Cap. ✶ 8

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— ¿Que hiciste que? — Shoko pregunto asombrada.— Dios, no puedo creer que en dos semanas sucediera esto y ni si quiera se hubieran atrevido a contármelo. — dijo con un puchero y las cejas fruncidas, como una niña pequeña y berrinchuda.

Satoru sonrió inocentemente, mientras desviaba su mirada a través de toda la habitación evitando la mirada amenazante de Shoko, quien por cierto, estaba meramente indignada por los sucesos y todo lo que no le dijeron.

— Pasó muy rápido, ademas tu siempre estás perdida en las nubes. — respondió con simpleza.

Los ojos de Shoko rodaron, algo irritada pues sabía que tenia razón. — Está bien, lo acepto, pero, soy su mejor amiga desde hace años, me indigna un poco, sabes? — dijo, levantando sus hombros.

Antes de que Satoru se defendiera nuevamente con alguna excusa vaga, la puerta se abrió, dejando ver a un Nanami irritado con Haibara atrás siguiéndolo feliz.

— Así que, dime, Satoru, ¿volverás al basquetbol? — preguntó Haibara emocionado, sacando nuevamente el tema de la nada.

Shoko observó a Haibara antes de lanzarle un cojín al rostro.

— A ver, Hai, ¿No notas que estoy hablando aquí? No me interrumpas, idiota.— se quejó, torciendo su cigarro antes de tirarlo al bote de basura en su lado.

Haibara solo asintió con la mirada hacia el piso, fingiendo llorar en voz bajita.

— Respondiendo a tu pregunta, Hai; no lo sé, hace años no lo hago y tengo miedo de haber perdido el ritmo, ¿sabes? — respondió, encogiéndose de hombros.— y Shoko, deja de ser una maldita pioja.

Ahora el que recibió el golpe del cojín fue Satoru.

— ¿Por qué la forense esta enojada? — cuestiono Nanami con un semblante serio, suspirando levemente al ver como el ceño de Shoko volvía a fruncirse ante el apodo.

— Porque es novio de Suguru y no me dijeron. — dijo con una mueca.

Satoru le lanzó el cojín a ella.

— ¡No somos novios!...bueno, no sé.— respondió, pensante, no de manera segura.

— Shoko, ¿Quién no lo notaría? Se la pasan juntos.— explicó Nanami.

Y la chica sabía que Nanami tenía razón, entonces simplemente rodó los ojos sin parlotear otra cosa sobre el tema.

Siguieron bromeando sobre cosas triviales, Shoko decidió mantenerse callada sobre el tema de Satoru y Suguru, y así fue toda la tarde, riendo sobre bromas tontas que se le ocurrían a Haibara.

En la esquina de la calle 8 había una pequeña cancha de básquetbol, donde solían jugar hace un tiempo cuando no estaban repletos de tareas y trabajos de la universidad, pero hoy hacia buen día como para relajarse un poco.

Normalmente Satoru solía ganar las partidas, o Suguru, pues eran los más altos de todo el grupo, aunque Shoko y Haibara competían con ellos, nunca lograban vencerlos.

Y...Nanami, solo se quedaba ahí para observar sin decir una palabra, aveces reía un poco, lo cual era bastante raro, pero lo hacía de vez en cuando.

— ¡No es justo! Satoru es el más alto, claramente iba a ganar.— se quejó Shoko algo agitada.

— Y eso que no está Suguru.— respondió Satoru, riendo levemente.

— ¿Alguien me llamó? — preguntó el nombrado para reír y acercarse a ellos.

La boca de Satoru se abrió con sorpresa, corriendo para abrazarlo con fuerza, casi levantándolo del piso, y el contrario solo soltó ligeras risas ante esto, nada fuera de lo común, siempre lo hacía con cualquier persona, pero ahora, Suguru lo quería únicamente para él.

Este semestre sus horarios habían cambiado, ahora Suguru salía un poco más tarde de lo común entonces no se veían al salir como antes lo hacían.

Varias cosas habían cambiado desde entonces, Suguru ya no hablaba de sus maestros ni de lo guapos que eran, al parecer sus ojos se habían fijado en solo una persona, y tardaría en quitarlos de ahí.

— y... ¡Enceste! — Shoko río enfrente de todos, de manera ruidosa y orgullosa al haber ganado.— Suguru, ven siempre para que distraigas a Satoru de robarme la pelota. — alzó su pulgar aun riendo, saltando por todos lados con emoción, y el mencionado solo río levemente para empujar ligeramente a Satoru.

— ¿Te distraigo? — preguntó Suguru con una sonrisa ligeramente coqueta, alzando su ceja entre risas.

— Si, un poco, con ese rostro tan hermoso supongo que lo haces.— dijo, mordiendo levemente su labio para dejar un beso en la comisura de sus labios, y Suguru comenzó a sonrojarse desde su cuello hasta la mitad del rostro, riendo levemente, nervioso ante el halago del chico.

La mano de Satoru se dirigió a la cintura del contrario, apretando está entre sus dedos largos y huesudos, sintiendo su piel erizarse bajo su toque.

Toru...— Suguru suspiró, mordiendo su labio, aún sonrojado de la mayor parte de su rostro.

— ¿Que pasa, cariño? — preguntó este con una sonrisa coqueta.

Para este momento los dos se encontraban algo alejados de los demás puesto a que se supone que estarían buscando el balón, lo cual evidentemente, no estaban haciendo.

— Me da cosquillas.— respondió, desviando su mirada ante la vergüenza que sentía por el toque de Satoru.

Y este sabía que era mentira, en realidad, cuando le tocaba la cintura se ponía nervioso.

— ¿Mh? — el chico se hizo el desentendido, sin dejar la cintura de su acompañante, metiendo las manos debajo de su playera para acariciar su piel directamente desnuda.

— Dios, Satoru, no aquí, por favor.— casi suplicó el chico, sintiendo un ligero cosquilleo en el vientre bajar hasta su entrepierna.

Satoru sonrió al ve que había conseguido lo que quería.

— Vayamos a casa, entonces.

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La Esquina de la Calle 8 • SatosuguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora