Osamu Dazai estaba bastante confiado en el progreso que había logrado los últimos días respecto a su primer amor, Chuya Nakahara. Sin embargo, todas esas pequeñas victorias ya no le eran suficientes y, de nuevo, quería más. Aunque lo de esta vez era mucho más atrevido.
Si bien consideraba que sus sentimientos eran intensos, también consideraba que era muy bueno conteniéndolos, tanto que lo único que lo delataba eran las expresiones de joven enamorado que de vez en cuando se le escapaban, pero que de todas formas eran tan sutiles que Chuya, ni siquiera habiéndolas presenciado un par de veces, notó alguna intención extraña detrás de ellas. Por eso, nunca había entendido a las personas que decían que sentían ansias por tocar a la persona que les gusta hasta ahora.
No lo entendía hasta hacía unos días, cuando Chuya tuvo la maravillosa idea de tomarlo por la muñeca para hacerlo acelerar el paso y despertó nuevos sentimientos en él que desconocía y, siendo sincero, desearía jamás hubieran salido del fondo de su corazón. Porque, ¿Cómo demonios seguiría manteniendo en secreto sus sentimientos si ahora moría de ganas por tocar al chico que le gusta?
Ya lo había tocado un par de veces, cuando la forma corrupta de la habilidad de Chuya se activaba y él tenía que interceder con la suya para evitar que su compañero muriera y quedara "solamente" en estado moribundo. Pero no contaba esas ocasiones, principalmente porque odiaba la sensación de que podría perder a su compañero un día que no llegara a tiempo. Era tanta la presión en esos instantes que no podía pensar en nada que no fuera desear fervientemente que Chuya siguiera vivo cuando activara su habilidad.
Además, ya sabía que prefería por mucho los momentos cotidianos con él antes que los que compartían -casi por obligación- en la mafia como parte del trabajo. Tenía que encontrar la manera de poder tocarlo en alguno de los momentos que ahora compartían en el día a día. Empezaba a creer que todos sus esfuerzos lo habían guiado hasta este punto.
Dazai observó las dos piezas de ajedrez que trajo de su oficina y ahora estaban colocadas en el escritorio que compartía con Chuya. Ambas piezas negras, obviamente, eran llamados soukoku por algo. Para diferenciarlas la suya era una torre, mucho más alta que el peón que distinguía a Chuya. La diferencia actual entre sus estaturas no era tan grande como la de las fichas, pero estaba seguro de que en el futuro sí lo sería.
Regresando sus pensamientos a sobre lo que tendría que hacer, se apoyó en el escritorio de manera que su mirada quedara justo en el borde para observar ambas piezas. Siguiendo la lógica del ajedrez, la torre fácilmente podría tocar a un peón: sólo bastaba que se encontrara frente a su camino. Pero la vida romántica no era tan fácil como jugar al ajedrez.
El peón podría tener alguna oportunidad para tocar a la torre, aunque necesitaría de muchas más condiciones, pero no era imposible. La pregunta era, ¿Podría encontrar una forma en que Chuya lo tocara a él? Ya había pasado una vez, pero el contacto ahora debía ser fuera de las vendas, y quitárselas no era una opción. Más allá de que cubrían sus heridas, también formaban parte de su estilo y sería sospechoso que de repente apareciera sin ellas. Además de que probablemente Mori lo regañaría de verlo sus heridas al aire libre, ese molesto doctor.
Dazai se recargó hacia atrás en la silla. ¿Por qué era tan difícil? Lo llamaban el prodigio de la mafia por algo, era capaz de crear planes que los sacaran hasta de la situación más complicada, ¿Y no podía idear algo para tocar al chico que le gusta? Todo porque se atravesaba su estúpido orgullo adolescente que no quería que Chuya se enterara de sus sentimientos y le arruinara la reputación en la organización. Quería dejar de tener 16 años cuanto antes.
—Te vas a caer de la silla si haces eso —Escuchó una voz que entraba a la habitación, y Dazai se levantó de la posición en la que estaba para sentarse correctamente en la silla y poder mirar directamente a Chuya.
—¿Ya te pasó? —Cuestionó Dazai ante la advertencia, y el cómo sus amados ojos azules se desviaron de inmediato le hicieron saber que la respuesta era afirmativa. Dazai sonrió ampliamente, y se tuvo que morder la lengua para no decir lo adorable que le parecía eso. Ya podría pasar sus noches de insomnio imaginando la situación y emocionando a su corazón cuando estuviera en soledad.
