Osamu Dazai ya estaba acostumbrado a trabajar en la oficina de su compañero y primer amor, Chuya Nakahara. Y parecía que Chuya también comenzaba a acostumbrarse a la compañía, pues últimamente no decía nada cuando entraba a la habitación y veía a su compañero esperándolo a sus anchas, disfrutando del espacio como si le perteneciera a él.
El día de hoy no fue ninguna excepción, y en cuanto Dazai escuchó la puerta abrirse levantó discretamente la mirada de los documentos en su mano para encontrarse con Chuya, que se acercaba hacia él en silencio con una bolsa blanca de plástico entre sus manos. El castaño resistió las ganas de suspirar. Parece que su corazón nunca dejará de acelerarse cada que se encuentre con el chico que le gusta, más si no ponía objeción alguna a su presencia.
Eran pequeños gestos como ese los que volvían loco a Dazai. Su corazón se sentía extrañamente cálido cada vez que notaba cómo Chuya parecía tener cierta debilidad por él, dejándolo hacer cosas que al resto de personas probablemente no le permitiría. No sabía si era porque prefería cuidar su vínculo como compañeros para no afectar el desempeño de su trabajo o si era porque realmente le gustaría llevarse bien con él, pero a Dazai le saltaba el corazón de alegría cada vez que pensaba en las pequeñas cosas que existían entre él y Chuya.
Especialmente cuando esas pequeñas cosas eran tan cotidianas. Una cosa era conocer a la perfección el ritmo del otro en una batalla y contar con un lenguaje secreto para sus estrategias y que el enemigo no los descubriera, pero se sentía tan diferente de todo lo que lentamente comenzaban a construir. Si le dieran la oportunidad de escoger, Dazai mandaría al carajo la mafia y su estúpido trabajo y lo cambiaría por pequeños momentos de íntima cotidianeidad entre él y Chuya. Estos pequeños momentos lo hacían sentir casi vivo.
—¿Te importaría no subir los pies al escritorio? Tus piernas estúpidamente largas ocupan mi espacio —Dazai se tuvo que morder el interior de las mejillas para no sonreír como el joven enamorado que era al escuchar esas palabras. Sabía que se trataba de algo tan insignificante como un escritorio, pero era algo que compartía con Chuya y nadie más estaba invitado a ocupar ese espacio en el mueble de madera. Su espacio.
Chuya dejó la bolsa de la tienda de autoservicio de la que recién regresaba sobre su -Dazai lo recalcaría cuantas veces fuera necesario, era de él y Chuya- escritorio. Rebuscó un poco en su interior y colocó una lata de café del lado de Dazai, en frente del castaño, quien la miró extrañado. Él no se la había pedido. Dazai alternó la mirada entre la lata y Chuya un par de veces, incrédulo. ¿Se la trajo a él? ¿Le nació comprarle un regalo? ¿De verdad sus esfuerzos finalmente rendían frutos?
—No hagas las cosas raras —Se quejó Chuya, sentándose en la que se había vuelto su silla, quedando frente a Dazai en el escritorio, pero evitando a propósito su mirada. El castaño finalmente bajó los pies del mueble, como le habían pedido, y tomó la tibia lata entre sus manos, aun un poco incrédulo.
—Gracias —Murmuró Dazai, dando su mayor esfuerzo para que la voz le saliera medianamente normal y no delatara la emoción de su interior. Chuya rio en respuesta, y Dazai apretó ligeramente la lata. Sí, quería que el chico que le gusta lo notara, pero también tenía que controlarse para no ser tan obvio en sus sentimientos y no pasar por un ridículo; pero ese mismo chico no ayudaba en lo más mínimo a su misión con gestos como ese. Por el contrario, se la hacía más difícil.
—¿Qué fue eso? —Terminó de reír Chuya, burlándose de la reacción de Dazai, quien hizo un pronunciado puchero como protesta. En realidad, el comentario no le molestaba en lo absoluto, solo hacía el puchero porque quería entretener a Chuya y, si había algo de suerte, hacerlo reír más para ser capaz de admirar esa hermosa sonrisa que hacía palidecer al sol en comparación. Para su suerte, el gesto funcionó.
Una vez terminó de reír, el pelirrojo tomó los papeles frente a él y comenzó a leer lo que sea que tuviera que leer. Dazai intentó hacer lo mismo, pero se rindió a los pocos minutos. Su mente seguía regresando a la lata que tenía a un lado, preguntándose cuáles serían los sentimientos e intenciones detrás de ella y si se alineaban con los suyos. Creía que, de ser más normal con sus sentimientos. tendría el rostro completamente rojo en esos momentos. Una vez más, estaba agradecido de no sonrojarse con facilidad.
—Chuya —Llamó Dazai, tomando la lata entre sus manos. Su compañero no se movió de su posición, pero sabía que lo estaba escuchando. Siempre lo hacía— ¿Cómo tomas tú el café?
—En serio, no tienes que darle tantas vueltas —Insistió Chuya, dejando de lado los papeles y finalmente mirando al joven frente a él. Esa era otra de las cosas que le gustaban de Chuya: cómo era capaz de preocuparse por alguien como él, a pesar de todo. De verdad, estaba enamorado de una persona que no solamente era hermosa por fuera, sino también por dentro.
—Solo quiero saber. No voy a comprarte nada —Respondió Dazai, abriendo la lata de café y bebiendo un sorbo de ella para relajar la situación. No estaba mintiendo: pensaba que, aunque no le vendría mal un poco de reciprocidad a su relación, temía que Chuya viera el comprarle cosas -por más mínimas que fueran- como que lo estaba consintiendo y empezara a sospechar que sus sentimientos iban más allá. Así que tendría que ser un sinvergüenza por el bien de su etapa adolescente.
Sin embargo, tenía razón cuando le dijo que en realidad quería saber. Su duda era genuina no porque le importara conocer sus gustos al beber café, sino porque ya no solo quería escucharlo decir cuánto lo odiaba. Ahora anhelaba escuchar todo lo que Chuya tuviera por contarle. No importaba si estaba relacionado con el café, no importaba si estaba relacionado con lo que comió ayer, no importaba si estaba relacionado con el clima. No importaba nada salvo poder conocer más de él.
—Desgraciado —Dazai sonrió ligeramente al escuchar el insulto. Después de todo, no dejaba de ser un adolescente de dieciséis años con un extraño gusto por escuchar cómo lo insulta el chico que le gusta. Cosas de la edad, pensó.
—¿Qué hiciste en el día? ¿Por qué pasaste a la tienda antes de venir aquí? —Siguió preguntando Dazai, recibiendo una mirada de duda ante tantos cuestionamientos en tan poco tiempo. Esta vez su parte emocional le ganó a la racional y decidió ignorar la mirada, esperando la respuesta. Quería conocer todo sobre el chico que le gusta, y la manera más fácil de lograrlo era convenciéndolo de que le dijera cómo le había ido en el día, presionando para obtener más detalles, sin importar qué tan insignificantes fueran. Si se lo narraba Chuya, hasta escuchar cómo había tomado su café esa mañana le parecía encantador.
—¿Por qué te importa tanto? —Cuestionó Chuya, pero esa era una pregunta que Dazai no estaba dispuesto a responder. Simplemente esperó las respuestas, con el cuerpo recargado ligeramente hacia adelante sobre el escritorio. Finalmente, Chuya se apiadó de él al ver la ilusión con la que expectantemente esperaba a que hablara, aunque no terminaba de entender por qué le hacía tanta ilusión saber esas cosas—. No he hecho nada en el día, recién desperté. Pasé por algo de desayunar.
—¿Cómo tomas el café? —Insistió Dazai, feliz por haber recibido respuestas -aunque fueran tan cortas- a sus preguntas, pero recordando que aun faltaba una por responder.
—Negro. Es más fácil así —Respondió Chuya, sacando una lata de café igual a la que le había dado hacía unos momentos de la bolsa de plástico, agitándola ligeramente frente a él. Dazai se recargó en la silla, con una ligera sonrisa asomándose en sus labios mientras sorbía de su propia lata— ¿Ahora qué?
Dazai no respondió, tomando los documentos frente a él y leyendo los documentos que había dejado hacía un momento sobre el escritorio, dejando con la duda a su compañero que se venció a los pocos segundos y retomó su trabajo, con ambos laborando al mismo tiempo en un silencio que no se sentía incómodo. Ahora sabía que Chuya y él tenían dos cosas en común: beber el café negro, y la lata idéntica que se posaba sobre el lado de cada uno en su escritorio. Dio otro sorbo a la lata de café, disfrutando del momento. De verdad, ¿Ponía ponerse mejor que esto?
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Excuse. (Soukoku)
FanfictionDonde Dazai busca excusas para coquetear con Chuya. ✔ Completada.