El pasado no siempre trae las mejores cosas consigo, y Kaylee Felling es testigo de eso.
Una noche como cualquier otra llegó el pasado tocando a la puerta, trayendo consigo a una santa bestia sediento de sangre.
Él, que parece un ángel antes los ojo...
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Kaylee Felling
Mi respiración se comienza a agitar y las manos me tiemblan. Alguien me espía y tengo la ligera impresión de que es Aiden, pero él está fuera de la ciudad.
—Tranquila Kaylee, él no está, él no está— susurro en un intento de calmarme.
Finjo una sonrisa de boca cerrada y me acerco a Dante, el cual está recostado a su auto.
—Hola vainillita—dice con evidente entusiasmo.
—Hola— le respondo desanimada.
—¿Estás bien?—pregunta con el ceño fruncido.
—Si, es solo que...—paso una mano por mi frente intentando responder algo creíble —estoy un poco cansada.
—Si quieres dejámos la salida para otro día.
—No, no, voy a estar bien.
Dante me pellizca la mejilla en un gesto cariñoso y me indica que suba al auto.
En mi vida todo es un miedo constante. Miedo a que él regrese y vuelva a hacerme daño. Miedo a todo. ¿Qué hubiera pasado si Josh no hubiese ido ese día a mi casa?. Tal vez todo sería mejor. Y yo seguiría siendo feliz.
Decido no pensar más en mis problemas y me dedico a inspeccionar la cámara que me regalaron.
Miro la marca de la tienda que me resulta peculiarmente conocido, estoy segura que lo he visto en algún lugar.
Me giro hacia Dante quien tiene la mirada perdida en las calles. Aprovecho el ángulo y enfóco el lente de la cámara para lograr una bonita foto a distancia.
—Hermoso— digo orgullosa de mi talento.
—¿El qué es hermoso?—pregunta confuso.
—La foto, mira—me acerco a él y le muestro la imagen.
—Ah, y yo que pensaba que el hermoso era yo— pone una cara de supuesto enfado.
—¿Tú?, no, tú estás feo amigo mío —le digo de forma muy lamentable y con gracia.
—Muy graciosa—me dice con los ojos entrecerrados y yo comienzo a reír.
Sé perfectamente que los psiquiatras o psicólogos no pueden tener una relación con sus pacientes fuera de lo ético y profesional. Pero a Dante no le importa eso y a mi me hace bien pasar tiempo con él.
Me recuesto a la ventanilla del auto y cierro los ojos para descansar. Es una costumbre que tengo.
