Osamu Dazai caminaba por la solitaria calle en medio de la noche, pensativo. Aún no terminaba su trabajo pendiente, pero su pobre mente le recordó que era tan solo un adolescente que normalmente no debería tener el tipo de responsabilidades con las que él cargaba, así que le suplicaba un respiro cada determinado tiempo. Para su desgracia, no contaba con muchos pasatiempos, así que usualmente sus descansos consistían simplemente en salir a dar un paseo por las calles de Yokohama, que aun mantenían algo de vida a pesar del horario en el que se encontraba. Mori le decía que era bueno para él estirar las piernas de vez en cuando. Parecía que ni la ocupación de jefe de la mafia era capaz de quitarle sus hábitos de doctor.
Uno de sus pocos pasatiempos involucraba pensar activamente en su compañero. Se preguntó si un paseo en medio de la noche en la ciudad portuaria sería lo suficientemente romántico para salir en una cita que nunca le pediría a Chuya. Dejó su mente viajar con ese tren de pensamiento: ¿Cómo se lo pediría? ¿Cómo reaccionaría? ¿Cómo sería caminar juntos sabiendo que entre ellos había algo romántico? ¿Cómo sería el reflejo de la luna en sus tranquilos ojos azules? Tantas preguntas que le gustaba imaginar, pero no se harían realidad.
Debido a que le encantaba pensar en el chico que le gusta, siguió con los escenarios ficticios en su mente. A Dazai le gustaba leer, pero no sabía si a Chuya también. Se imaginó a ambos yendo a una cita en una librería donde descubriría que Chuya tenía un lado emocional cuando tomara un libro de poesías, y luego él le diría que no le sorprendía mucho porque ya sabía lo sensible que en realidad era y el amor que sentía por el mundo que lo rodeaba.
A Dazai no le importaba especialmente la biología, pero imaginó que a Chuya le gustaría acudir a una cita ya fuera en un acuario o en un zoológico, pues le haría ilusión conocer nuevas criaturas y a Dazai el paseo le parecería que valió la pena solo por ver el brillo que tanto le gustaba que apareciera en esa preciosa mirada azul. Sabía que su imaginación iba a lugares cliché, pero tampoco contaba con la experiencia necesaria para imaginar algo más allá de eso.
Dazai se detuvo en seco, parando también su imaginación y sacando un reloj de uno de sus bolsillos. Era hora de volver de su paseo nocturno y regresar a su aburrido trabajo, que al menos le serviría de ayuda para pasar el rato hasta que pudiera ver a Chuya otra vez y sentir que el cuerpo se le llenaba con la energía suficiente para seguir existiendo.
Empezó su camino de vuelta al edificio de la Port Mafia, tomándose su tiempo. Daba igual que tardara o no, no le emocionaba lo suficiente su trabajo como para darse prisa y ahora tampoco realizaba sus tareas en la oficina de Chuya. Sabía que su compañero estaba fuera de la ciudad por cuestiones de trabajo, así que su principal motivo para pasar tiempo en la habitación, que era poder encontrarse con Chuya en cualquier momento del día, ya no estaba. Aun así, ya se había desacostumbrado a su propia oficina. Era bonita, pero le faltaba la calidez que por alguna razón tenía la de Chuya. Probablemente era porque esta última era el espacio de ambos.
Dazai no pudo evitar sonreír ante el pensamiento, recordando los pequeños momentos cotidianos que su compañero y él habían estado construyendo. Le pasaba a menudo últimamente, aunque era lo suficientemente cuidadoso para que nadie captara ese gesto. Su reputación caería enseguida si alguien lo descubriera sonriendo como el joven enamorado que era.
Pensar en esos momentos le hizo el camino mucho más corto, pues ya había llegado al edificio de la Port Mafia sin darse cuenta. Soltó un pesado suspiro mientras entraba al mismo. Hora de trabajar. Qué emoción, pensó de manera sarcástica.
Cerró los ojos durante un momento mientras esperaba que el elevador al que acababa de llamar llegara para llevarlo a su oficina. Se sentía más cansado de lo usual, y aun le quedaba una buena cantidad de trabajo por terminar. No le extrañaba, las últimas semanas había disminuido su ritmo laboral porque pasaba más tiempo mirando de reojo al chico que le gusta en lugar de estar escribiendo los documentos que necesitaba escribir. Odiaba que siquiera el pensamiento se le hubiera cruzado por la mente, pero probablemente el destino había mandado a Chuya lejos de él para poder ponerse al corriente. No le importaba. El destino era estúpido y no se arrepentía en lo absoluto de cómo había desperdiciado su tiempo laboral las últimas semanas.
Escuchó un ruido que no fue capaz de identificar, principalmente porque no le daba la gana pensar en ese pequeño momento de paz que había conseguido. Sonaba como un lejano murmullo para él, quien solamente esperaba un melódico pitido que indicara la llegada del elevador.
De repente, sintió que algo jalaba su manga, causando que rápidamente abriera los ojos y mirara en dirección al ligero jalón, preguntándose quién se creía con la suficiente cercanía a él como para llevar a cabo tal gesto. Era imposible que la única persona a la que dejaría hacer eso fuera el culpable, porque sabía que lo mandaron fuera de la ciudad. Y, para su sorpresa, fue esa misma persona la que apareció frente a sus ojos cuando se giró rápidamente a verlo.
—¿Dazai? —Preguntó Chuya, y el castaño rápidamente analizó la situación en su mente mientras su corazón se derretía como siempre al escuchar tan bella voz pronunciar su nombre con tanta familiaridad, de alguna manera sonando más cálido que antes. Su mente trabaja al mil: ¿Por qué estaba en Yokohama? Probablemente su trabajo terminó antes. ¿Por qué jalaba su manga? Probablemente ya lo había llamado varias veces y lo ignoró en su pequeño trance. ¿Por qué tuvo tanta suerte? Probablemente era su recompensa por haber trabajado tanto.
Regresó su atención a la pequeña mano que tomaba el borde de su saco con ligera fuerza. Creía que poder hablar de manera cotidiana ya era un avance gigantesco. ¿Quién habría dicho que ahora el chico que le gusta le estaba jalando de la manga para captar su atención? Eso era casi como tomarse de las manos.
Chuya rápidamente se dio cuenta que su estrategia por hacer que Dazai le hiciera caso había fallado, suspirando y dándose la vuelta, volviendo a sus propios asuntos mientras el castaño seguía procesando lo que había pasado. Sin embargo, no sospechaba que la razón era que Dazai estaba a punto de colapsar debido a la vergüenza que atravesaba su cuerpo en ese momento. Se sentía terriblemente ridículo. Pero también terriblemente feliz.
—Chuya —Cantó alegremente Dazai, siguiendo de inmediato a su compañero e ignorando el elevador que había estado esperado y finalmente llegaba. Su trabajo podía esperar, tenía que aprovechar esta oportunidad— ¿Cómo...?
—Terminamos antes. Resulta que el trabajo era más fácil de lo que pensamos inicialmente —Respondió Chuya, disminuyendo el ritmo de sus pasos para caminar tranquilamente. Dazai no quería ilusionarse, pero de todas formas lo hizo creyendo que su compañero lo esperaba para caminar junto a él, aunque no era necesario porque con sus largas piernas era capaz de alcanzarlo casi de inmediato.
—Perdón por no hacerte caso —Se disculpó de repente Dazai, tomando por sorpresa a Chuya. No le gustaba pedir perdón, pero valía la pena hacerlo de vez en cuando si eso significaba poder ver esa adorable mirada sorprendida en sus amados ojos azules.
—No importa —Respondió Chuya, todavía ligeramente extrañado por la repentina disculpa de Dazai. No pedía perdón cuando hacía algo que los ponía en peligro en las misiones, ¿Pero por ignorarlo un par de veces sí? Era raro, pero decidió no darle más vueltas al asunto—. Te veías concentrado.
—Sólo estoy cansado —Admitió Dazai, aunque el simple hecho de ver a Chuya y poder intercambiar unas pocas palabras con él ya lo hacía sentir que tenía energía de nuevo. Ni hablar de cómo se sentía después de que jalara su manga. Su corazón todavía no se recuperaba.
—Lo sé —Respondió Chuya, deteniéndose frente a una máquina expendedora y presionando un par de botones en ella, lo que le hizo imposible ver la cariñosa sonrisa que se dibujó en el rostro de Dazai al escuchar tan cálida respuesta. La máquina le dio lo que sea que hubiera pedido y Chuya se agachó para tomar la lata, extendiéndosela a Dazai—. Toma. Buen trabajo.
Dazai agradeció con un gesto de la cabeza y Chuya se volteó de nuevo, ordenando una vez más en la máquina expendedora. El castaño miró la caliente lata de café entre sus dedos, sintiendo su corazón tan cálido como sus manos por el pequeño gesto. De verdad, lo que más amaba de Chuya eran las pequeñas cosas. Sólo su compañero era capaz de preocuparse tan genuinamente por él y, por ende, de provocarle tantos sentimientos.
—¿Qué pasa? —Chuya se sorprendió cuando se dio la vuelta y encontró a Dazai más cerca de él, mirándolo atentamente. Dazai extendió ligeramente su mano y tomó la manga de Chuya entre sus dedos— ¿Qué haces?
—Quería saber qué se siente —Contestó Dazai, jalando ligeramente la manga de Chuya y arrancando una corta risa de su compañero, lo que le hizo sentirse increíblemente afortunado en esos momentos.

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Excuse. (Soukoku)
FanfictionDonde Dazai busca excusas para coquetear con Chuya. ✔ Completada.