Capítulo I

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Salí de casa contenta, ni si quiera debía de estarlo estábamos a mediados del primer trimestre y no me apetecía nada estudiar cómo iba a tener que hacerlo durante el próximo mes antes de las vacaciones de Navidad.

—¿Hoy se ha despertado de buen humor la princesa de la casa? —miré a mi hermano con cara de pocos amigos mientras él me dejaba un beso en mi mejilla.

—Sí, pero como no dejes tu boca sellada me la estropearas —le comenté sonriendo al oír los primeros acordes de Intentions, de mi queridísimo Justin Bieber.

El camino hasta el instituto fue corto, como todos los trayectos en este pueblo y en cuanto llegamos pude reconocer a Tess y Astrid en la puerta sentadas. Prácticamente salté del coche antes de que mi hermano terminase de aparcar y aunque oí su reproche me dio exactamente igual. Hoy estaba feliz y la base de mi felicidad era Mason Cooper.

—No fumes más —le dije a Astrid y ella ponía los ojos en blanco mientras tiraba el cigarro al suelo.

—¿Por qué vienes tan feliz? —comentó mientras se ponía de pie. A mi lado apareció Hazel con media sonrisa.

—Está claro —comenzó a hablar mi mejor amiga, Tess —hoy vuelve Mason Cooper.

—¿Quién es Mason Cooper?

Hazel se había mudado el año pasado a Perth, y cuando ella vino los hermanos Cooper ya se habían marchado ambos a hacer un año de servicio militar como lo había hecho su padre y su abuelo en sus años.

—Mason Cooper es el crush de nuestra amiga desde que tiene uso de razón, es más yo diría que hasta cuando era un bebe irracional que solo comía y lloraba también lo era.

Iba a describir a Mason Cooper, pero ni si quiera me hacía falta hacerlo. Apareció una moto negra preciosa, en la que todas las chicas presentes en la puerta nos fijamos y de ella se bajó Mason. Castaño, uno ochenta, ojos marrones oscuros que hacían contraste con su piel blanca y ese año en el ejercito también parecía haberlo cambiado porque apareció con más espalda, más músculo y más formado físicamente.

Sentí mis piernas temblar cuando lo vi caminar en dirección a mi hermano. Claro Mason Cooper era el mejor amigo de mi hermano. Un fuerte ruido de una camioneta
pick up, vieja volvió a llamar la atención, Mason Cooper no era el único de los hermanos Cooper. Estaba su hermanastro Kai Cooper, porque tanto él como su madre habían aceptado el apellido de su nuevo padre.

—¿Y ese? —preguntó Hazel.

—Kai Cooper, un tremendo rubio de ojos verdes hipnotizadores, uno ochenta y cinco y como podéis ver, nenas, una espalda y unos músculos que no tienen nada que envidiar a la de su hermano.

No miré ni medio segundo a Kai. Era un capullo, siempre estaba molestando y había aprendido a ignorarlo de todas las maneras posibles, porque a él solo le interesaba él mismo y a mí solo me interesaba su hermano. Vi a mi hermano saludar a ambos, los tres eran los chicos más cotizados de la escuela, incluso el año pasado cuando dejaron a mi hermano solo, solo se hablaba de ellos tres.

—Preparaos, porque ya están aquí los hermanos Cooper, y eso solo puede significar que vienen curvas —añadió Tess mientras el trio entraba al instituto.

Las cuatro nos dirigimos hacía nuestra clase, y aunque no solían dejar que nos sentásemos juntas a veces si faltaba nuestro compañero teníamos clase. Aunque en este caso no pudo ser. Porque al llegar a mi clase de historia del mundo contemporáneo tenía a mi lado de mi mesa, al mismísimo Kai.

Me senté a su lado sin ni si quiera mirarlo, pero por el rabillo del ojo pude ver como se dibuja una sonrisa divertida en su cara y lo noté moverse hacía mi lado y hacer que buscase algo en su mochila, a consecuencia su boca se quedó a centímetros de mi oído.

—Venga manchas, sé que me has echado de menos.

Me llamaba así debido a las pecas que rodeaban toda mi cara y todo mi cuerpo. Mi hermano también las tenía, pero las suyas eran menos y disimulaban más. Ese era el problema de ser mellizos. Éramos bastante distintos en muchos aspectos.

—No me llames manchas, nadie me llama así.

—Siempre he sido un chico especial.

Puse los ojos en blanco y me dediqué a sacar mis apuntes del cuaderno mientras pasaba completamente de lo que sea que estuviese haciendo Kai, que sabía que era cualquier cosa menos atender que era lo que debería hacer.

Cuando terminó la clase prácticamente hui, cuanto menos tiempo pasara cerca de Kai mejor. Yo quería tiempo junto a su hermano no con él.

Sonreí cuando vi a mis amigas esperándome en la puerta para ir a la siguiente clase y nos fuimos de allí. Agradecí durante la siguiente clase que ninguno de los hermanos Cooper estuviese en la misma clase y aproveché para atender y no desconcentrarme.

El resto de las clases dieron igual, porque me senté junto a Tess y así evitar cualquier encontronazo con Kai o cualquier momento vergonzoso con Mason.

—Vendrán Mason y Kai esta noche a casa a cenar —me dijo mi hermano mientras nos sentábamos en la mesa del comedor para comer algo.

Mi padre comería en la comisaría mientras mi madre estaría con cualquiera de sus amigas comiendo por ahí y sospechaba que sería la madre de Kai, porque ellas eran mejores amigas.

Sabía que esta noche mis padres tenían una cena fuera de casa y que mi hermano lo aprovecharía, pero tampoco que lo haría de esa forma tan cruel. Trayendo a mi queridísimo amor de la infancia y a su odiado hermano.

—No molestaré —dije y comí el resto de la comida en completo silencio.

No tardé mucho en irme a la biblioteca, allí había quedado con Nash. Nash era mi mejor amigo, aunque nadie lo sabía. Era lo mejor, él tenía veinte años y estudiaba para ser abogado online a causa de la enfermedad de su madre. No quería separarse de ella así que había decidido estudiar online.

Nos conocimos el año pasado, cuando yo empecé con mi rutina de ir a la biblioteca a estudiar, normalmente no había nadie así que un día se acercó a pedirme un bolígrafo y nos quedamos hablando como buenos amigos.

—Hey, princesa —sonreí al oír como me llamaba, habíamos dejado claro en más de una ocasión que solo sería amistad.

Sobre todo, después del día que le conté el drama que me pasaba con Mason Cooper, aunque en ningún momento usé un nombre porque vivíamos en un pueblo y todo terminaba sabiéndose.

—Mi rey —bromeé mientras me sentaba a su lado.

Tenía varios apuntes en la mesa y con el tiempo había aprendido que era la persona más ordenada del mundo y que sus cosas no debía de tocarlas.

Estudiamos cada uno nuestras cosas durante toda la tarde, aunque en algún momento nos distraíamos para preguntarnos, el me preguntaba sobre el instituto y yo sobre su madre, y cuando por fin dieron las ocho nos fuimos de allí tras despedirnos del señor encargado de la biblioteca.

Al salir nos encontramos con una de las muchas horribles tormentas de Perth. Así que le miré esperanzada de que tuviese el coche, pero no parecía tenerlo.

—Ven a mi casa y esperas a que deje de llover un poco —le dije.

No era que viviese cerca, pero si más cerca que él. Me miró con una pequeña sonrisa traviesa y yo se la quité de un puñetazo juguetón en el hombro. Nunca había venido a mi casa, principalmente porque conocía a mi hermano y sabría cómo se ponía. Pero tampoco necesitaba que mi mejor amigo enfermase.

—Bien, pero no abuses de mi nena, soy irresistible —sonreí mientras comenzaba a caminar con la capucha de la sudadera puesta, aunque dio igual todo lo rápido que corrimos o lo tapados que íbamos porque cuando llegamos a casa estábamos ambos empapados.

—Te dejaré ropa de mi hermano y esperaremos esperas a que la lluvia para y así puedes irte —le comenté mientras abría la puerta.

Nada más cruzar el umbral de la puerta me encontré con lo único que no quería ver hoy.

A los hermanos Cooper y a mi hermano cenando unas pizzas en el salón que quedaba a la derecha de la casa mientras reían y comentaban cosas.

El problema fue el silencio tan incomodo cuando me vieron entrar y justo detrás de mi estaba Nash que llevaba su mano enganchada a mis hombros.

JUEGO DEL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora