Tras su gran estatura y sus
anchos hombros, Song MinGi escondía un corazón vulnerable.
Por eso siempre había evitado a las mujeres.
Aún que no podía dejar de pensar en su vecina.
Pues se decía, que ella era demasiado joven para él.
Helena tambié...
Helena suspiró fastidiada y lo miró pensativa, antes de bajar los ojos hacía la mesa. -¿De verdad te parezco joven, Mingi?.
-Te llevó quince años pequeña. -dijo él con cierto humor, cómo si fuera algo evidente. -Si, claro que me pareces joven.
Los ojos color avellana de Helena no se despegaron de sus manos entrelazadas.
-Mamá va a dar una fiesta el viernes por la noche, para celebrar la apertura de ése centró comercial -le dijo de repente -Ya sabes, ése que han construido sobre los terrenos que ella les vendió -añadió -¿Vas a ir?.
-Seonghwa y Jihye, puede que asistan -murmuró el desinteresado -Yo soy un hombre ocupado.
La joven buscó sus ojos color café sin darse por vencida -¿Al menos podrías bailar un baile conmigo?, No te mataría ¿sabes?.
Mingi se limpió los labios con la servilleta, y la colocó junto al plató, poniéndose de pie.
Es un hombre alto, un verdadero gigante, de brazos y piernas musculosos, ancho tórax y estrechas caderas.
-Me tengo que ir ya.
Helena levanto también -¿Tan pronto?.
-Tengo muchas cosas que hacer.
-Mentira -farbulló Helena frunciendo los labios -Lo que pasa es que no quieres estar a solas conmigo -dijo -¿De que tienes miedo Mingi?, ¿de que vaya a saltar sobre ti y te viole encima de la mesa?.
Mingi enarcó una ceja divertido. -Exacto, no quiero acabar con toda la espalda de la camisa manchada de puré de patata.
Helena resopló irritada -¿Por qué nunca me tomas en serio?
Mingi no respondió a eso, sino que se puso su sombrero y se despidió.
-Dile a tu madre que mañana me pasaré por su oficina.
-¡Mingi! -gimió ella desesperada -¿Por qué no me escuchas? Podrías estar partiéndome el corazón y tú ni te enteras.
-A nadie se le parte el corazón -respondió él con una sonrisa burlona. -y menos a tu edad.
-No es cierto -se obstinó ella -Al menos podrías darme un beso de despedida.
--Éso se lo dejó a San, -contestó él -Qué todavía está en la edad de experimentar, igual que tú.
-Ya, ¿y tú que eres?, ¿Un viejo carcamal?.
Mingi se echó a reír -A veces me da esa impresión, -admitió -Buenas noches pequeña.
Helena sonrojó de ira.
-Deja de llamarme pequeña, no soy una chiquilla.
-Para mí lo eres, -respondió él girándose sin mirarla. -Dale mis disculpas a tu madre y dile que gracias por la cena.
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