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-¡Buenos días!

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-¡Buenos días!

Como es habitual, no hay respuesta. Aún cuando sé perfectamente lo que ocurre, no puedo evitar que mi cuerpo se tense durante algunos instantes, presa del pánico. Respiro profundo mientras me repito que es lo mismo de siempre, y para comprobarlo, me dirijo a la cocina a paso veloz.

Es bien sabido que la vida da muchas vueltas, y desde siempre me ha resultado increíble la manera en que las cosas pueden cambiar en tan solo un instante. Basta con una pequeña acción o una sola palabra para poner de cabeza el mundo de otra persona, tanto para bien como para mal. Y sí; lo digo por experiencia.

Y, en efecto, hay una nota pegada con cinta en el refrigerador: «Buen día, dormilona. Ya sabes, tuve que salir temprano. Nos vemos al rato». Tiene dibujada una cara feliz en la esquina. Suspiro, aliviada, y me dispongo a prepararme para la escuela.

No diré que tenía una vida de ensueño, o que siempre lo tuve fácil. Sin embargo, en aquel momento todo iba de maravilla; era simplemente... perfecto.

Dudo que algún día pueda desprenderme del sentimiento de nostalgia que me inunda cada vez que abro el pequeño armario y observo mi ropa; dejándome llevar por los recuerdos que acompañan a cada una de las prendas. Elijo un sencillo vestido de color lila y, como todas las veces, me quedo mirándolo más tiempo del necesario, siendo abrazada por el fantasma de días más alegres. Al poco rato, y antes de que las lágrimas me traicionen, me obligo a centrar mi atención en el reloj que cuelga de la pared. Tampoco es que pretenda llegar tarde.

Quizá, demasiado perfecto.

Caminar en solitario puede ser lo mejor o lo peor del mundo; no hay punto medio. Hoy es uno de esos días en los que esa soledad me pesa, dejándome vulnerable ante desagradables pensamientos que en vano trato de ignorar. La mañana es fresca y hace un poco de viento. Suspiro con pesadez, deseando que ojalá esa suave brisa pueda llevarse consigo este horrible sentimiento que no me deja tranquila.

Pero claro, la perfección es algo que no existe, y la vida se encargó de recordármelo de una forma bastante peculiar.

Finalmente estoy ante las puertas de la escuela y, al igual que todos los días, pienso en lo irónico de mi situación, preguntándome qué clase de mala jugada del destino es esta y si acaso hice algo para merecerlo. Coloco mis zapatos en el casillero correspondiente y me adentro en los pasillos de la primaria Teitan, rumbo a la clase de primer grado.

Mi nombre es Masayo Yasuda. Tengo diecinueve años y hasta hace unos meses estudiaba en la universidad.

A la entrada del salón, me invaden unas repentinas ganas de lanzar mi mochila contra la pizarra, pero me contengo y, resignada, tomo asiento en mi lugar, pensando: «¿Cómo fue que terminé así?». Y es que sucede que he pasado toda mi adolescencia soñando con volver a la primaria, pero no de esta forma, no en estas circunstancias y mucho menos en este rol.

𝐌𝐈𝐑𝐀𝐂𝐋𝐄 𝐌𝐈𝐑𝐀𝐈 ▶Detective ConanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora