Capítulo 11

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Los besos húmedos en el cuello estaban haciendo que Martina se derrita en los brazos de Enzo. El cuerpo de él ha cambiado tanto desde las últimas veces en las que habían estado juntos, y sin embargo no se deja de sentir familiar.

Él ya se sacó la remera y Martina se aleja ligeramente para acariciarle la panza, sus dedos trazan el contorno de los músculos de Enzo y él se deja tocar, con los ojos fijos en la mano de Martina y una sonrisa de lado orgullosa al ver la conformidad de la rubia con lo que está observando. El dedo índice de ella pesca el bóxer que sobresale del pantalón y tira de él para volver a atraer al mayor hacia sí, retomando los besos.

El calor parece subir en la habitación y el futbolista se agacha para acariciar el muslo de Martina, deslizando las manos por abajo del vestido de ella, y una vez que llegó a la altura suficiente, la aprieta indicándole que salte. Ella enreda las piernas en las caderas de él y lo sigue besando, a pesar de que los breteles del vestido se habían caído por sus brazos, aquello no le molesta en lo más mínimo. Deja que Enzo instale sus manos en su culo, clavando los dedos en sus glúteos de la furia con la que la sostiene.

Martina, desesperada por más, menea sus caderas por sobre las de él, ganándose un gruñido de aquellos familiares, y sabe que la tensión en sus jeans por sobre sus bóxers se le está haciendo insoportable. Ella desliza una mano entre los cuerpos de los dos y la introduce directamente en el pantalón del mayor, separándose para verle la cara en el momento en el que toca su miembro. Lo sostiene entre sus dedos y comienza a masajearlo, ganándose que él cierre los ojos, se muerda el labio, y ruede el cuello hacia atrás.

—Qué hija de puta.

Él siente que está a punto de explotar, pero no piensa dejar atrás el placer de Martina, es entonces que la deposita en el sillón blanco y la mira sabiendo que se la va a comer toda. Ella lo mira expectante desde su posición, y se muerde el labio mientras observa como él se saca los jeans y las zapatillas, preguntándose cómo es posible que sea tan lindo.

No aguanta las ganas, y cuando el mayor se vuelve a acercar a ella para besarla, lo toma de la nuca y lo aprieta contra sí con fuerza, profundizando el beso. Él la toma con una mano de la cintura, y la otra la desliza entre las piernas de la rubia, que suspira cuando siente los dedos ágiles de Enzo trazar círculos sobre su ropa interior, para luego correrla hacia a un costado y sostenerla ahí al tiempo que separa sus labios, para introducir sus dedos dentro de ella, causándole un placer profundo. El futbolista aprovecha que Martina tiene el cuello extendido hacia atrás y le deposita besos húmedos en aquel área, para bajar sobre sus clavículas y finalmente llegar al escote del vestido. La ropa parece volverse insoportable, y Enzo baja las manguitas del vestido para descubrir los pechos de ella, los cuales saborea y acaricia detalladamente, como queriendo asegurarse de despertar cada nervio en el cuerpo de la chica que le gusta, lo cual está logrando a la perfección. Martina se siente empapada y no cree tolerar mucho tiempo más de aquella previa, necesitaba sentirlo adentro de ella. Baja las manos que tenía posicionadas en el pelo del mayor y las dirige a su bóxer, el cual retira, y conectan una mirada donde ella nota que Enzo tiene los ojos oscuros y nublados, fue su señal.

Lo empuja por los hombros hasta dejarlo caer en el sillón, él la mira obnubilado, expectante. Ella arruga el vestido en su cintura y se arrodilla en el piso frente al mueble, le saca la ropa interior y envuelve su miembro con una mano mientras que con la otra le aprieta el muslo tatuado. Fijan miradas mientras ella se lo introduce en su boca, succiona por unos minutos, tomando tanto de su longitud como le es posible, él cierra los ojos y deja caer su cabeza hacia atrás, jadeando con la boca ligeramente abierta, Martina no puede evitar pensar en lo hermoso que es verlo relajado, con el pecho moviéndose a la par de sus respiraciones, sus tatuajes brillosos por la transpiración, el aroma a su perfume, el pelo que había traído sin peinar ahora ligeramente revoloteado. Una vez que se deleitó lo suficiente con la vista, Martina se sienta a horcajadas sobre él, quien vuelve a levantar la cabeza y le acaricia todo el cuerpo, incorporándose para ayudarla.

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⏰ Última actualización: Oct 18, 2023 ⏰

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