Capítulo 16

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Alianzas.

Mahidevran, se había vuelto una mujer de inquebrantable fuerza que aún no olvidaba su propósito: cambiar el cruel destino que le había tocado luchar desde su temprana juventud en su anterior vida. Vivía en una época en la que una mujer sin un hombre a su lado era como un barco sin ancla.

Todas las mujeres de poder que conocía habían obtenido la ayuda de un hombre para ser respetadas. No necesariamente un esposo, sino un hermano, un padre, incluso un hijo. Pero Mahidevran no tuvo ninguna de estas tres primeras figuras. Cuando perdió a su hijo, una parte de su vida se fue con él.

Enfrentó su depresión con la fuerza de una guerrera, luchando hasta terminar de construir la tumba de su amado Mustafá. Pero cuando el último adoquín fue colocado, las deudas la acechaban como sombras al anochecer. No podía desperdiciar esta oportunidad; debía ser astuta e inteligente para salvar a Mustafá y a su pequeño Abdullah.

El bebé que extendía sus brazos para ser cargado por su madre era un rayo de esperanza en su vida. Mahidevran nunca esperó volver a vivir esa experiencia, pero la risa de Abdullah, inocente y ajeno a sus problemas, la llenaba de una felicidad inmensurable.

- Mahidevran. - la llamó la Sultana Fatma, su voz suave como una brisa de verano, sin apartar su mirada del lienzo que pintaba - ¿Te encuentras bien? Desde que terminamos de desayunar, pareces estar en otro mundo.

- Sí, estoy bien, no debe preocuparse. - mintió Mahidevran, esbozando una sonrisa forzada mientras aceptaba la comida de su hijo de las manos de las criadas.

- Te creería si no te conociera tan bien. Sé que algo te preocupa. Puedes contarme, no soy tan buena dando consejos como mi hermana Hatice, pero puedo escucharte y comprenderte. - dijo Fatma, suspirando resignadamente.

Gülbahar, observando la conversación, hizo una sutil seña a Esma para que tomara a Abdullah y continuara alimentándolo con puré de manzana. Con un gesto suave, se acercó a Fatma.

- Estoy atrapada en una tormenta emocional con el Sultán. Me ha dejado en la sombra por su nueva fascinación, Hürrem. - confesó con su mirada perdida en la visión de Mustafá y Meghmeg Shalovi jugando en el patio, sus risas resonando como un eco de tiempos más felices. - Sé que no soy más que una esclava en sus ojos y que no debería importarme, pero siento como si hubiera perdido una parte de mi alma.

La sultana Fatma, al escuchar estas palabras, experimento una mezcla de compasión y preocupación. Ella podía entender ese dolor de sentirse abandonada y menospreciada. Sin embargo, también pensaba en la estabilidad del Imperio y la influencia que está situación podría tener en los asuntos políticos.

- Y duele, porque soñé con que está vez todo sería diferente. Que volvería a mirarme con esos ojos llenos de amor, que me escribiría cartas apasionadas como en Manisa y que pasearíamos juntos bajo el cielo estrellado. - le comentó de los recuerdos más dulces de su vida resurgiendo con un agudo desgarro. - Pero ahora es un sultán, y sus obligaciones lo mantienen ocupado. Mustafá me preguntaba por él todos los días en TopKapi, y yo no sabía cómo explicarle a un niño que su padre estaba atrapado en un mundo de deberes y que habría días enteros en los que ni siquiera vería su sombra.

En medio del torrente de emociones y secretos del harén, la Kadin, una figura a menudo relegada a las sombras, utilizó su momento de vulnerabilidad como un faro de luz. Al compartir sus luchas y emociones, permitió que la Sultana Fatma vislumbrara su humanidad, su corazón latente detrás de la fachada de concubina. Esto podría desencadenar un sentimiento de empatía en la sultana, llevándola a respetar a Mahidevran y no solo como una figura en el harén, sino como una mujer con sus propios sentimientos, deseos y temores.

Volver a comenzar (Mahidevran)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora