Despedida
💔
La humanidad perdió a otro pilar de esperanza y los Dioses han aumentado la brecha con una nueva victoria.
¿Pero cómo es posible celebrar eso, cuándo la pérdida duele aún más?
Leónidas, sin importar el resultado, fue un honor estar a tu lado.
💔
Ahí estaba frente a él, el Rey de Esparta, aquel que nunca se doblegó ante nadie. Ambos enfrascados en una batalla a muerte.
Él, Apolo, Dios del Sol, de las artes, del Boxeo y más títulos de los que puede recordar, aún de pie para mantener la hegemonía de los Dioses, demostrar que, a pesar de lo visto en batallas anteriores, el panteón griego no cae fácilmente.
Leónidas I, en cambio, cargaba consigo la encomienda de ganar para brindarle a la humanidad la oportunidad de existir por otros miles de años más. Una nueva llama de esperanza tras la derrota del científico serbio-americano, Nikola Tesla.
Hubo un jadeo ensordecedor por parte de todos los espectadores, el rey espartano, con una voluntad hecha del metal más duro del universo, inquebrantable para cualquier otro, había logrado repeler una de sus temidas flechas. Su propio poder impactó en su brazo, y Apolo frunció los labios por el dolor en su carne, ahora le sería imposible continuar usando la Sombra lunar de Artemisa.
—¡Es hora de resolver esto frente a frente, Dios! —sus ojos cual oro fundido se abrieron ante el rugido que estremeció a más de uno, y no pudo más que sonreír ampliamente.
¡Sin duda ambos, humano y dios, quemarían sus almas hasta que no quedaran más que las cenizas de sus corazones!
Apolo nunca había tenido un enfrentamiento así, nunca había visto el alma de un guerrero que poseyera tanta belleza. Por muchos rivales a los que se haya enfrentado, no recuerda ninguno que pudiera parecerse a Leónidas. A diferencia otros tantos, el espartano era su igual, estaba a su altura, cumplía y superaba con las expectativas arraigadas a él.
Y fue entonces que una pregunta apareció en sus pensamientos.
—¿Por qué luchas, Leónidas?
¿Qué tanto motiva a este hombre? ¿su orgullo? ¿su sangre? ¿la gente a la que lidera? ¿tiene la seguridad de que será seguido por sus soldados sea cual sea el descelanse final? Contempla en el público a los grandes espartanos de pie, detrás de su Rey, honrándolo con vítores; desde el principio, mostrándose como los más fieles creyentes de su señor, sus almas en sintonía esperando el mismo resultado.
—¿Por qué? —el humano chasqueó la lengua, cuadrando los hombros, poniéndose firme como siempre en su vida—. Por la humanidad, como mis compañeros. Por vengarme de ti, por supuesto —respondió, como si se tratase de una obviedad—. Porque soy espartano, y lucharé siempre por la libertad de decidir como vivir, como morir. Algo de lo que toda Esparta debe enorgullecerse.
Esa respuesta fue, naturalmente, secundada por los soldados que habían seguido a su rey a la otra vida. Y la respuesta no pudo ser más que satisfactoria para Apolo.
Ahora lo comprendía, todo tenía sentido, Leónidas no solo era un hombre que se conocía a si mismo, era un hombre capaz de empujar sus límites hasta niveles insospechados. Nunca permitiendo que los demás decidieran o hablarán por él. La belleza de su alma era su voluntad y templanza dura como el acero, ardiente como el mismo astro rey que tiene en su nombre, y Apolo agradeció ser capaz de presenciar un alma tan brillante en primera fila.
—Eres hermoso, Leónidas —comentó, mientras la estatua tras de él envolvía su brazo con sus hilos dorados—. De verdad, poderoso rey, eres el guerrero con el alma más hermosa que he tenido el honor de enfrentar.
Dicha alma flameo cuando una sonrisa se instaló en los rasgos del humano—. ¡Es hora de terminar con esto, Apolo! —Leónidas afirmó el agarre sobre su phalanx, mientras Geirölul se preparaba para apostar su victoria en aquel último ataque.
Hombre y valquiria, sus almas tan semejantes entre sí, transformaron su voluntad en una sola. El Dios del Sol no pudo más que apreciar ese fuego y prometer honrar su fuerza con la suya propia. Apolo se preparó para lanzarse él mismo sobre el rey espartano para así concretar el final de su hermosa batalla.
En instantes, se determinaría quién de los dos, si el Rey o el Dios, se reduciría a cenizas.
Y sólo segundos más tarde, la figura del Rey Leónidas I se deshace en pedazos al haber perdido la batalla. Su cuerpo se desvanece, Apolo siente como las cenizas lo consumen mientras lo rodea brevemente con su brazo en los últimos segundos de consciencia del humano.
De rodillas, exhausto por aquel combate en el cual su corazón ardió incesante, escucha a Heimdall anunciar su victoria. Hay lamentos, vítores, lágrimas y risas. Los espectadores se dividen en aquellos que celebraban su victoria y las pobres almas que lamentaban la pérdida de un humano más en combate.
Se marchó con una sonrisa, registra Apolo en medio de la algarabía ajena a él, demasiado distraído al estar pensando en la manera también bella en que murió el rey. La sonrisa satisfecha del luchador de la humanidad, sin arrepentimiento, sin dolor u odio, se ha quedado grabada a fuego en su mente.
Lo siguiente que nota es la humedad surgiendo de sus ojos.
Apolo levanta una mano para sentir la nueva marca que se quedaría por siempre en su, lo que fue alguna vez, inmaculado rostro. Un recuerdo eterno de su rival. Aquella marca le permitiría tenerlo presente a su lado.
'Fue hermoso, tan hermoso.' Piensa, las palabras parecen insuficientes, ninguna sería capaz de albergar lo que en verdad siente en esos momentos. Pero debe intentarlo, porque Leónidas se lo merece. Apolo siente que darle una despedida digna de él. 'Rey mío, fue una pelea extraordinaria, me siento honrado de haber peleado contra ti pero-'.
Las lágrimas brotan de las comisuras de sus ojos y el sentimiento de vacío en su corazón es abrumador, sin dejarlo sentir completa satisfacción por su victoria.
Su cuerpo aún siente el calor del de Leónidas, y ese sentimiento incómodo en su pecho se hace más fuerte, mucho más intenso, mientras las lágrimas seguían brotando ya a raudales, porque, oh, cuanto desea poder haberlo mantenido en sus brazos hasta un segundo más.
'Voy a extrañarte mucho'. Esa, es la realización que quema su corazón. 'Nunca voy a encontrar a alguien como tu, Leónidas'.
Nadie sería suficiente. Desde ese segundo en adelante, Apolo lo sabe, nadie más podrá hacer arder su alma y su corazón con mayor fuerza que su astro, cómo el legendario Rey Leónidas.
Y no sabe si será capaz de vivir con ese hecho.
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Από τους τρόπους που σε αγαπώ --- apoleo
FanfictionAmor: Del latín. amor, -ōris. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro, unión y aceptación con otro ser. O Amor: Que solo es una simple palabra hasta que alguien viene y le da un ver...