observo toda mi habitación y no encuentro señales de nadie dentro de ella. Raro.

Destinados a serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora