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Sergio murmuró un "por fin" al ver que la estación estaba más cerca, sintiendo un ligero alivio al saber que pronto estaría fuera de ese ambiente incómodo. El irritante acosador, por su parte, no había dejado de intentar entablar conversación como si fueran amigos de toda la vida, pero apenas y si respondía, con monosílabos pero lo hacía, sintiéndose obligado a mantener la cortesía debido al favor que le estaba haciendo.

Finalmente, llegaron a la estación y Petrov se detuvo. Sin esperar nada más, Sergio se bajó del auto y bajó la bicicleta del techo. Casi se cae al sentir el peso de la bicicleta, pero logró evitarlo con esfuerzo adicional y balance. La sensación de alivio al estar fuera del auto era notoria, necesitaba relajarse de toda la situación por lo que deseaba por un turno tranquilo.

—Gracias.—podría ser seco más no descortés.

—Un buen agradecimiento para mi debería ser tu número, lindo.

Suspiró con cansancio y cerró la puerta del copiloto.

Poniendo la bicicleta a su lado y dándose la vuelta para caminar rumbo a la tienda, exclamó: —Ya lo veremos luego.

El mayor soltó una risa y salió de la gasolinera, aparentemente divertido por haber molestado a Sergio. A pesar de todo, era un avance; habían intercambiado más palabras de las habituales y no recibió un rotundo "no" como solía hacer, bueno, nada más antes de que empezara el trayecto. Tal vez había una oportunidad de mejorar su relación en el futuro y, no sabe, tal vez, poder conseguir lo que había estado deseando desde que lo vio de casualidad en ese mismo lugar atendiendo a la gente.

Esperó que por incercia el menor se volteara hacia él despidiéndose con una de sus icónicas sonrisas y un guiño coqueto que hizo que el menor rodara los ojos y se volviera a dar la vuelta.

Lo lograría en otra ocasión.

Mientras tanto, Sergio entró por la puerta principal de la gasolinera. Al darse cuenta de que no llevaba las llaves de la tienda consigo, se preparó para pedírselas a su compañero de trabajo antes de que se fuera. La campanilla sonó alertando a las únicas dos personas dentro.

—¡Sergio!

—Buenas tardes Tonio.

Vitantonio Liuzzi, apodado Tonio, era uno de los compañeros de trabajo en la estación de servicio. En ese momento, lo encontraba atendiendo a un señor mayor que compraba una bolsa de semillas de girasol.

Después de saludar brevemente a Tonio y al cliente, Sergio se adentró en la zona de empleados para dejar la bicicleta y cambiarse al uniforme de trabajo, ahora más tranquilo. Agradecía tener a alguien como Tonio para que le mejorara los días que llegaba con el humor por los suelos, era alguien en quien podía confiar y que siempre estaba ahí para echar una mano cuando lo necesitaba.

—Oye jovencito, sigo aquí porque quiero pagar. —Logró escuchar desde afuera.

—Lo siento. —Se apresuró a completar la transacción. —Muchas gracias y que tenga un buen día.

—Sí, sí, como sea. Deberías estar más atento. Para eso te pagan. —Y volvió a escuchar la campana, anunciando la retirada del cliente.

—Piri esi ti pigin. —Agudizó el menor con burla al salir pues a Tomio no se le conocía por ser una persona del todo amable. Y que se haya comportado tan civil con aquel idiota era sorprendente.

—Puaj, por fin. Ese jodido viejo me tenía hasta las pelotas. —Ese era el Tonio que conocía, una bola de amargura e insultos. —¿Puedes creer que me tuvo por casi una hora preguntándome cuales semillas eran mejores? Y luego cuando te saludo me apura el muy sin vergüenza, debería estar agradecido que no le dije hasta de lo que se morirá su madre.

Finding YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora