Day 1

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Arte/Obsesión

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Apolo siempre ha sido un creador obsesivo, pero ¿qué sucede cuando su nueva escultura exige toda su atención?

Una historia inspirada en el mito griego de Pigmalión.

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Un trozo de arcilla reposa sobre la madera, tan recién salido de su envoltorio que envía una nube constante de gotas de agua a la superficie desgastada de la mesa. No tiene forma. Algunos lo llamarían nada; Apolo lo llama una oportunidad. Un comienzo.

A su alrededor hay otras obras en distintas etapas de finalización, bustos, bocetos y retratos cubiertos de motas de te, pintura y arcilla. Todo congelado en el tiempo mientras esperan a ser devuelvos a la vida, rogando que no los descuiden por algo mejor.

'Una metáfora perfecta.' Piensa Apolo con tristeza, alcanzando el trozo de tierra que tiene delante. Suelta un respiro momentáneo al ensuciarse las manos delgadas por la superficie de gasa, con sus dedos persistiendo en cada cresta y hendidura. Sus ojos se cierran. Una inhalación profunda, la exhalación se disipa en un silencio contemplativo. Dioses, ¿por qué siempre está tan silencioso?

Después de cada presentación, cada inauguración, cada reunión. Lo que en el pasado era un anhelo ahora es un miedo, y ninguna melodía que elige como fondo de su día es suficiente para contrarrestarlo.

—Piensas demasiado —dice en voz alta, sólo para escuchar algo.

(Ninguna de sus creaciones lo refuta. Tan groseras).

Abre los ojos para mirar el material entre sus manos. Se suponía que se convertiría en su último encargo, algo cursi para un cliente adinerado. Sólo lo había elegido para pasar el tiempo, un trabajo banal pero divertido. Como si escuchara los pensamientos de Apolo, la arcilla gotea otra gota de agua para filtrar lentamente una mancha a través de sus pantalones: una objeción sin palabras.

—Muy bien —concede—. Si eres tan insistente, veamos qué más podemos hacer contigo.

Así que, en medio de la intensa luz de la tarde que derrama su color rejuvenecedor desde las ventanas de un solo panel y el aire ligeramente mohoso del abarrotado estudio de un artista, comienza.

La arcilla se manipula, se golpea hasta que esté sólida, se empuja y se tira hasta que su consistencia sea completamente maleable. Apolo se pierde el almuerzo, se olvida la cena y la luz brillante que había alimentado su inspiración inicial se convierte en una luminiscencia dorada, luego naranja y luego roja sangre, manchando sus manos mientras presiona suaves marcas en las sienes de un cráneo recién formado. El tiempo pasa hasta que se acerca aún más a notas de crepúsculo, sombras azul marino y púrpura que se acumulan en las cuencas de los ojos y en el puente de la nariz.

Solo se detiene cuando ya no puede ver (el estómago le ruge, las manos embarradas de tierra seca) y se detiene en el umbral de la habitación para mirar la forma toscamente elaborada sobre la mesa.

—Bueno, definitivamente te ves mejor de lo que hubieras sido para comisión —admite, observando cómo su presencia tiene peso en la casi oscuridad.

A Apolo se le revuelve el estómago de nuevo en protesta por su descuido y suspira por la noche.

—Sí, sí, está bien. Vamos a cenar —lanza una mirada evaluadora más a su creación—. No creas que esto te sacará del apuro. Ni siquiera estoy cerca de terminar contigo.

Από τους τρόπους που σε αγαπώ --- apoleoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora