Extra: Respondiéndole.

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Chuya Nakahara dio la vuelta a la página, continuando con su revisión de los estados de cuenta del negocio de las joyas de la mafia, del que estaba a cargo. Al hacerlo, levantó la mirada por un momento para observar al castaño frente a él, que leía un libro despreocupadamente. O al menos eso fingía, pues Chuya era plenamente consciente de las miradas furtivas que recibía de vez en cuando por parte de su compañero.

Tenía un tiempo que había notado que existía algo diferente en Dazai cuando se trataba de él. Como, si de alguna manera, su personalidad fuera más fuerte cuando estaba en su presencia, como si constantemente quisiera impresionarlo. A muchos les parecería que actuaba con normalidad, pero él, que era plenamente consciente de la apatía de Dazai por la vida, podía darse cuenta de lo que implicaba que actuara con tanta energía a su lado.

Dazai estaba cansado de la vida, a pesar de su corta edad. Por eso siempre tenía una expresión de aburrimiento en su rostro, viendo la vida pasar frente a él sin prestarle mucha atención porque seguramente creía que no valía la pena. Sin embargo, había algo que sí miraba con interés: la mirada de Chuya. Podía ser distraído para algunas cosas, pero Chuya sería tonto si no se diera cuenta de cómo los ojos de Dazai siempre miraban fijamente los suyos, logrando que desprendieran un brillo de interés que ninguna otra cosa lograba despertar.

También notaba las sonrisas que de vez en cuando se le escapaban cuando estaban juntos, especialmente cuando Chuya le demostraba un poco de amabilidad a Dazai. Este punto le apretaba el corazón, pues siempre se mostraba sorprendido cuando era considerado con el castaño, como si no estuviera acostumbrado a la amabilidad. Todavía pensaba en la expresión desconcertada de su rostro cuando le compró una lata de café por primera vez, como si estuviera a punto de llorar a pesar de lo simple del gesto.

Tal vez por eso ignoraba deliberadamente el hecho de que parecía que a Dazai le gustaba que Chuya lo consintiera. Dazai creía que hacía un trabajo estupendo escondiéndolo, pero Chuya era demasiado perspicaz como para no darse cuenta de que el hecho de que se quedara en su oficina era por simple capricho. Aunque probablemente Chuya también era culpable de esto, pues era incapaz de correr realmente a Dazai de su oficina y siempre terminaba aceptando cualquier petición que le hiciera durante las misiones, incluso si significaba que tuviera que trabajar más.

Sin embargo, lo más obvio de todo eran los celos de Dazai. Le sorprendía lo posesivo que podía a llegar a ser su compañero en este aspecto. A pesar de que la tristeza era usual en él, para Chuya era obvio cómo se deprimía incluso más cuando se daba cuenta que había pasado el tiempo con otras personas que no fueran él, así como también era obvio que esos sentimientos eran porque Dazai sentía el deseo de monopolizar a su compañero. Como si no fuera suficiente con buscar todas las oportunidades posibles para pasar el tiempo juntos.

Chuya sabía perfectamente a qué se debía este comportamiento tan inusual y que nadie más podía ver: Osamu Dazai estaba enamorado de él.

Eso no le suponía ningún problema, todo lo contrario: le alegraba, pues, aunque no creía que él estuviera tan enamorado como su compañero, lo cierto es que sentía una atracción por él. No solo a nivel físico, también pensaba que Dazai lo entendía y lo consideraba a un nivel que nadie más había hecho, por más que tuviera una personalidad retorcida. Era la única persona cercana a él en edad dentro de la mafia, y a pesar de todo se podía decir que se llevaban bien, haciéndose la vida en la mafia más llevadera siempre que estuvieran juntos. Estaba seguro de que él también sentía algo más que una amistad por su compañero. El problema es que no sabía cómo hacérselo saber a Dazai.

Aceptó todos sus coqueteos sin oponer resistencia, aunque no pudo evitar ponerse nervioso algunas veces. Era la primera vez en su vida que intentaba tener una experiencia romántica con alguien, y ese alguien era una persona tan descarada como Dazai. Tuvo intentos en los que fue fácil seguir la corriente, como cuando se tomaron de las manos o cuando jaló de su manga. Pero hubo ocasiones en las que apenas pudo soportarlo, como esa vez en el arcade que lo tocó debajo de la mesa... Chuya aún no entendía cómo Dazai pudo actuar con tanta calma ese día.

Excuse. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora