Day 4

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Clases de baile/Zumba

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Leónidas está tan encantado del instructor de Zumba como el instructor está de Leónidas.

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Leónidas no es ajeno al ejercicio. No es por eso que se avergüenza mientras se pone un par de pantalones deportivos, acompañado de calcetines y zapatillas de deporte al amanecer de un lunes por la mañana. Se pregunta por qué aceptó hacer esto porque no está en camino a un entrenamiento real: está en camino a una clase de Zumba .

—No puedo creer que te dejé convencerme de esto —le refunfuña a Geirölul, arrastrando los pies hacia la sala del apartamento que comparten con Haggis.

Haggis, el maldito suertudo que está durmiendo tranquilamente porque de alguna manera logró no verse sujeto al sentimiento de culpa que su amiga trato de producirle después de que Gorgo cancelará su salida en el último minuto debido a una reunión reprogramada con un comprador potencial de fuera de la ciudad. ¿Quién quiere siquiera mirar arte antes de las 9 a.m.? Es su única verdadera duda.

—¡No quiero ir sola y ya estás despierto! Además, te encanta hacer ejercicio.

—Sí. Y si fuéramos a entrenar estaría eufórico. En cambio, vamos a... Ni siquiera sé cómo llamarlo, porque ni siquiera es bailar. Lo cual supongo que es bueno, ya que odio bailar. Pero tampoco me gusta.

—Solo dices eso porque nunca lo has probado antes. Sólo espera —Geirölul toma su botella de agua de la encimera de la cocina y la llena mientras habla—. La clase de Apolo es la más difícil de ingresar en la ciudad entera. No sería tan popular si no fuera sorprendente.

—Es una moda pasajera. Y si es tan popular, deberías haber podido regalar este lugar a cualquiera. Por la forma en que lo dices, no me sorprendería que hubiera algún mercado negro de Zumba en el que podrías haberlo subastado —él hace lo mismo y llena su propia botella de agua antes de volverse hacia su amiga—. Terminemos con esto de una vez.

Llegan temprano. Mucho antes de lo que Leónidas cree que debería ser necesario, pero al final resulta que nl es lo suficientemente temprano: ya hay una cola en la puerta y la clase ni siquiera comienza hasta dentro de 20 minutos. Son personas con lugares preinscritos, pero Geirölul le asegura que todavía quieren llegar lo suficientemente temprano como para no quedarse atrapados en la esquina trasera. Leónidas no entiende porque eso sería tan malo y está considerando seriamente hacer eso cuando las puertas se abran de todos modos.

—Esto es ridículo —comienza, pero se detiene cuando su casi perorata le valió un codazo de Geirölul.

—Sólo cállate hasta que se acabe. Entonces, si todavía crees que no está a la altura de las expectativas, puedes criticarlo todo lo que quieras de camino a casa.

Hay algo en la forma en que sus ojos parecen brillar con la oferta, como si supiera algo que él no sabe, le da un momento de pausa—. ¿Promesa?

—Promesa —sonríe ella. Lo que es aún más sospechoso.

Pero es un trato que Leónidas puede cumplir. Unos minutos de juicio silencioso a cambio de lo que está seguro que podrá convertir en horas de comentarios más tarde.

—Esta bien. Trato —Leónidas se recuesta contra la pared mientras esperan, con los brazos cruzados sobre el pecho. Ve a algunos otros chicos en la fila, uno o dos de ellos lucen tan emocionados como él de estar allí, pero en su mayor parte hay una charla ansiosa entre la creciente multitud que espera que se abran las puertas. Quizás le falta algo aquí...

Από τους τρόπους που σε αγαπώ --- apoleoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora