Advertencia de contenido: el capítulo trata el tema de la depresión y hay una mención implícita a la autolesión. Se recomienda la discreción del lector/a.
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—¡Chuya! —Osamu Dazai saludó con toda la alegría del mundo al chico que le gusta mientras se lanzaba a abrazarlo por detrás, envolviéndolo por los hombros. A pesar de sus acciones últimamente, no era tan descarado como para abrazarlo por la cintura, aunque muriera de ganas por hacerlo.
—¿Qué te pasa? —Fue la respuesta que recibió. Lo abrazó durante un par de segundos más, grabando el momento en su mente. No sabía cuándo sería la próxima vez que dejaría que su lado emocional ganara y le hiciera caso a sus estúpidos sentimientos de adolescente enamorado, permitiéndole oportunidades como esa. Odiaba que pasara, pero trató de sacar algo bueno de ello.
—Nada —Mintió. En realidad, sí pasaba algo, pero no sabía cómo explicarlo. Tampoco sabía si Chuya quería escucharlo. Simplemente sabía que existían días en los que se sentía más triste de lo usual, y cuando le costó horrores levantarse de la cama esa mañana supo que sería una jornada pesada.
No podía pensar en una sola cosa que lo motivara. Incluso pensar en Chuya durante esos días lograba deprimirlo más que ponerlo feliz. La distancia entre ambos se sentía casi palpable, e imaginaba que, sin importar sus esfuerzos, no llegaba a ningún lado. Incluso su tonta mente depresiva lograba menospreciar los avances que había logrado con Chuya, tan reales como sus oscuros pensamientos.
¿Mirarlo a escondidas? ¿De verdad se podía ser más patético que eso? Trabajan juntos, ¿Qué necesidad tenía de buscar espacios furtivos para poder observarlo sin que se diera cuenta? Incluso le daba pena pensar en todo el tiempo que había pasado escondido analizando con cuidado su rostro, tratando de memorizar todos sus detalles. Como si no lo viera a diario.
¿Crear momentos para estar juntos? ¿Por qué era tan ambicioso, si las misiones que les encargaban a ambos de por sí eran recurrentes? Además, probablemente Chuya le tenía pena porque, además de soportarlo en el trabajo, de vez en cuando lo acompañaba a jugar al arcade, aunque no tenía ninguna obligación para estrechar su relación más allá de lo laboral. Pero lo entendía: él también sentía pena por sí mismo.
¿Querer escucharlo decirle que lo odiaba? ¿Por qué? Era un tipo raro, es la única explicación coherente que se le ocurría. Incluso los adolescentes perdidamente enamorados como él no desearían algo como eso.
¿Preguntarle sobre su día? ¿Qué seguía? ¿Preguntarle sobre el clima? ¿Preguntarle qué opinaba de las noticias de la mañana? Si quería que lo notara debía hablar de cosas que le quedaran en la memoria, no conversaciones cotidianas que fácilmente podría olvidar y solo lo hacían pasar vergüenza.
¿Jalar su manga? ¿Qué tenía, seis años? Le costaba creer que deseara algo tan simple e inocente como eso cuando también le gustaba escuchar al chico que le gusta insultarlo.
¿Tomar su muñeca? ¿No era pedir eso demasiado egoísta cuando, incluso en un caso hipotético, Chuya no podría hacer lo mismo con él? Sus antebrazos siempre estaban llenos de heridas, lo que haría doloroso que lo tomara de la muñeca. Ni aunque estuviera en toda la disposición, podría corresponderlo en algo tan simple como eso.
¿Comparar el tamaño de sus manos? ¿No se le pudo ocurrir una manera más cliché de coquetear con él? Y según él hacía un trabajo estupendo escondiendo sus sentimientos...
¿Tocarlo bajo la mesa? Eso había sido demasiado atrevido. Ese día, durante la noche y en la soledad de su habitación, su rostro se coloreó pensando en lo que había hecho, lo que era decir demasiado porque él nunca se sonrojaba. Daba pena. Se la pasaba pensando en maneras para satisfacer el ansia en su interior, pero cuando lograba hacer un movimiento audaz tenía la reacción de un niño.
¿Jugar con su cabello? ¿En serio le llamaba a tocar las puntas y colocar un mechón detrás de su oreja jugar con su cabello? A veces era demasiado optimista con los supuestos avances que hacía. Además, dejó caer por completo la fachada y estaba seguro de que Chuya había notado algo ese día, porque se había tensado con el contacto.
Y si no lo notó en ese momento, seguramente ahora, que lo estaba abrazando por detrás, se había dado cuenta. Además, ¿Era su mente que no estaba en un buen lugar en ese instante, o de verdad Chuya estaba siendo un poco extraño con él ese día? Tanto hablar de actuar con cuidado para no dejar al descubierto su enamoramiento y cuidar su reputación para hacer algo como eso...
—Lo siento —Se disculpó Dazai, finalmente rompiendo el abrazo que duró apenas unos pocos segundos, en contraste con sus crueles pensamientos que encontraban maneras de hacerlo sentir miserable en un instante que se sentía eterno.
A pesar de su personalidad retorcida y que a veces llevaba a cabo métodos cuestionables para poder acercarse al chico que le gusta, Dazai en realidad nunca había querido incomodar a Chuya. Por eso dudó tanto en abrazarlo. Pero lo sintió como una necesidad en cuanto la atronadora tristeza en su interior se hizo presente y pensó que lo único que podría darle un descanso -aunque fuera ligero- a su alma sería un abrazo de Chuya.
—No importa —Casi como si pudiera leerle el pensamiento, Chuya le restó importancia al asunto. Ojalá su corazón también lo hiciera y dejara de sentirse tan culpable por el gesto. El sentimiento debió haberse reflejado en su rostro, porque Chuya lo tomó por los hombros y lo miró fijamente—. De verdad, está bien.
Dazai solo asintió, con una pequeña sonrisa asomándose en su rostro. Seguía sin sentirse con las fuerzas para ponerse la máscara juguetona de todos los días, pero al menos ahora era capaz de sonreír gracias a las palabras de Chuya, a las que se aferraba con todas sus fuerzas para tratar de mejorar su ánimo y poder lidiar con su existencia.
Chuya lo miró en silencio unos momentos, y Dazai notó la duda en él, como si quisiera decirle algo, pero no sabía cómo empezar. Poco a poco sentía que la tristeza se hacía a un lado -aunque no se iba del todo- para darle paso a una sensación de genuina curiosidad. Dazai deseó ver el rostro que estaba haciendo en ese momento, porque Chuya de verdad se veía como si estuviera librando una batalla interna frente a él.
—Ignórame si me equivoco, pero es algo en lo que he pensado últimamente... —Comenzó a hablar Chuya, captando la atención de Dazai. Era raro que se pusiera tan nervioso cerca de él, y su estómago dio un vuelco ante sus palabras. No le gustaba la sensación, pero era mejor que el atronador vacío que solo le provocaba tristeza— ¿Te gusto?
Por supuesto que se había dado cuenta. Al igual que él, Chuya no era del todo inocente, y sus recientes coqueteos habían sido demasiado obvios. La desoladora tristeza seguía en su interior, y se preguntó cómo habría reaccionado en un día normal. Sin embargo, la pregunta había llegado en ese preciso momento por algo, pensó, antes de dar su respuesta.
—¿De qué hablas? —Respondió Dazai con una sonrisa, que salió de una fuerza de voluntad que no supo de dónde sacó para responder con tanta tranquilidad a la pregunta. Probablemente se debía a que ese día estaba más cansado de lo habitual. Chuya suspiró ante su respuesta, gesto que Dazai no supo cómo interpretar.
—Ya —Fue lo único que dijo antes de alejarse caminando, dejando a Dazai ligeramente detrás aun con la sonrisa adornando su rostro. Tal vez era por el vacío en su corazón en ese momento, pero no se sentía mal en lo absoluto, ni se arrepentía de su respuesta. Sabía que tenía una personalidad retorcida, así que, ¿Dónde estaría la diversión si directamente le dijera que lo amaba?
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Excuse. (Soukoku)
FanfictionDonde Dazai busca excusas para coquetear con Chuya. ✔ Completada.