Cap. ✶ 5

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( pequeña nota antes de comenzar, cambié el nombre de la historia, antes era "Forget Him" pero como llegó la inspiración decidí cambiarlo por "la esquina de la calle 8", gracias, disfruten.)

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Satoru por un momento pensó que estaba soñándolo, que el sentimiento tan hermoso de sentir los labios de Suguru contra los suyos no era real, que no era suficiente, que necesitaba aún más de esa sensación adictiva, de su respiración.

Quiso quitarlo, empujarlo de su cuerpo, decirle que no era correcto, pero no pudo, sus manos y dedos no tenían la fuerza suficiente para hacer un movimiento en contra de Suguru, su mente se había vaciado completamente y sólo podía escuchar su corazón latir de manera acelerada, sintiéndose ansioso por más.

Suguru se separó para tomar aire, pero cuando Satoru intento alejarse levemente, el contrario tiro levemente de su cabello, y mierda, Satoru no podía con tanto, esa sensación de desesperación e impotencia lo estaba matando y bloqueando cada parte de su cuerpo como un incendio que nacía desde el fondo de su pecho.

— Suguru...mierda. — musitó cuando el nombrado volvió a tirar de su cabello, y Satoru no sabía como es que una acción así podía ponerlo tanto.

Suguru lo tenía hecho un completo desastre, y a Satoru le encantaba.

— ¿Qué sucede, Toru, no te gusta? — preguntó con una leve preocupación, y este simplemente negó, jadeante y agitado por el beso tan largo. Satoru nunca había besado a alguien de esa manera, su primer beso había sido con una chica en primaria por un reto, pero ni si quiera le había gustado, pero esto estaba lejos de ser bueno, era más que bueno, excelente. Quizás era por su poca experiencia, pero era el mejor beso de la historia de los besos para él, los labios de Suguru eran tan suaves como imagino y las manos de este apegándolo a él lo volvían loco; lo volvía loco la idea que Suguru también lo quería, que también le gustaba, lo hacía tan feliz.

Nunca llegó a pensar que Suguru lo besaría.

— Bésame más, por favor. — susurró de manera débil y algo avergonzado por exponerse de esa manera ante él, pero en esta situación, realmente no le importaba verse así de necesitado por sus labios, solo le importaba volver a tocarlo.

Honestamente, Suguru tampoco podía creer la escena que estaban viviendo, Satoru había sido su mejor amigo durante toda su vida, y nunca había pensado que ahora se encontraba a escasos centímetros de él, con su corazón palpitando con fuerza y con sus labios cosquilleando por probar nuevamente los de su contrario, había estado enamorado un par de veces, pero quizás solo eran amores platónicos.

Hasta que Satoru lo besó.

Satoru no recuerda cuanto tiempo, u horas estuvieron besándose y tocándose el uno con él otro, solo recuerda que hubo un punto donde ambos se quedaron dormidos entre risas avergonzadas y torpes confesiones.

Cuando la luz golpeo su rostro por la mañana, se dio cuenta que hoy día, lo árboles parecían más apagados de lo normal, sus tonos verdes comenzaban a convertirse más amargos, las hojas se caían, completamente secas y el viento corría con demasiada frecuencia que temía que algún semaforo se cayera en medio de las desoladas calles. A mucha gente que molestaba ese tipo de climas e incluso les intrestecian, pero para Satoru y Suguru ese no era el caso; para ellos ese tipo de días eran los mejores, disfrutaban de ver películas en su sillón viejo y deshilachado (pero extrañamente cómodo), y envolverse en su anticuada cobija, acompañados de dulces chucherías y las palomitas mas saladas que pudieron haber encontrado el la tienda de convenencia, aunque lo raro era que ellos nunca se quejaban sobre este sabor.

Pero en vez de eso, Suguru estaba sentado en el escritorio de su habitación narrando reseñas sobre un libro Francés que, evidentemente, era una comedia romántica, pues aparentemente a su profesora le encantaba este tipo de libros desde que comenzó a follar con su profesor de literatura Francesa.

¿Y Satoru? No lo sabía, había escapado por la mañana y únicamente había dejado una nota sobre la barra de la cocina que decía "tuve que salir por una emergencia, no tardo" acompañado de una carita feliz al lado de esta simple oración que no le decía ni explicaba absolutamente nada.

Suguru no pudo dejar de pensar toda la madrugada, mañana y parte de la tarde en cómo las manos huesudas y delgadas de Satoru habían recorrido su cuello, o su piel, en general, era como si le hicieran cosquillas con alguna pluma, solo que, en vez de soltar risas, dejaba escapar sonidos vergonzosos, pero estaba lo suficientemente desconcentrado para notar estos. (Claro que, en la mañana lo recordó a la perfección y quiso llorar de la vergüenza que le había provocado).

Se preguntaba si Satoru había sentido la misma vergüenza al recordarse a si mismo jadeante ante los toques mutuos, se preguntaba si le había gustado tanto como él, se preguntaba a si mismo si Satoru de verdad le gustaba, pero esa duda se iba rápidamente de su cabeza cuando recordaba la intensidad con la que besaba a este, con la necesidad de volver a sus labios una y otra vez y hacer pequeñas acciones que hacían jadear y ruborizar a su mejor amigo. También se preguntaba si seguirían siendo mejor amigos después de todo lo que había pasado, pues le aterraba la idea de perderlo por algo así, o si acaso Satoru dejaría de hablarle por arrepentimiento o por pena, las dudas también carcomían el cerebro de Suguru, y a él tampoco le gustaba estar enamorado.

Satoru llegó una hora después, con bolsas de comida rápida y algunas compras básicas del supermercado que hacían falta. El peli blanco se veía absolutamente normal con su típica sudadera roja y sus pantalones aburridos, pero Suguru incluso sintió un escalofrío al verlo, pues aunque su ropa y rostro eran típicos, y los veia cada día, ahora le parecía sumamente atractivo incluso con pijama.

— Hola, Toru.

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La Esquina de la Calle 8 • SatosuguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora