El camino fue incómodo, demasiado.
La tensión en el interior del automóvil era tangible. Max se encontraba sentado en su mullido asiento incómodamente, mientras su padre conducía con una expresión de furia apenas contenida. Cada segundo que pasaba parecía eterno, y Max se preguntaba que podía hacer en esa situación.
La ausencia de palabras cortantes o gritos solo amplificaba la angustia que llenaba el habitáculo. Estar en un auto con un conductor furioso que no le dirigía la palabra era una de las peores experiencias que podía imaginar. Era como estar atrapado en una jaula con una bestia enfurecida, sabiendo qué había provocado su ira más sin saber qué hacer para calmarla.
Max se hacía pequeño, tenso como un resorte, cada músculo de su cuerpo en alerta máxima. La mirada de su padre permanecía fija en la carretera, sus manos apretando el volante con fuerza, como si estuviera conteniendo la tentación de arrojarlo a un lado, y su mano derecha puesta en la palanca de cambios, como si en cualquier momento quisiera tirar de ella y detener el vehículo en seco.
A medida que avanzaban por la carretera, los truenos comenzaron a retumbar en el horizonte, acompañados por la suave cadencia de la lluvia golpeando el parabrisas. El paisaje a su alrededor se desdibujaba bajo el manto gris del cielo, pero incluso en medio de la tormenta, Max no podía evitar admirar la belleza de los bosques que los rodeaban.
Sin embargo, la belleza del paisaje no lograba calmar su inquietud. Cada vez más exhausto, luchaba por mantenerse despierto, sus párpados pesados cayendo una y otra vez. Mientras las gotas de lluvia seguían su batalla frenética por la ventanilla (el apoyando a la gota izquierda), Max se sumergió en un estado intermedio entre el sueño y la vigilia, sin saber que hacer. Pero por ahora, solo podía dejarse llevar por el flujo del tiempo, esperando que eventualmente la tensión llegara a su fin.
Al final la gota izquierda no ganó y un puchero apareció de sus labios.
Movió sus pies de arriba a abajo y empezó a pensar lo que sucedería cuando llegaran a Roma, donde lo esperaba su hermana. Habían planeado simplemente disfrutar el uno del otro. Le prometió que jugarían juntos, y estaba decidido a cumplirlo. Junto con ellos, tenía un partido de fútbol pendiente y una tarde de juegos con muñecas que no podía esperar para compartir con ella. Eso si se lo permiten sus padres.
Esa era su vida. No era un mal sueño.
¿Estaría así siempre?
¿Viviría para su padre hasta grande?
Admitía que amaba los autos, sentirse al volante era una experiencia liberadora para él, una sensación de velocidad y libertad que lo hacía olvidar temporalmente su vida. El automovilismo representaba más que solo subirse a un vehículo de cuatro ruedas y dar vueltas por ahí; era un escape, un refugio donde podía ser él mismo y dejar atrás las preocupaciones del mundo exterior. Era su sueño alcanzar las alturas de la Fórmula 1, demonios, debía de hacerlo por su padre. Si no lo lograba, sería peor que una basura.
Desvió la mirada hacia adelante y divisó un camino de tierra serpenteando entre los densos bosques que bordeaban la carretera principal. Se preguntó a dónde conduciría ese camino, qué pueblos ocultos podría albergar en su recorrido. Italia era conocida por sus pintorescas pero desconocidas comunas y Max no podía resistirse a la tentación de explorarlas cada vez que tenía la oportunidad.
Recordó las escapadas furtivas que solía hacer de su padre y su séquito para perderse por las calles italianas de diferentes provincias, Salerno no fue la excepción. Había algo mágico en ellas.
La belleza de Italia le había robado el corazón desde el momento en que puso pie en ese país por los torneos. Las playas bañadas por el Mediterráneo y las calles empedradas llenas de historia y encanto antiguo creaban un ambiente acogedor y nostálgico que nunca había experimentado en otro lugar.

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Finding You
FanfictionA veces, los encuentros especiales pueden tener un impacto profundo en nuestras vidas, dejándonos con un deseo profundo de volver a experimentarlos. Eso le sucedió a un niño de entonces catorce años que sintiéndose querido por primera vez en su vid...