"El observador se encuentra nuevamente en un estado de vigilia, inmerso en sus pensamientos nocturnos. Ha llegado a la autoreflexión y ha llegado a una conclusión vital. La intensidad con la que este ser se entrega al amor ha sido el tema recurrente de sus reflexiones.
Este observador, ahora alejado del ego y viéndose a sí mismo desde una perspectiva objetiva, reconoce que la intensidad de su amor, cual llama que arde con pasión, a menudo parece más destructora que constructiva. Desea que su amor sea reflejado en la misma medida, pero parece que la llama que emana de su ser lo consume.
Surge una pregunta fundamental: ¿debe esta llama abrasadora ser convertida en una luz tenue? La llama, que de manera apasionada quema y consume, ¿es necesaria para el amor? O, por otro lado, ¿puede una llama tenue ser suficiente? ¿Puede el amor ser profundo sin ser abrasador?
El observador comprende que dar y recibir en el amor son dos caras de la misma moneda. La intensidad es valiosa, pero también debe ser dosificada. La llama del amor no debe arrasar y destruir; más bien, debe calentar y dar resguardo.
Este ser se encuentra en un proceso de autoanálisis y autorreflexión. No busca renunciar a su pasión, sino más bien aprender a manejarla con sabiduría. La pasión no debe apagar su luz, pero debe ser controlada de manera que su amor no lo consuma en su totalidad.
Así, en este estado de autoconciencia, el observador concluye que el amor, cual llama ardiente, debe ser dosificado para que pueda dar calor sin agotarse.
El Observador
Andy Martz
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Cartas Perdidas
Short Storyuna serie de cartas sobre pensamientos y sensaciones que quizá te parezcan familiares o tal vez no