🥀CAP| 01

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01| Solo el principio.

Kaylee Felling

—...La vida a veces puede llegar a ser muy injusta ¿sabes?.

—¿Por qué lo dices?.

—Simplemente porque sí, porque las personas inocentes terminan pagando las ganas insaciables, enfermizas y retenidas de otras personas... Como tú.

Abro los ojos inmediatamente y me siento bruscamente en la cama asegurándome de que me encuentro en mi habitación y no en ese lugar oscuro que tanto me atormentaba.

El sol se cuela por la ventana de mi habitación brindándome claridad. En mi pecho se siente una presión que apenas me deja respirar del todo bien, mis ojos están empañados por las lágrimas que no pude dejar ir y mi garganta está seca; tanto que parece que corrí una maratón.

Mis manos temblorosas van a mi cuello en un intento de calmar mi respiración tan agitada, para asegurarme de que me encuentro sana.

Un recuerdo.

Es común que cada día en el que abro los ojos tuviese miedo a encontrarme encerrada en esa pesadilla de la cuál quiero me quiero olvidar.

A pesar de que haya pasado dos años lo recuerdo como si hubiese pasado hace un minuto. Pasar por un hecho difícil, duro y traumante aveces puede ser muy dificultoso de olvidar o sanar.

Pasar por algo doloroso no se supera de manera rápida, eso es un hecho que de alguna manera u otra va a estar en nuestro subconsciente; que con algún gesto, palabra o acción relacionada con eso, desbloquearia un recuerdo de eso que creímos olvidado alguna vez.

Aunque nuestra sanación depende de nuestra fuerza, de los tratamientos y esfuerzo para mejorar física y psicológicamente.

Todo está en verlo como la meta a la que debemos llegar.

Aunque en muchos casos, las personas no tienen la fuerza suficiente para afrontar eso que los haya lastimado y por ese entonces ocurren los suicidios. Y a mi parecer existen dos tipos de personas:

1- la que hace todo lo posible por salir a flote sin dejar que la oscuridad la consuma.

2- la que hace el intento, pero sigue en el mismo lugar o se sigue hundiendo aún más en un océano sin fondo, por lo miedos.

Yo pertenezco al segundo grupo; a ese que hace el intento de liberarse de las garras del pasado, pero con cada inseguridad se sigue hundiendo en un océano oscuro y sin fondo.

Y a pesar de haber tantas maneras injustas de huir de una historia violenta y devastadora porque la mente pide paz, me he decidido ir por la terapia. Un medio justo para la mente y el corazón.

Después de secarme las lágrimas y escalar hasta mis más altos pensamientos, salgo de la cama, despojándome de mi querida colcha de felpa que me mantiene en calor durante la noche fresca.

El reloj de la pequeña mesa auxiliar junto a mi cama marca las 7:34 a.m. Veintiséis minutos exactos para comenzar con mi nuevo día al colegio.

WOUNDS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora