Cuando volví al campamento vi a Muriel conversando animada con un par de vigilantes del parque.
-Claro, me encantan los climas fríos.
- ¿Por qué? - preguntó uno de ellos- ¿de dónde eres?
-Es un lugar muy alto y casi nadie puede ir a él, pero eso sí, es muy tranquilo y el clima es muy agradable.
-Suena como un pueblo en las montañas- respondió el otro.
- ¿pueblo?
-Sí, Muriel, el pueblo en donde creciste- la interrumpí desde el árbol en el que estaba apoyado.
- ¡Oh, sí!
Los guardias me vieron algo desconcertados. Definitivamente no esperaban que Muriel tuviera acompañante.
-Bueno señorita, es hora de irnos- el clima va a empeorar y tenemos que alertar a los visitantes que estén por la zona.
Me saludaron con la cabeza y se marcharon.
-Qué tipos tan raros, primero insistieron en hacerme compañía y estábamos platicando muy bien. Tal vez les diste miedo.
-Claro que les di miedo, pero no es porque sea un demonio precisamente.
- ¿De qué hablas?
- ¿En serio tendré que explicarte hasta eso? Mira, solo ten cuidado con los hombres que se te acerquen.
- ¿Por qué?
-Esto deberías saberlo mejor que yo, trabajaste en el cielo, debes estas familiarizada con la fama de los humanos.
-En realidad... allá arriba preferían dejarme las tareas más simples, creo que no me confiarían algo como vigilar el mundo humano.
-Bueno, pues las personas son falsas ¿entiendes? Nunca confíes en nadie, por más amable que sean contigo. El mundo es un asco.
Me di la vuelta. El silencio que vino después me hizo sentirme avergonzado.
-Te tengo una pregunta- dijo en voz baja y calmada después de un rato.
-Dime
-Si el mundo es tan malo ¿por qué te arriesgaste a salvarlo una vez?
-Yo... no lo sé.
Y era cierto, en ese momento no podía dar siquiera una razón, aunque tenía la certeza de que algunos meses atrás hubiera dado más de una. Lo único que pude evocar de mis razones fue una librería y unos mechones de pelo blanco.
Pasamos el resto del invierno viajando, a veces íbamos a sitios turísticos y en ocasiones nos quedábamos en los bosques. Una vez fuimos a pescar; en otra ocasión acampamos y como nos sobraba demasiado tiempo hicimos una competencia de muñecos de nieve, nadie ganó porque a los dos nos quedaron horribles, el mío parecía una bola sin forma y Muriel le puso dos enormes jorobas al suyo, cuando le pregunté la razón dijo que eran alas.
De Aziraphale no volví a saber nada, a veces quería escuchar la noticia de que había vuelto al cielo y entonces podría seguir con mi vida improvisada en la tierra, pero saber que él seguía en este mundo solo, me hacía sentir con ganas de conducir hasta la librería y escuchar toda su historia. "Aunque no me la contaría" pensaba y entonces controlaba ese impulso loco de volver.
Cuando los días comenzaron a ser más cálidos y la nieve comenzó a derretirse, Muriel y yo nos alegramos mucho, a ella le fascinaba la idea de la primavera y a mí me emocionaba la idea de dejar de pelear con el frío.
Un día especialmente cálido nos encontrábamos afuera del coche viendo el atardecer.
-Muriel, tengo algo que contarte- dije
- ¿Qué pasa?
- ¿Sabes? He pensado acerca de lo que he hecho en la tierra todos estos siglos y siempre había tenido algo seguro proporcionado por el infierno, pero ahora soy libre y me gusta mi libertad, aunque eso signifique que ya no tenga nada. Por eso he estado pensando en hacer algo para mí, para que el invierno que viene tengamos un techo y una cama.
- ¿Hablas de ganar dinero?
-Sí, eso es lo que quiero, quiero tener algo mío y saber que yo me lo gané. He visto a los humanos hacerlo desde hace siglos.
- ¿Y qué se te ocurre?
-Bueno, he pensado en poner un bar o un club ¿Qué dices?
-Adelante, me gustaría verte cumplir tu sueño.
-Sabía que me apoyarías, aunque no es solo eso. Me gustaría que siguiéramos siendo amigos, pero también socios. Confío plenamente en ti y sé que entre los dos haremos cosas increíbles.
-Yo... no lo sé- dijo con timidez- ese parece un trabajo grande y con mucha responsabilidad, no creo estar hecha para eso.
-Muriel- te he visto progresar y sé que tu problema es de confianza. No harás nada que no quieras, pero créeme que he visto potencial en ti.
-Nunca he hecho un trabajo importante en el cielo, ellos no creían que fuera capaz y lamento decírtelo, pero son ángeles, son los subordinados de Dios, ellos no podrían mentirme.
-No podían mentir, pero podían estar equivocados. Vamos, piensa en las cosas que has hecho desde que llegaste a la tierra.
Una pequeña sonrisa se formó en su rostro, estaba por decir algo cuando oí a alguien decir mi nombre.
- ¡CROWLEY! ¡VETE! ¡HUYAN!
Era Aziraphale, tenía el cabello revuelto y una expresión de terror en el rostro.
- ¿Qué haces aquí?
-Tienes que irte, vienen por ella.
- ¿Por mí? - dijo Muriel desconcertada. - ¿Por qué?
-Eso no importa- váyanse.
- ¿A dónde?
-A donde sea, pero vete.
-Tú y yo hablamos luego- le dije.
Tomé a Muriel de la muñeca, pero fue muy tarde. En un abrir y cerrar de ojos estábamos rodeados de ángeles. Sonreían de una forma muy antinatural, una sonrisa que solo he visto en ellos. El que más me llamó la atención fue el que estaba en medio, enfrente de mí. Era Metatrón.
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Love of my life
RandomDespués de que el ángel Aziraphel rechazara los sentimientos del demonio Crowley decide irse al cielo y dejar a su amigo. Por su parte Crowley opta por entrenar a Muriel para que cuide bien la librería. Él está resignado al abandono de Aziraphel, si...