24 de diciembre, 2013.
Martina se suena la nariz por decimosexta vez en media hora, la cabeza le da vueltas y se siente como si estuviese conteniendo litros de agua. Se deja caer en la almohada luego de tirar el pañuelo usado en dirección al tacho de basura, pero el mismo está lleno y el papel rebota en la pila y cae al piso, pero a la rubia no le importa. No contaba con la energía suficiente para hacerse cargo de la limpieza.
Era su tercer día y si bien los médicos le habían confirmado que era un resfrío normal, creía que se podía desmayar del dolor de cabeza y aún faltaban un par de horas para que llegue el momento de tomarse el próximo analgésico. Las luces navideñas que iluminaban la casa y el olor potente a comida emergiendo de la cocina no hacían más que empeorar su cuadro y retenerla en la cómoda oscuridad de su habitación.
Estira su mano, con una pereza desmedida, y aprieta la barra espaciadora en su portátil, dándole continuidad a la serie que estaba viendo.
Los personajes estaban en medio de una acalorada discusión cuando la puerta de la habitación de Martina se abrió de repente, causando que ella gire la cabeza bruscamente para observar quién era el intruso que había ingresado sin tocar la puerta. El movimiento rápido empeora el dolor de cabeza de la rubia y del mareo casi no distingue que era Enzo quien cruzaba la puerta y se acercaba a la cama. Rápidamente, ella se esconde bajo las sábanas, apurada por esconder su cara hinchada y su nariz irritada del chico con el que sale.
—Buenas, buenas. —Saluda él, jocoso, adentrándose en la habitación oscura. Rodea la cama de la enferma y se dirige derecho a las ventanas, las cuales abre de par en par. Tanto las persianas como los vidrios.
—¡Enzo! —Reta ella, aún desde su escondite bajo las sábanas.
—Hola, linda.
—¿Qué haces acá?
—Vine a verte. Me crucé a tu mamá y me dijo que estabas enferma.
—¿No tenés que entrenar hoy? —Pregunta, más como un recordatorio hostil que como una pregunta, pero él se encoje de hombros.
—Tengo dos faltas, igual. —Él se sienta en el borde de la cama, mirando al bulto bajo el cual se escondía ella.
—¿Pero si te enfermas?
—No me enfermo nunca, yo.
—Bueno, si te quedas acá te vas a enfermar. —Advierte, pero él se ríe y empieza a clavar los dedos índices sobre el cuerpo de Martina, sin estar seguro de qué parte exactamente estaba tocando.
—¡Basta! —Se ríe ella involuntariamente, ante las cosquillas del mayor. — Enzo si te quedas acá te vas a enfermar.
—Si es por estar con vos, no me molesta. Sacate esto, dale. —Pide, tironeando de la sábana.
—No quiero. Estoy horrible.
—Imposible. —Sonríe, y tímidamente Martina empieza a descubrirse la cara, pero tan pronto como cruzaron miradas Enzo hace un gesto de asco y la vuelve a tapar. — ¡Nooo, boluda!, estas re demacrada. —Se ríe.
—Ay, ves que sos un forro. —Él se ríe y se acuesta en la cama junto a ella, donde se envuelven en una lucha por las sábanas que Enzo gana y Martina pasa a cubrirse la cara con las manos. —Dejame en paz, ándate.
—Ni en pedo. Sabes que te jodo, estás hermosa siempre vos. —Le dice mirándola a los ojos. —Pero vení, vas a estar enferma una década si seguís así. —Se para de la cama y le extiende una mano a Martina para que haga lo mismo.
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Entre nosotros
Fanfiction"And I will always love you, how I do Let go of a prayer for you Just a sweet word The table is prepared for you" Martina recibe un inesperado mensaje de un amor de su adolescencia, y cuatro años después de su separación, se reencuentra con Enzo, a...