𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝙸𝚇

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𝑅𝑎𝑣𝑖𝑛𝑔.

Entré a la estación de policía con el pedido de comida en mis manos y saludé a Paul que estaba en la recepción atendiendo a un par de personas; él agitó la mano para indicarme que pasara sin problemas y yo le sonreí agradecida.

Varios de los oficiales que trabajaban en la estación ya me conocían. Al menos los más antiguos. Paul era uno de ellos. Todos ahí me han visto acompañar a mi madre en el trabajo desde que era pequeña.

Muchas veces era porque realmente quería hacerle compañía, mientras que otras era porque mis padres no consiguieron a nadie que me cuidara después del preescolar. Otras veces era porque sabía que Stiles estaría aquí también, y vendría a jugar con él a los policías.

Era divertido.

Una vez Paul nos prestó unas esposas, y atrapé a Stiles con ellas en una de las barras de la celdas. Nos tomó casi una hora encontrar las llaves que perdí para poder liberarlo de ahí.

Me acerqué al puesto de mamá cuando la ví encorvada sobre sí misma mientras escribía un par de cosas en su computadora. Cuando estuve a su lado, enterré mi dedo índice en su espalda baja para que ella se enderezara.

—Y después te preguntas por qué tienes dolor de espalda —dije dejando la bolsa con comida frente a ella —. Nuestro almuerzo.

—No los pongas sobre los papeles, Di —me regañó levantando la bolsa y sacando los documentos bajo ella con la otra mano —. Son importantes.

—Claro, lo siento —le quité la bolsa para ponerla en otro lado y repartir la comida —. ¿Son sobre los asesinatos? —pregunté curiosa cuando leí, sin querer, el nombre de una de las últimas víctimas del Kanima. Ella asintió —¿Puedo ver?

—Claro que no. Es confidencial —frunció el ceño antes de ordenar los papeles y guardarlos en un cajón de su escritorio.

—Eso no te detuvo anteriormente.

—Shh, Diana —se apresuró a callarme poniendo un dedo en mi boca y mirando a ambos lados en caso de que alguien nos hubiera escuchado —. Eso es un secreto entre tú y yo, niña. Y no pasará otra vez.

—Sí, está bien —mordí mi lengua con una sonrisa. Tomé una silla desocupada de otro escritorio y me senté frente a ella.

Saqué las pequeñas cajitas en las que venían las papas fritas y revisé el resto del contenido de la bolsa. Miré a mi madre confundida y le entregué una cajita cuadrada donde venía su hamburguesa.

—¿Por qué pediste tres hamburguesas?

—Una es de Noah —aclaró abriendo la caja y rasgando el papel aluminio —. El otro día me contó que Stiles está intentando cambiar su dieta a una más saludable, y decidí comprarle una. No le digas a Stiles —mascó su hamburguesa mirando el reloj de la computadora y habló con la boca llena —. ¿Podrías llevársela rápidamente? Creo que ya es su hora de colación.

—Sí, está bien —me levanté de la silla mientras mi madre casi tragaba su hamburguesa —. Será mejor que me esperes, porque te recuerdo que vine a comer contigo —mi madre rodó los ojos y echó un par de papas fritas a su boca —. Lo digo en serio —le apunté con el dedo —. Si no, le copiaré a Stiles y traeré hamburguesas de pavo.

—Ugh, bien —dejó su hamburguesa en su cajita y limpió su mano con una servilleta —. Pero será mejor que te apures. Muero de hambre.

Asentí sin decir nada y dí media vuelta para ir donde el sheriff. Cuando estuve fuera de su oficina, golpeé dos veces en la puerta y abrí sin esperar una afirmativa.

𝑺𝒐𝒖𝒍 & 𝑺𝒑𝒆𝒍𝒍 - 𝑆𝑡𝑖𝑙𝑒𝑠 𝑆𝑡𝑖𝑙𝑖𝑛𝑠𝑘𝑖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora