Señales del Vacío

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Aquella noche después de la cena caí profundamente rendido a los pies de mi cama.

Supuse que dormiría como un koala, largo y tendido, por haber soportado una jornada fatigosa con una jefa muy difícil de satisfacer. Sin embargo, algo interrumpió mi dulce hibernación a la mitad de la madrugada; fue una sensación de peso extra sobre mi cuerpo que me ahogaba y adormecía mis piernas.

Totalmente cansado pestañeé y la vi a ella, unas lunas redondas en vez de ojos y detrás, su anatomía serpenteante sometiendo la mía en la oscuridad.

—Evelynn... ¿Cómo entraste a mi habitación? —le pregunté, más irritado que asustado.

—Shhh... —susurró toda tranquila, como si meterse a mi cama fuera una travesura inocente— Ahri nos escuchará, y posiblemente repruebe mi visita... Aunque ahora que recuerdo, ella tuvo la idea.

—No entiendo... ¿Ella te dijo que me despertaras de mi hermoso sueño solo para joder?

—No, tonto. Ahri me sugirió que hiciera las paces contigo... Después de intentar matarte.

—Ya.

De pronto noté que algo dentro de ella luchaba por salir. Se le atragantaba la disculpa sincera probablemente porque jamás en su vida salvaje se había arrepentido de sus crímenes. Aunque francamente comprendo que sea como es, el mundo le dio sus batallas y le tocó sobrevivir a muchas cosas.

—No digas nada —declaré también en un susurro— No eres la primera que busca mi perdón después de casi asesinarme. Ya estoy acostumbrado.

Su rostro confundido era muy tierno, tanto que me hacía olvidar el potencial de homicida escrito en toda su historia primordial de millones de años. Lucca tenía razón, soy un atractor de psicópatas.

—Venga, disculpada... Ahora, con tu permiso. ¡Auch!

—Cállate —volvió a musitar, esta vez pegándome su aliento de licor agradable mientras me apretaba el bulto bajo la ropa— No deberías perdonarme tan fácil. No, no. Yo te hice mucho daño, te hice sufrir una barbaridad, y créeme que lo disfruté tanto... que la única forma para expurgar mi pecado es dándote lo que más deseas.

—¿Qué?

—Así es. Quiero cumplir tu fantasía más húmeda, aquí y ahora. Solo así mi conciencia estará en paz, y no me golpeará la culpa cada vez que te veo.

Enmudecí.

¿Qué coño podía a decirle a esa mujer, una bomba sexual de pies a cabeza? Entonces, creo que notó mi excitación pues medía con sus esponjosos pechos pegados a mi camisa las palpitaciones incontrolables de mi corazón.

—Por favor, sé que lo quieres, sé que me necesitas...

—Evelynn —mi mente ya no trabajaba por estar hipnotizado con su avance voluptuoso.

—Sabías que tarde o temprano tenía que ocurrir, ¿no es así? Un hombre y una mujer poderosamente cachondos, conviviendo en el mismo apartamento. Aunque Ahri me haya confinado a su habitación, sabes que yo pertenezco aquí... contigo.

—Evelynn —repetí babosamente.

—Vamos, usa mi corrompido cuerpo como mejor te plazca.

Y antes siquiera de que pudiese besarla con la pasión de quien no ha follado en años, un golpe estrepitoso remeció la cama y los objetos colgados cayeron abruptamente, la impresión que nos llevamos fue tan intensa que la súcubo se levantó de un salto.

Cuando pude respirar de alivio al saber que no había sido un temblor, ambos descubrimos que provenía de algo mucho peor: del mal genio de una vastaya tras haber despertado en medio de la madrugada por culpa de un par de idiotas.

K/DA: La invasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora