Entrevista con Ahri

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No pensé que volvería a tener un caso tan pronto.

Después de levantarme al mediodía, con una intensa jaqueca producto de una noche agitada, fui a desayunar a la barra del motel donde me hospedaba. Había regresado a mi habitual rutina de frecuentar aquellos lugares por la inercia de mi vida de nómada y la soledad que me proporcionaba.

Sin embargo, algo dentro de mí todavía extrañaba la calidez y la comodidad de estar en casa.

En fin, mientras comía bien a gusto miraba de soslayo el televisor que transmitía algunas noticias de actualidad mundial. Nada relevante, hay que admitir, que la guerra esto, que la inteligencia artificial no sé qué; casi prefería el silencio al discurso robótico de los periodistas.

Hubo un momento en que daba un gran sorbo a mi taza, y unas palabras me devolvieron a la pantalla.

—Y el popular videojuego League of Legends ha vuelto a ser tendencia en los medios internaciones, pero no precisamente por el circuito competitivo que es uno de los más prestigiosos de los e-sports, sino por una razón curiosa... Una importante ejecutiva estadounidense ha sido comparada con la campeona Ahri por tener un gran parecido físico y cierto estilo estético que no se puede sino pensar que se trata de ella misma...

Escupí el maldito café en toda la mesa.

—¿Qué mierda? —exclamé, y seguí escuchando.

—Se dice que es el mejor cosplay jamás logrado de un personaje de videojuegos. No obstante, y después de ganar un número abrumador de seguidores y mucha popularidad, ha declarado en sus redes sociales que no conoce al personaje, ni ha tenido ningún contacto con el juego, ni con Riot Games.

—Cosplay mis bolas.

Aquella mujer era una copia fiel de Ahri, además de ser jodidamente hermosa, tanto que era inexplicable que hubiese sido pasada por alto hasta ahora.

Pagué el desayuno y la estadía. No podía quedarme ni un segundo más.

Ahri había escapado del juego, no me cabía duda. Y no es un secreto saber el comportamiento de una peligrosa vastaya en fase salvaje y depredadora, aunque tal vez, en el mejor de los casos, su inteligencia sería capaz de reprimir aquellos instintos animales que caracterizaron a su linaje.

No me la iba a jugar. Quería asegurarme que no fuera una amenaza. Si estaba siendo extremista, ojalá ella me lo perdonara.

Así fue cómo, sin ninguna premeditación, equipaje, ni compañía, partí rumbo a Estados Unidos en clase turista.

Ya pensaría en prolongar mi visita o pedir ayuda si las cosas no salían de acuerdo al plan.

Oh, cierto, no tengo ningún plan.

*****

El avión tardó unas catorce horas en llegar a Nueva York.

La única información pertinente que encontré fue que trabajaba en esa ciudad, bajo el nombre falso de Madison Atwood, en una empresa de moda. Era la directora del departamento de diseño y todo indicaba que su influencia era grande en las decisiones creativas.

Le iba bastante bien, la empresa estaba bien posicionada en el mercado nacional. Aunque todavía no daba el gran paso hacia la internacionalización de su marca, y eso la beneficiaba, pues al tener poco público atraía menos miradas curiosas.

—Ahora que la gente ha descubierto su verdadera identidad, tendrá mucho más cuidado en exponerse que antes —pensé en voz alta.

Tenía sueño, pero el café de la mañana y la suerte de que el avión tuviera internet gratuito, me hicieron aprovechar las primeras horas del viaje en buscar pistas. Y vaya que las encontré.

K/DA: La invasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora