Capítulo XX

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Cada mañana en el instituto se había convertido en un desafío para mantener la compostura. En lugar de estar en clase, Mason y yo nos encontrábamos a escondidas en el parque cercano, perdidos en nuestros propios mundos de risas y besos.

Después de asegurarnos de que nadie nos seguía, salimos del instituto y nos dirigimos al parque. Pero incluso en medio de nuestra felicidad, una sombra de preocupación se aferraba a mi mente. Sabía que lo que estábamos haciendo no era lo correcto. Faltar a clases, ignorar nuestras responsabilidades... todo por pasar tiempo juntos. A veces me sentía culpable, pero cada vez que miraba a los ojos de Mason, todas mis preocupaciones desaparecían. Su sonrisa me tranquilizaba y sus palabras en las que restaba importancia a mis preocupaciones me hacían olvidarme de ellas.

Cuando nos acercamos al instituto al final de la mañana, una sensación de inquietud se apoderó de mí. Al entrar en el patio, mis ojos buscaron instintivamente a mi hermano y a Hazel entre la multitud de estudiantes. Llevaba sin hablar con ellos dos semanas, que era el tiempo que había trascurrido desde la fiesta.

Decidí buscar a mis amigas, Tess y Astrid, quienes siempre habían estado ahí para mí en los momentos difíciles. Las encontré sentadas en una mesa cercana, y me apresuré a unirme a ellas, sintiendo un alivio momentáneo al alejarme de la vista de Neron y Hazel. Sin embargo, la tranquilidad no duró mucho. Tan pronto como me senté, Astrid me miró con una expresión preocupada en su rostro.

—Lilith, necesitamos hablar—, dijo en voz baja, su tono serio enviando una advertencia a través de mí. —Sé que estás pasando por un momento difícil con todo lo que está pasando, pero no puedes seguir evitando tus responsabilidades, comenzó Astrid, su voz llena de preocupación. —Faltar a clases, perder el tiempo en el parque... todo eso está afectando a tus calificaciones y a tu futuro.

Podría decir que Astrid era la menos indicada para hablar de ello, pero era mentira, porque su promedio no bajaba del nueve y siempre nos estaba ayudando al resto a llegar a esa nota y aun así sacaba tiempo para todo lo que quería. Miré a Tess en busca de apoyo, ella era mi mejor amiga, estaba segura de que me apoyaría, pero su expresión estaba igual de seria.

—Astrid tiene razón, Lilith— dijo Tess y esas palabras me cabreaban, no eran ellas las que habían visto a una de sus mejores amigas engañándola durante semanas y a su hermano mintiéndole en la cara.

—Lo siento, chicas, pero no puedo seguir teniendo esta conversación— dije finalmente, sintiendo un nudo en mi estómago, mis manos temblaban y deseaban aferrarse a lo único que parecía apoyarme ante cualquier cosa ahora mismo Mason. —Necesito un poco de espacio

Me levanté abruptamente de la mesa, ignorando las miradas preocupadas de Astrid y Tess mientras me alejaba. Mi mente estaba llena de emociones conflictivas mientras caminaba por el patio, tratando de alejarme de todo.

Y entonces, lo vi. Mason estaba de pie cerca del borde del patio, mirándome con una expresión preocupada en su rostro. Nuestros ojos se encontraron, y en ese momento supe lo que tenía que hacer.

—Vámonos —dije y él me miró con sorpresa —mi casa está sola ahora mismo —le vi levantar las cejas, pero rápidamente soltó el cigarro que tenía.

No tardamos en llegar a mi habitación y entre besos y caricias acabamos tumbados en mi cama, yo encima de él con mis piernas a cada lado de su cadera.

—¿Estás segura? —asentí y él me volvió a besar esta vez tomándose su tiempo para quitarme cada prenda y yo le desabrochaba temblorosamente la camisa.

Buscó en su cartera un condón y me lo tendió, mientras él se quitaba el pantalón yo lo abría y luego pasé mi mano por su erección poniéndoselo mientras sus dedos jugueteaban en mi interior provocándome varios suspiros de excitación.

—Túmbate —me ordenó y yo lo hice mientras él se tumbaba encima de mi apoyando sus manos en el colchón. Sentí como entraba dentro de mí y varias lágrimas caían por mis mejillas —Respira Lili —me dijo mientras me daba pequeños besos en las mejillas limpiando las lágrimas.

Unos minutos más tarde estaba disfrutando de su movimiento mientras mis dedos se clavaban en su espalda y sus manos toqueteaban mi cintura, mi cadera, mis pechos y me susurraba al oído sus gemidos.

—Gracias Lili —me comentó mientras se tumbaba a mi lado, le vi quitarse el preservativo y luego buscar en sus pantalones, de donde sacó un porro y un mechero y no tardó en encenderlo. En mi momento de subidón, excitación, felicidad decidí arrebatárselo y darle unas caladas y luego acurrucarme junto a él para disfrutar del momento.

JUEGO DEL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora