El equipo de contención

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—Tenemos que irnos de inmediato —insistió Kai'Sa con una presencia severa— el vacío se expande aceleradamente rompiendo el tejido de tu realidad. En algún punto será imposible detenerlo.

Había traído a la campeona al apartamento de Ahri no solo para presentarle a las chicas, sino como medida desesperada ante la cantidad de miradas y cotilleos que despertaba en el parque a raíz de su apariencia tan exótica.

Ahri y Evelynn podían pasar desapercibidas como cosplayers de profesión, pero Kai'Sa, con ese par de cápsulas adheridas a los hombros en forma de cañones futuristas, simplemente no encajaba en ningún lado salvo en el abismo de donde salió.

Ahora estaba conmigo, sentada educadamente en el sofá, pero impaciente, anhelosa tal vez de acción, o preocupada por el destino del mundo. Echaba un vistazo tímido por el sitio, le causaba cierta curiosidad el ambiente lujoso y elegante de ese hogar exclusivo para celebridades.

Creo que no había vuelto a ver un espacio doméstico así desde que el vacío la reclamó a los diez años.

—Enseguida nos vamos, solo dame un minuto —dije para aliviar sus ansias.

Me agradaba una barbaridad.

Tan solo habían pasado unas horas desde que nos conocimos, pero ya me había conquistado solo con su personalidad tan aterrizada y sencilla. Debo confesar que me recordaba un poco a Samus, por el sentido del deber y el compromiso que pone en situaciones críticas como esta. Y el pedazo de cuerpo que se maneja, obviamente.

Llegaron.

Primero escuché los pasos de los tacones y luego el bip de la cerradura electrónica. Eran la chica foxy y compañía, la loca de los azotavides, quien presuntamente venía de hacer una maratón de compras, o de asaltar un centro comercial, nadie sabe.

—Espero que hayas tenido una buena maldita razón para... —Ahri ingresó refunfuñando, pero cuando vio la cosa preciosa sentada conmigo se le exorcizó el demonio del cuerpo.

—¡Eres tú, Kai'Sa! —gritó como una fangirl trastornada y se abalanzó hacia ella abrazándola intensamente.

—¿Ho-ola? — respondió la pobre.

Kai'Sa, que no entendía una mierda de lo que pasaba, no perdió la compostura por semejante bienvenida pero luchó como una lombriz atrapada en las garras de un pájaro. La kumiho, siendo esbelta y nada musculosa, tenía una fuerza exagerada cuando se lo proponía.

—Ahri, suéltala, la estás asustando —intercedió Evelynn sentándose entre nosotros. Noté que rozó adrede su pierna desnuda con la mía.

—No puedo creer que estés aquí, ¿cómo nos encontraste?

Entonces me levanté, y supe que tenía que aclarar más de un asunto.

—Ahri, Evelynn, como sabrán ella es Kai'Sa, sin embargo, no es la Kai'Sa de la dimensión de K/DA. No sabe nada de ustedes, no las conoce, jamás antes había salido de la enorme grieta de vacío hasta que fue transportada a este mundo.

Aquello no fue una desilusión para nadie. Ahri era un manojo de sonrisas, incapaz de contener su alegría por haber tropezado con una miembro más del grupo, a quien de seguro podía moldear e instruir para convertirla en la bailarina de talla mundial y estrella del pop que K/DA necesitaba.

—Esperen que aún hay más —continué, y no sé cuándo esto se convirtió en un interrogatorio— según parece, yo soy el invocador de Kai'Sa, y por lo tanto ella tiene una conexión sensorial conmigo, como saber exactamente en dónde estoy. ¿Será que ustedes también pueden sentir a un invocador?

Aquella pregunta dejó a más de una con el rostro pálido.

Al principio me extrañó. ¿Por qué ponerse nerviosas por una tontería? Luego advertí casi como una revelación que siempre hubo detrás algo oculto, aquellos secretos que nunca compartirían conmigo para no ganarse mi desprecio.

—Este... Yo —dijo la vastaya, más tímida y cobarde que de costumbre.

—¿Ahri?

—Yo... Sé que debí decírtelo en su momento, pero...

—¿Qué cosa?

—En realidad sí tuve un invocador, lo conocí apenas llegué a este mundo y...

—¿Y tú qué? ¡termina!

—Lo drené por accidente. ¡Perdón! —Ahri enrojeció de vergüenza, incluso así su belleza no se veía empañada— No quise hacerlo, perdí el control, todavía no conseguía dominar mis poderes, recién empezaba a descubrirme. Yo... Lo siento tanto.

Al final creo que sus disculpas sinceras me desalentaron de ser duro con ella, pero cuando volteé a ver a Evelynn exploté.

—Yo me lo comí, oopsy... —confesó la súcubo sin remordimientos.

—La madre que las parió a ambas.

Y las dejé en la sala de estar para que socializaran en mi ausencia, porque eso de reflexionar sobre sus propios crímenes les quedaba muy grande. Una polla van a recapacitar, y yo ahí como un imbécil trabajando para ellas mientras hacen lo que se les da la puta gana. Me cago en...

Tomé mi teléfono, necesitaba hacer una llamada urgente. Era algo que debí considerar hace mucho, pero mi vida de nómada no me lo permitió. ¿Qué hora era en España? Quizá ya ni me recordaban, y bien merecido me lo tendría.

Por el rabillo del ojo descubrí que Kai'Sa le estaba contando al par de psicópatas homicidas sobre la grieta de vacío emergida en la Tierra. Así me ahorraba tener que explicarles por qué me la llevaré por un tiempo, mientras las dejaba a su rollo para que siguieran drenando y comiéndose a la gente si querían.

—¿Hyde, eres tú? —dijo una voz femenina al otro lado de la línea.

—Hola, Samus... Es un placer oírte de nuevo —respondí muy emocionado de que haya sido ella la que contestó.

—A mí también me da gusto, Hyde...

Olfateaba algo de distancia en sus palabras, sin embargo, tratándose de la protagonista de Metroid que siempre actuaba con seriedad marcial no me desconcertó. Todavía brillaba en mi memoria aquella remota noche en la que bailamos juntos, y ese recuerdo de su sonrisa coqueta que me acompañaba como una evidencia de que había sido mía sin que lo supiera.

—Lucca quiere hablar contigo —dijo Samus, mientras fantaseaba.

—¿Eh? No, espera...

Pero no hubo tiempo de reaccionar pues ya tenía a la chica de Chrono Trigger, a mi madre, respirándome su bilis al oído.

—Eres un cretino, Hyde —me dijo con amargura.

—¡Anda, Lucca! A los años... Yo también te extrañé un montón.

—Abandonaste al equipo sin decir nada, y encima no respondiste ninguna puta llamada cuando te necesitábamos. Y ahora frescamente te apareces...

Media hora después, cuando el sermón de Lucca perdía su fuerza concentrada durante meses de abandono y dejaba de culparme por todas y cada una de las miserias de esta vida, me limpié la baba del adormecimiento y aproveché que ya me permitieron hablar por primera vez.

—Oigan, sé que hice mal en partir sin avisarles...

—Ajá.

—Y sé que fue mucho peor ignorar sus llamadas de emergencia... Pero ahora ha surgido algo muy serio de lo que debemos encargarnos.

Lucca suspiró, recuperada de su exaltación y con la voz carente de todo matiz quejoso habló.

—¿No será que la razón por la que ahora se te ocurre acudir a nuestra ayuda sea la misma que me tuvo rompiéndote el teléfono todo el invierno?

—¿A qué te refieres? —titubeé muy despistado.

En eso envió a mis archivos una imagen satelital de carácter ultrasecreto, seguro obtenida de alguna agencia del gobierno. La imagen capturaba una región costera de la Antártida en alta resolución. Literalmente había una fisura monstruosa sobre el lecho de hielo blanco que corrompía la tierra con emanaciones de plasma violeta.

En efecto, habían encontrado el vacío y el horror que habitaba en él.

K/DA: La invasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora