Cap. ✶ 3

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A Satoru se le ocurrían miles de ideas para escapar de esta situación tan estresante y poco moral llamada "Enamorarse de su mejor amigo", sonaba tan tonta como lo era, porque, realmente lo era. Trataba de concentrarse lo mas que podía en sus clases de anatomía humana, pero el pensamiento de Suguru descubriendo la verdad era casi tan desagradable como ver partes del cuerpo de personas reales ya fallecidas. Sus pensamientos fueron desechados de su mente tan rápido como la luz cuando su profesor gritó:

— ¡La clase ha terminado, muchachos! Son libres de retirarse, no olviden la tarea que les deje para la próxima clase. — Satoru maldijo, pues él ni si quiera recordaba que su profesor le había encargado una tarea.

Este dia no fue común, pues ni Satoru ni Suguru se encontraron al terminar sus clases, tampoco se mandaron ningún mensaje tonto diciendo "lo siento, no llegare porque me quedare en casa de Shoko" o algo así, y Satoru nunca llego al dormitorio de la pequeña pensión que rentaban. A Suguru le pareció raro, lo suficientemente preocupante como para llamarlo varias veces, pero su amigo jamas atendió a sus llamadas, como si lo estuviera evitando a toda costa.

Porque eso es lo que pasa cuando te enamoras, lo dejas todo atrás y pretendes que todo sigue bien.

Satoru no lo habría ignorado si no hubiera sido por su madre. La verdadera razón por la que nunca llego a la pensión fue por esta, que le pidió que por esa tarde se pasara por su casa, tomando como excusa que hace muchos meses que no veía a su hijo y por consecuencia se sentía sola y abandonada tanto como un trapo viejo o un limón en el refrigerador. Satoru la conocía, sabia que eso solo eran mentiras para que fuera a su casa de manera voluntaria y así su madre podría echarle en cara lo malas que habían sido sus calificaciones y que no se estaba esforzando lo suficiente, porque en verdad no lo estaba haciendo, Satoru lo sabia a la perfección y tampoco le enorgullecía reconocerlo.

Pero dejando a un lado la excusa de su madre, Satoru tampoco se sentía listo para hablarle a Suguru después de aquella incomoda charla que tuvieron por la madrugada donde Satoru le había confesado que tenia sentimientos por alguien que no era una chica, y sobretodo, era uno de sus amigos. Sabia que Suguru no era tonto y que en algunos meses quizá podría descubrir que el amigo era él mismo, por eso había ideado un plan de escape; pretendía alejarse de su mejor amigo y empezar a concentrarse en sus estudios, sabía que si continuaba con su amistad sería demasiado obvio y no queria arruinarlo.

Quizás se preocupaba demasiado por ello, quizás y Suguru ni si quiera pensaba en aquella plática; a pesar de que pensaba demasiado en ejecutar su plan, sabia que su mejor amigo por más frío que fuera, se preocupaba por él, y le dolería si este se alejara.

Mientras tanto, el peli negro se rindió con las llamadas y decidió esperar pacientemente en el pequeño cuarto que compartían mientras él terminaba un par de tareas, aunque no fue hasta que dieron las tres de la madrugada que Satoru se apareció medio ebrio en la puerta, con la corbata mal abrochada y con la mirada ida.

Suguru se levanto de su cama rápidamente.

— ¿Dónde estabas, Satoru? Estaba preocupado. —cuestionó, con el entre cejo fruncido, demostrando su preocupación.

Satoru hipó.

—Puessss...fui a tomar un poco, ya sabesss...—alargaba mucho las "s" y pronunciaba las palabras de manera arrastrada, Suguru no tardo en darse cuenta de su ebriedad.

Suguru sabia que Satoru no tomaba demasiado, pero siempre que tenía charlas con su mamá terminaban en peleas y en él emborrachándose de manera inmadura, odiaba conocerlo tanto, pero a la vez le encantaba.

—Aveces eres un idiota—musito Suguru, ayudándolo a caminar hasta su cama.

Satoru se quejó.

—Tu me haces así, me conviertes en un idiota.— Suguru no entendía, él pensaba que quizás era una de sus bromas o simplemente estaba muy borracho como para ordenar su mente, no quería descubrir si lo estaba diciendo realmente.

—Deja de decir idioteces, Toru. —respondió con una mueca incómoda, tratando de no dejarse llevar demasiado y concentrarse en ayudarlo a quitarse los zapatos con dificultad, pues Satoru no se quedaba quieto de tanto que balbuceaba cosas inentendibles.

Cuando finalmente volteó a ver a Satoru este tenia un gran puchero y una mueca triste sobre su rostro, Suguru se preguntaba por qué, pero le daba miedo preguntar y recibir una respuesta mala.

—Estuviste con tu madre, ¿verdad?—pregunto en un susurro casi con miedo de escuchar que su madre le había gritado o algo parecido.

Satoru asintió cabizbajo, aun con el puchero en su boca.

—Otra vez se quejó de mi, y me puso en cara lo malo que era en comparación con mi papá, que no me esforzaba lo suficiente—musitó con tristeza.

Suguru lo abrazó con fuerza, sabía que no tenia que expresar nada con palabras pues a Satoru no le gustaba que lo hiciera, simplemente apreciaba que lo abrazara o acariciara su nariz hasta que se quedara dormido tras olvidar todo lo que había sucedido, pero nunca lo había sentido como algo especial hasta que comenzó a enamorarse poco a poco de su mejor amigo, cuando sus brazos envolvieron su cuerpo, Satoru por primera vez, sintió su corazón latir con rapidez por una persona.

Por primera vez le aterraba la idea de ser rechazado, y le enojaba porque él era popular entre las chicas, pero no conseguía sentir lo mismo o algo parecido a lo que sentía con Suguru.

—No es broma, de verdad me conviertes en un completo idiota.

Suguru solo negó.

—Estás borracho, ven, vamos a dormir. —respondió con simpleza, ayudándolo nuevamente a recostarse.

Ahora Satoru fue quien negó rotundamente.

—Me gustas tú

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La Esquina de la Calle 8 • SatosuguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora