12- Polvos mágicos.

20 5 10
                                    

Nos encontrábamos en su casa, exactamente en su cocina

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nos encontrábamos en su casa, exactamente en su cocina.

Ambos teníamos hambre, y como no sabíamos cocinar estábamos buscando recetas por internet.

Elegimos hacer unas galletas, algo simple, cosa que a nosotros se nos complicaría bastante.

Algo que aprendí hoy cocinando con Ale fué que por nada en el mundo nos dedicasemos a la cocina o nos íbamos a morir de hambre en un futuro.

Ya teníamos la masa lista, Ale se encontraba distraído tratando de encender el horno así que aproveché para coger un poco de harina que quedaba en la mesa y tirarsela en la cara.

Me escabullí entre los muebles para que no me viera, acto en vano ya que éramos los únicos en esa casa.

El dio la vuelta a la larga isla de la cocina en la que se encontraba nuestro intento de galletas y todos los ingredientes tirados los cuales recogeríamos más tarde.

Una vez situado frente a mí me levanté para quedar a su altura.
Lo que hizo que él me abrazara, cosa que me sorprendió.

Correspondí el abrazo mientras disfrutaba su contacto físico cuando siento algo caer en mi cabeza.

Harina.

Me había tirado todo lo que quedaba en el paquete sobre la cabeza y parte de mi torso.

Me quedé paralizado observando mis mangas de la sudadea, ahora llenas de una especie de polvo blanco; y note como su mirada se posaba en mi.

-¿Jace?-

No respondí.

-¿Estás bien?-

...

-¿Qué? ¿Me has dicho algo?-

-Pense que te había pasado algo, tonto-

-Lo siento, me quedé pensando -

-¿En qué? ¿En la novia?-

Mierda.

-No- contesté seco.

-Lo siento, perdón si te ha molestado -

-¿El qué?-

-Lo de la harina ¿Qué más va a ser?-

Ah.

-No, tranquilo-

Lo que no sé es que haré ahora con esta ropa, tampoco me apetece llenarle casa de harina y que cuando lleguen sus padres se asusten al ver un polvo blanco.

-¿Qué hago con la ropa ahora?-

-Quitartela-

Encantado.

¿Eh?

Nunca pensé escuchar a Ale decirme esto, pero no está nada mal.

Al ver que no respondí decidió hablar el.

-Ahora te dejo algo mío, espera que voy a buscarlo-

Él se fue y aproveché para agarrar el móvil ya que no lo veía desde que habíamos llegado.
Estuve respondiendo algunos mensajes que me había dejado mi madre como "que tuviera cuidado" o que avisasase si no iba a dormir en casa.

Me encuentro feliz ya que desde que hemos venido a mi casa no ha vuelto a pensar en ella.
De verdad, sigo sin entender cómo es capaz de hacerle eso, es un ser magnífico, parece un ángel, no se merece que le pase nada malo en este mundo.

Noté como Ale estaba tardando mucho en volver así que decidir atravesar el gran pasillo poco iluminado que tenía justo en frente y buscar la habitación en la que se encontrase.

Al entrar vi una escena que no me hubiera gustado ver ni en mil años.
Fue algo que hizo que mi corazón se rompiera pedacito en pedacito.
Me acerqué lentamente a la esquina de la habitación para intentar averiguar que es lo que le hacía estar así.

En cada paso que daba notaba como iba creciendo un nudo en mi garganta .

Al llegar me quedé sin palabras, al verme no me dijo nada, simplemente me enseñó la pantalla de su teléfono en la que se lograba ver una carpeta de fotos.

Me entregó el dispositivo, y al tenerlo en mis manos me adentré en la carpeta sin dudarlo ni un segundo.

Era lo último que me esperaba.

Cada imagen que iba pasando notaba como mi piel se estremecia.
No podía creer como había sido tan hija de puta con él.

Levanté un poco la mirada para encontrarme con la suya, sus ojos rojos e hinchados por culpa de sus lagrimas que caían de ellos dejando un rastro brillante en su piel.

Baje un poco por su rostro encontrándome sus hermosos labios rosados temblando, él estaba temblando por el dolor que sentía.

Hay que tener coraje para engañar a la persona de la que supuestamente estás enamorada, pero hay que tener más para que cuando te haya visto engañarle y haya actuado como si nada vayas tú y le envíes una carpeta de fotos en las que sales besándote con todas las personas con las que le has engañado.

Eso me supera.

Tire el teléfono a un lado de la cama y sin decir nada le di un cálido abrazo que tardó unos segundos en corresponder.

Escuchaba sus constantes sollozos cads vez más fuertes y mi camiseta mojada debido a sus lágrimas.

Le acaricié lentamente la espalda para darle consuelo e hice que poco a poco nos acercáramos a la cama para finalmente caer los dos en ella, el encima mío.

Una vez se acomodó me dispuse a acariciarle su hermoso pelo mientras el se desahogaba totalmente soltando cada vez más y más lágrimas.

En este punto yo ya tenía los ojos brillantes, me mataba verlo así.

Le abracé como pude más fuerte y escondí mi cabeza en su cuello, acto que el también copió.

No iba a hablar de él tema si el no quería, alomejor está situación le supera y cuando ya se encuentre mejor decidamos olvidarlo.
Pero para mí esto es algo que me transmite mucha confianza, el simple hecho de que me haya enseñado el motivo de sus lagrimas ya me hace pensarlo.

No me iba a poner a pensar en esto ahora porque no valía la pena.

Levemente fui soltando el abrazo para volver a la posición inicial, yo rodeando su torso con mis brazos y el recostado boca abajo encima de mí con su cabeza apollada en el espacio vacío entre mi cuello y el hombro con sus ojitos cerrados y notando su respiración en mi cuello.

Volví a bajar mi mirada hacia sus ojos; está vez girando la cabeza por completo. Estos ya de encontraban menos hinchados y tenía una expresión relajada en su rostro.

Se había quedado dormido.

Algo tan simple como mirarlo dormir me hacía entrar en un completo mundo de tranquilidad, todo en el era paz.
Daba igual lo que pasase a mi alrededor, esa relación en mí no iba a desaparecer.

Lentamente me acerque a su frente tapada por el pelo pegado en ella y deposité un suave beso en ella.

Acaricié su mejilla lentamente por unos segundos y finalmente me determiné por dejarla ahí.

Poco a poco fuí cerrando los ojos por completo rodeado de ese mundillo de paz que sentía quedándome profundamente dormido.









Un verano que nunca olvidaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora