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Juro que el tiempo se detuvo en ese instante, y todo lo demás pasó a segundo plano

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Juro que el tiempo se detuvo en ese instante, y todo lo demás pasó a segundo plano. Contuve el aliento mientras me perdía en el brillo de aquellas esmeraldas que Hanzo tenía por ojos. Estaba tentada a pellizcarme o frotar mis ojos para comprobar que no era un sueño y, a la vez, me rehusaba a dejar de mirarle, temiendo que, si lo hacía, él desapareciese.

     El chico permanecía de pie en el mismo sitio, portando una expresión radiante, como si acabara de descubrir un tesoro o le hubiesen informado que acababa de ganarse la lotería. Irremediablemente me sonrojé, aunque no fui consciente de ello sino hasta que la risa mal disimulada de Minako me sacó de mi ensoñación.

     Haciendo un esfuerzo sobrehumano, me forcé a apartar la vista de la mirada de Hanzo, quien algo debió notar en mi rostro, pues esbozó una sonrisa comprensiva y dio un ligero asentimiento.

     —Ya veo. —Escuché. No necesitaba añadir nada más, pues el tono de su voz dejaba bien en claro lo que intentaba decir.

     —Cállate, Minako —atiné a contestar, sintiendo cómo mis mejillas ardían; le lancé una mirada de fastidio y ella rompió en carcajadas. Al final, quien la pagó fue mi servilleta, que terminó prensada entre mi puño.

     Entonces comencé a preguntarme, ¿de verdad había visto a Hanzo? ¿En serio era él? Resistí la tentación de volver a girar la cabeza para comprobarlo. No iba a darle más razones a Minako para que siguiera actuando del modo en que lo hacía.

     —Solo... solo para, ¿sí? Por favor...

     Por supuesto, ella continuó riendo por al menos un minuto más.

     —Ya, ya, está bien —dijo, cuando al fin consiguió serenarse—. Perdona, Masayo, pero es que eres tan tierna...

     —¡¿Y por eso te ríes?! —reclamé, levantándome de la silla con la cara encendida en rojo brillante. Sin embargo, lo único que conseguí con eso fue que volviese a estallar en risas.

     Volví a sentarme, con los ojos fijos en el suelo y colocando los puños sobre mi regazo. Me sentía abochornada, y por algún motivo todo lo que deseaba hacer era ocultarme bajo la mesa. Fue entonces cuando me asaltó la idea de que Hanzo estaba viéndolo todo, y esas repentinas ansias por desaparecer se intensificaron.

     Al cabo de unos instantes, Minako pareció notar que en realidad yo no estaba pasándola tan bien, jugueteando con la tela de mi falda mientras intentaba otorgar una explicación para todas esas sensaciones y pensamientos que me embargaban, pues volvió a quedarse en silencio, estudiando mi conducta.

     —Oye —habló, luego de dar el último sorbo a su taza de café y depositarla con un tintineo sobre el platito de cerámica—, ya tengo que irme. Mi mamá acaba de mandar un mensaje para que vaya a comprar los ingredientes de la cena.

𝐌𝐈𝐑𝐀𝐂𝐋𝐄 𝐌𝐈𝐑𝐀𝐈 ▶Detective ConanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora