Llanto

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No lo podía creer, ¡estaba embarazada! Llore, rompí en llanto. Era una maravillosa noticia, ¡La dinastía no está perdida!

Bajé las interminables escaleras, tenía que comunicarlo, era una noticia verdaderamente buena.

Llegué casi sin aliento al inmenso comedor, allí estaban mis padres, mi abuelo y mi marido. Fui al trono de mi abuelo, él era el patriarca de la familia. Al comunicárselo, sus apagados ojos de hace 15 años se iluminaron.

Mi madre se tapó la boca ahogando un grito, a mi padre se le cayó el tenedor de plata y mi esposo corrió a abrazarme. 

Por fin, después del fallecimiento de mi abuela hace 15 años y el no tener dinastía por parte de mis hermanos, hizo que en palacio todo fuesen risas, alegría, ilusión y esperanzas.

Espero, abuela, que en el reino de Dios seas feliz.

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