—¿No te faltan las piezas blancas? —Cambió el tema su compañero, sentándose en la silla frente a él y mirando las dos piezas de ajedrez que se olvidó de guardar.
—No estaba jugando ajedrez —Respondió, tomando ambas piezas y guardándolas en el cajón de su derecha. Chuya frunció el ceño ante la acción.
—Oye, ese es mi cajón —Se quejó, y Dazai lo miró con sorpresa fingida.
—¿No compartimos el escritorio? —Dijo en el tono de voz más inocente que pudo, aumentando la molestia en Chuya. Le encantaba esa reacción— ¿No sería justo que yo también tuviera un cajón?
—¿No te parece que te estás aprovechando demasiado? —Le respondió Chuya con irritación, e internamente Dazai le dio la razón. Pero no le importaba, era la única manera en que su joven corazón pudiera descansar. Debía entenderlo, él también era un adolescente.
—No —Dijo simplemente, escuchando un chasquido de lengua que le era increíblemente familiar. No era su culpa, molestarlo era la única manera efectiva que conocía para coquetear con él, ¿Qué quería? ¿Que lo adulara? Primero se iría del país.
—Desgraciado —Lo insultó en voz baja Chuya, provocando que Dazai sintiera mariposas en su estómago. Todos los días tenía que convencerse a sí mismo que era completamente normal que a su edad disfrutara escuchar que el chico que le gusta lo insultara— ¿Entonces qué hacías con las piezas?
—Pensaba —Respondió Dazai, mirando atentamente las manos de su compañero, mientras una idea se le atravesaba por la mente. Se había dado cuenta que se quitaba los guantes al momento de escribir, probablemente porque aún no se acostumbraba a hacerlo con la tela cubriendo sus extremidades—. Chuya, ¿No son tus manos demasiado pequeñas?
—¡Sigo creciendo! —Se exaltó de inmediato, como siempre pasaba cada que tocaban el tema de la estatura. Parecía ser un tema sensible para su compañero, y por supuesto que él le sacaría ventaja a dicha debilidad.
—¿En serio? —Lo provocó, buscando que fuera hacia la dirección que había trazado en su mente. Tampoco sería tan difícil, pero este no era un plan para la mafia. Era un plan para satisfacer su enamorado corazón, por lo que debía proceder con aun más cautela—. Tenemos la misma edad y yo he crecido más.
—¡Tampoco es tanta la diferencia! Siguió quejándose Chuya, y Dazai se tuvo que morder el interior de la mejilla para no sonreír. Bingo— ¡Mira!
Chuya acortó la distancia y tomó una de las manos de Dazai y la colocó contra la suya, arrancando de inmediato la sonrisa que Dazai tanto había luchado por reprimir hasta entonces. Sentía las mariposas volar en su estómago, pero esta vez no las detestaba. Estaba disfrutando del momento.
Curiosamente, nunca había tocado a Chuya de esa manera. Debido a que no podía decirse exactamente que son amigos, siempre existía cierta distancia entre ellos incluso cuando salían a divertirse. Su relación siempre se había basado en molestarse el uno al otro, hasta que Dazai comenzó con sus estúpidos sentimientos de adolescente que comenzaron a desbordarse y había comenzado a intentar acercamientos más normales, aunque siempre con cautela. Por eso, en ese momento se sentía como si estuviera en el cielo. La mano de Chuya era sorpresivamente suave y, por supuesto, más pequeña que la suya. La diferencia le parecía adorable.
—¿Ves? Tampoco te creas la gran cosa —Comentó Chuya, mirando las manos presionadas contra la otra y cómo los dedos de Dazai sobresalían ligeramente de los suyos.
—Ya veo —Cantó Dazai, aun con la amplia sonrisa en su rostro. No pudo resistirse a la tentación y en un tonto impulso digno de su edad movió ligeramente los dedos y entrelazó los suyos con los de Chuya, apretando durante un instante, de manera que el gesto le pareciera sarcástico a su compañero y ni siquiera se le atravesara por la mente que Dazai esa noche reviviría ese momento incontables veces hasta quedarse dormido—. Sigue esforzándote para crecer, Chuya. Come bien.
—Eso también se aplica para ti —Lo insultó de vuelta Chuya, rompiendo el contacto entre sus manos y volviendo a su trabajo, ahora con un ceño fruncido que antes no estaba presente en su rostro. Dazai lo imitó, aunque él solo fingía leer el documento entre sus dedos porque todo su esfuerzo estaba yendo hacia no sonreír como un tonto.
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Excuse. (Soukoku)
FanfictionDonde Dazai busca excusas para coquetear con Chuya. ✔ Completada.