Capítulo XII

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—No corras mucho —le dijo mi madre a Kai mientras cargaba mi mochila en la parte de atrás —y haced fotos.

Ambos asentimos. Nos montamos en el coche y me apoderé de la música durante el viaje mientras Kai conducía. Llevaba el desordenado. Una sudadera de un gris claro con las mangas hacia arriba.

Durante el viaje él me comentó que nos quedaríamos en el antiguo piso de su madre. Ella antes de mudarse a Perth vivía allí, así que podría decirse que Kai era de Chicago. Desde nuestro pueblo a la ciudad teníamos algo más de tres horas en coche, el que me dio algo de pena Kai porque si supiera conducir podríamos haber cambiado y así él no se cansaba de conducir.

—Manchas despierta —oí a Kai —están babeando mi coche —abrí los ojos sobresaltada y miré hacia el asiento, completamente seco.

—Capullo —al girarme Kai tenía una sonrisa, pero estaba intentando aguantarse la risa.

—Estamos en un McDonald, comemos y luego vamos a la universidad.

Miré por la ventanilla, había edificios no muy altos, podía ver el letrero amarillo de McDonald. Nos bajamos del coche y después de recibir nuestra comida nos sentamos en una mesa. Tampoco teníamos prisa, íbamos a estar aquí dos noches y luego volveríamos para llegar a la comida de fin de año

—Aprovechando que estamos solos deberíamos hacer algo que no nos dejasen hacer nuestros padres —comenté mientras cogía una patata.

—¿Qué has pensado manchas? —sonreí y miré su brazo.

Él tenía un par de tatuajes, uno en el brazo, en la parte interna y nunca había conseguido verlo, el otro estaba en la espalda y aunque la curiosidad me mataba por saber que era siempre que se había quedado sin camiseta por una cuestión u otra prefería mirar a otro lado.

—¿Un tatuaje? —comenté —ya sé que tú tienes, pero no tienes uno conmigo —su cabeza se echó hacia atrás mientras reía y luego se encogió de hombros.

—Nos haremos un tatuaje.

Sonreí feliz y mordí la hamburguesa, el tema de conversación durante el resto de la comida se centró en la universidad. Él al parecer también quería venir a Chicago.

La visita al campus me gustó, además la gente que estaba también parecía agradable, cuando salimos de la universidad ya eran pasadas las ocho, así que pensamos en cenar algo y luego buscar cualquier sitio para que pudiésemos hacernos el tatuaje.

También tenía pensado darle mi regalo, pero quería que fuese más adelante en algún momento especial.

—Venga, nos van a cerrar todos los sitios —le dije impaciente mientras le empujaba de la cintura y él reía.

—No te preocupes manchas.

Él parecía bien donde ir así que caminé junto a él sin importarme mucho donde acabaríamos porque confiaba en él plenamente.

—¿Qué te quieres hacer? —preguntó mientras entrabábamos en una tienda.

—No lo sé —fui sincera —espero que me llegue la inspiración mientras tú te haces uno. Le oí reír, pero asintió.

Él se quitó la camiseta y yo evité mirarle mucho tiempo porque empezaba a notar mis mejillas calientes y dudaba que fuese a soportar sus burlas.

—Una luna creciente por favor —comentó mientras señalaba sus costillas.

—¿Una luna? —quería que me dijese porque se tatuaba eso, pero no parecía muy decidido a hacerlo.

Tardó algo más de media hora en el tatuaje y cuando llegó mi turno decidí hacerme lo más básico del mundo. Un corazón en la muñeca. Tampoco quería que mis padres me matasen, al menos todavía.

—¿Un corazón? —usó el mismo tono que yo.

—El día que me digas la luna yo te diré sobre el corazón.

Él negó completamente negado a decirme sobre su tatuaje y mientras sacaba unos cuantos billetes para pagar al tatuador que nos miraba divertido.

Volvimos al piso donde nos íbamos a quedar durante los dos días, era acogedor, con una habitación al fondo junto a un cuarto de baño, a la derecha de la entrada quedaba la cocina algo pequeña y en el centro del piso quedaba un sofá y una televisión.

—Puedo dormir en el sofá —me comentó y yo le miré algo sorprendida. La verdad es que no me importaba dormir con Kai, me apetecía tener sus brazos apretándome con seguridad y su olor impregnado durante la noche.

—No pasa nada —comenté buscando un vaso para conseguir agua —por cierto, tengo tu regalo.

Me acerqué a la mochila que había dejado en el sofá y busqué el sobre que había pintado de azul pastel y le había pegado varias estrellas porque amaba las estrellas.

—Vaya, yo esperaba un striptease —le di un puñetazo, él abrió despacio el sobre, como si tuviera miedo de romperlo —Señor Kai Cooper, si en algún momento necesitas hablar con la señorita Lilith Barbrow, solo tendrás que darle este papelito y ella deberá escucharte.

Le oí reírse y luego estiró su brazo para abrazarme.

—Estoy seguro de que lo usaré en algún momento —me sonrió, su brazo seguía en mis hombros y su cabeza miraba para abajo, para poder mirarme. Mis manos estaban puestos en los laterales de su sudadera.

—No sabía que regalarte —le confesé susurrando.

—La próxima vez, pregúntame, tengo varias sugerencias —seguíamos en la misma posición y nos susurrábamos como si lo estuviésemos haciendo a escondidas.

—¿Alguna que darme ahora? —¿estaba tonteando con Kai?

—Tal vez un beso —él bromeaba, estaba segura así de que asentí y pude ver la sorpresa en sus ojos esperando a que me acercase.

Me puse de puntillas para llegar a su mentón y pasé mi labio por su barbilla subiendo un poco más, pero antes de que nuestros labios se pegasen giré mi cabeza y dejé un beso rápido en su mejilla. Me alejé de él con rapidez y caminé hasta la habitación.

—Voy a cambiarme, cuando esté te aviso.

Él me miraba con los ojos entrecerrados, pero no estaba enfadado porque se escapaba una pequeña sonrisa lateral que me confesaba que le había hecho gracia mi pequeña tomadura de pelo.

No tardamos en irnos a dormir, él pasó sus manos por mi cintura estrellándome contra su pecho y yo no quise protestar porque me sentía realmente cómoda.

JUEGO DEL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora