Perderme en mis pensamientos y acabar añorando en lo que creé como la rutina diaria de mi día a día. Será bastante difícil ceder de la rutina. Pero la gloria exige un sacrificio y heme aquí.
Me dirijo a mis clases, estando a muy poco de obtener mi título, sería muy idiota de mi parte desaparecer en algún muy, muy lejano lugar. Al menos eso es lo que dice mi madre, si mi madre pudiera leer mi mente, estaría justo en este momento atada y medicada en un loquero donde el doctor a mi cargo solo diría: –– "Para ella ya no hay remedio". –– Y muy probablemente madre estaría aliviada de dejar su carga. Así que, mejor guardo mis pensamientos para mi propio deleite.
Recorro cada uno de estos pasillos ya familiares, las mismas paredes una y otra vez de esta prestigiosa universidad. Donde, si no tienes el suficiente dinero tendrás que pasar un infierno de exámenes para aspirar a una beca. Que curiosa forma de estructurar prisiones sociales donde las personas se auto sentencian a una miserable monotonía con la esperanza de que será por un objetivo mayor, pero lo llaman educación, aunque no estoy en contra de educarse simplemente de la institucionalidad y el lucro tras la fachada que llaman educación, eso es lo que creo no debería ser.
Mi caso, el esposo de mi madre, el señor Ritch a quien prácticamente conozco de toda mi vida, pero no llamo padre. Al menos no, desde hace mucho tiempo. Él lo tiene, gana mucho dinero al desempeñarse como director en una de las muchas empresas del Grupo Vasíliev que básicamente es un negocio familiar de ascendencia rusa, supongo por el nombre. Pero, aunque pague mis estudios en negocio y responda económicamente por mí, no me salvo de tener que rendir a una muy complicada madre un desempeño digno de alardes para el mundo que le gusta vivir. Apuesto a que desconoce la mayoría de reconocimientos que he rechazado, prefiriendo que sea dado a nombre de la Universidad.
Mi madre se casó con el señor Ritch cuando yo tenía dos años, es un hombre cinco años mayor que mi madre. Al parecer se enamoró de la joven trigueña en cuanto la vio, lo que no sabía era que esa joven y hermosa mujer venía con equipaje, que al final terminó siendo una ventaja para él, a lo que descubrí, nunca quiso tener hijos. Ahora, según él, necesitaba la imagen perfecta para presentar a la sociedad y en su trabajo; y en caso de que no resultaran los planes, siempre podría decir que solo soy la hija de su esposa.
Se conocieron después de que nos mudamos a este lugar, no conozco bien los detalles, mi madre no lo cuenta y yo no pregunto, así es mejor. Han estado casados por veinte años, realmente deben amarse o este arreglo es demasiado conveniente en ambos sentidos.
Y después del matrimonio pasamos a ser la familia Ritch.
* * * *
Estoy próxima al aula y hay un grupo de chicos en la puerta a los que voy a ignorar, lo que generalmente siempre hago. Ingreso en la sala de clases y no puedo dejar de percibir que todo esto parece mentira, todos sonríen, pero es demasiado aburrido, hoy no puedo seguirles la corriente. Me dirijo a la parte trasera de la sala, donde están los asientos más alejados y el lugar que proclame mío, además de que la vista desde ese lugar me permite apreciar el cielo y los niveles inferiores del edificio, no son interesantes, pero me distraigo. Ni siquiera usaré mis lentes, este día no vale la pena una migraña que tendré que soportar quiera o no.
Todos mis compañeros me observan con la intriga de siempre, algunos curiosos y otros un poco disgustados al parecer. No conciben la idea de que su presencia me es indiferente, pero como les explico que la diatriba sin sentido que llaman conversación no es más que presumirse entre ellos como si compitieran entre quien es el más destacado en mierdas que realmente sale del dinero de sus padres. En realidad, parece que se ofertan como en una subasta.
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Mi Acosador
RandomMi historia es tan normal como mi maldito nombre, nótese el sarcasmo. Que por cierto, a quien se le ocurre nombrar a su hija Mónaco. Mi madre no tuvo mucha imaginación o ninguna, pero, mi historia tiene algo intrigante también y no es nada más que e...