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—¿Otra vez te confundiste de habitación? – la suave voz de Mei se escucharía a lo lejos.

Los pasos del 'intruso' cada vez resonaban más cerca de ella, entrando a la habitación. Pese a la oscuridad del lugar, iluminada por una tenue luz, él pudo llegar a ella sin ningún inconveniente.

Para su sorpresa, Mei estaba vestida con un conjunto de seda de gasa, cubriendo su cuerpo con aquella tela algo transparente. Habría estado esperandolo sentada en su cama, con sus rodillas contra su pecho, su largo pelo, no estaba recogido, y cubría parte de su espalda como una cortina.

—¿Sin palabras Sub Zero? – se burló un poco al verlo quieto por unos segundos.

—Para nada. . . – su voz, era suave, gruesa y algo áspera. A Mei siempre le pareció atractivo aquel detalle. Se quitó la máscara, dejándola caer a un lado, mientras avanzaba hacia ella también se deshacía de sus guantes. —Solo me complace verte así.

Bi Han, se encontraba ahora centímetros frente a ella. Poco a poco él seguía quitándose su ropaje, las telas, los metales y todo lo que podía tener caían al piso de forma suave o escrepitosa. Pronto, todo el tren superior del heredero de los Lin Kuei se encontraba al descubierto.

Los ojos de Mei, contemplaría su fornido cuerpo. Era hipnotizador, aún más con ese aroma propio de él. una pequeña sonrisa se dibujaría en sus labios a la par que subía de apoco la mirada para tener un encuentro con los ojos de su amante.

La mirada fría de Bi Han, poco a poco se derretía, suavizandose con un fuego creciente de pasión. Le gustaba ver a esa mujer de aquella forma. Se veía indefensa, como una presa esperando a ser devorada. Después de todo ella era hermosa, su piel, un poco trigueña, sus ojos cafés y grandes. Era como una flor exótica entre todo un jardín monótono.

Y lo que más apreciaba, era esa sed de poder que llegaba a tener, esa tenacidad y fuerza. Si era una bella flor, sus espinas eran lo mejor que podía tener.

—Tenia algo importante que decirte. . . – continuó Bi Han a la par que terminaba de desvestirse. —Pero creo que ello puede esperar unas cuantas horas más.

—¿Horas? – preguntaría la joven, algo nerviosa, ya sabía a qué llegaría todo esto.

—No es mi culpa que seas tan bella. . . tan deseable. . . – ya solo en ropa interior, Bi Han subiría a la cama, a gatas se pondría sobre Mei, quien por inercia retrocedió un poco bajando sus rodillas, recostandose a medias, pues se apoyaba en uno de sus brazos. —Tan fuerte. . . – los halagos de ese hombre eran extraños de escuchar, por su rareza ella los apreciaba.

Poco a poco paso su mano por el cuerpo de Mei, haciéndole pequeñas caricias desde su abdomen hasta su cuello, dónde la sujetarian amablemente, tomando parte de su mandíbula y obligandola a mirarle a los ojos. Estaban a milímetros de distancia, él sobre ella, como un depredador.

—Y todo eso me encanta. . . porque al final, es solo mío. . .

Los ojos de Mei se abrirían de par. Todavía era de noche y aquel recuerdo le habría desconcentrado de su meditación. Habían llegado al templo hace ya unas horas, estaba previsto que al día siguiente llegarán los otros campeones y con eso podría regresar a su hogar. Se levantaría e iría a la cama de aquella habitación. No era la primera vez que pasaba la noche lejos de su hogar. Pero el recordar aquello le habría distraido.

( ❆ )  𝑻𝑹𝑨𝑰𝑻𝑶𝑹   -  𝘉𝘪-𝘏𝘢𝘯 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora