CAPÍTULO TREINTA Y UNO - SIN CONSIDERACIÓN

144 17 10
                                    

CARMEN

No puedo creerme que nos vayamos a pasar dos días Guillermo y yo solos, sin interrupciones ni tener que ir a trabajar y sin visitas inesperadas en el piso de mi novio, donde suelo pasar dos o tres noches todas las semanas.

Me tuvo que decir que nos dirigimos al Parador de Ronda, ya que yo soy la que conduce, y me encanta la idea. Nunca he estado en Ronda y he oído que es un pueblo precioso.

—¿Qué vas a hacer el año que viene cuando tus compañeras se vayan del piso? —me pregunta Guillermo, mientras yo conduzco el coche que alquiló mi novio para que lo lleve al hotel en el que pasaremos las próximas cuarenta y ocho horas, porque no nos iremos hasta el lunes después de almorzar, ya que ninguno de los dos tenemos compromisos inaplazables ese día.

—Intentaré encontrar a dos personas para que ocupen las habitaciones que quedarán libres y si no lo consigo, dejaré el piso y buscaré algún sitio donde necesiten a alguien para compartir piso. ¿Me alquilarías la habitación de invitados que tienes en tu apartamento? —le pregunto, coqueta.

—Te la dejaría gratis hoy mismo, pero tu abuela ya me advirtió que ni se nos ocurriese juntarnos, que es como ella lo describió, sin habernos casado antes —me responde para mi sorpresa.

—Es verdad que a mi abuela le daría algo si nos fuésemos a vivir juntos sin casarnos previamente. ¿A la tuya no?

—Mi familia alemana es muy tradicional en este sentido, algo extraño en el país germano, pero creo que mi abuela española a los dos días lo entendería. ¿Qué es eso que está sonando? —me pregunta, cuando acaba la canción de Aquello que me diste de Alejandro Sanz y una voz robotizada comienza a leer mis apuntes de la facultad.

—Quería saber cómo escuchas tú lo que el profesor nos da en clase y así poderme hacer una idea de cómo es para ti aprender algo así —le digo, avergonzada.

—Eres increíble, ¿lo sabías?, pero tu profesor se ha equivocado y a la reacción química le falta el carbono —me dice para mi sorpresa.

—Eso no es verdad —le digo escéptica.

—Por supuesto que sí. Di Química en el instituto y era extraordinariamente bueno, o eso me dijo mi profesora.

—Seguro que te lo dijo porque le dabas pena por tu ceguera —me meto con él mientras hago que el audio comience otra vez.

Unos minutos después me doy cuenta de que Guillermo tiene razón. Imagino que para él escuchar algo es tan sencillo como cuando nosotros lo leemos, porque yo no me hubiese dado cuenta ni en un millón de años.

—Lo más que me molesta es que no me tienes ni un poquito de respeto, Carmen, así lo nuestro no tendrá futuro —bromea el tonto de mi novio.

—Siempre estoy haciéndote el gusto en todo.

—Te pedí que te pusieses un traje para el viaje en coche, porque vamos a tardar dos horas.

—No me pediste tal cosa —le miento descaradamente.

—Lo habré soñado, pero por una vez que tenemos un coche para nosotros solos quería aprovecharlo —me dice y sé hacia donde quiere ir con la conversación.

Guillermo comienza a tocarme por encima del pantalón, hasta que paro el vehículo para no causar un accidente innecesariamente.

—Estás loco —gimo, cuando él echa su asiento hacia atrás y quiere que me coloque sobre él para que pueda masturbarme con la boca.

—Hazlo, Carmen —me dice totalmente excitado.

Nunca he visto a mi novio así sin haber empezado a tocarlo. Es cierto que estas dos últimas semanas hemos estado más ocupados que de costumbre, sobre todo yo, que tuve que hacer las horas del fin de semana de la hamburguesería entre semana, pero Guillermo está impaciente por intimar y, por su forma de hablarme, no acepta un no por respuesta.

¡VOY CIEGO! - TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora